Bangkok – El birmano Pyaw Sone ha recibido el 2021 confinado en unos dormitorios cercados con alambre de espino junto con otros 4,000 trabajadores, en su mayoría inmigrantes, en medio del mayor brote de la COVID-19 detectado en Tailandia desde el inicio de la pandemia.
Los trabajadores inmigrantes han sido especialmente afectados por brotes de la COVID-19 en países del Sudeste Asiático como Tailandia, Singapur y Malasia, donde suelen vivir discriminados, en condiciones de hacinamiento y más expuestos al coronavirus.
Los tres países dependen de la mano de obra migrante para trabajar en sus fábricas, restaurantes, el servicio doméstico o en la construcción.
Pyaw Sone, de 26 años, se encuentra confinado en el epicentro del mayor brote detectado el pasado 17 de diciembre en Tailandia, un mercado de marisco en la provincia de Samut Sakhon, colindante con Bangkok.
«Ahora estoy confinado en el dormitorio con mis compañeros», explica el birmano a Efe por teléfono desde uno de los dormitorios, donde dice que la situación es buena, aunque viven preocupados por las infecciones.
Hasta ahora, se han detectado más de 1,400 contagios entre los inmigrantes, que suponen casi el 20 por ciento de los más de 7,100 casos acumulados en el país, golpeado por una nueva ola que afecta a más de 50 provincias.
Al tiempo que tratan de demostrar que el marisco es seguro a pesar del brote, las autoridades han aumentado las restricciones de movimiento, especialmente para los trabajadores inmigrantes no cualificados, a los que se prohíbe salir de varias provincias, incluida Samut Sakhon.
Esta medida concuerda con la teoría defendida por el primer ministro, Prayut Chan-ocha, de que el brote comenzó debido a los inmigrantes indocumentados.
«No quiero comentar sobre eso, pero me duele cada vez que alguien nos mira mal (por ser inmigrantes), no debería pasar. Como trabajador inmigrante, me siento triste porque no es nuestra culpa y las autoridades aún no han encontrado el origen de este brote», señala Pyaw Sone.
El birmano, que llegó a Tailandia con 12 años de Birmania para trabajar, dice que no tiene queja de sus empleadores y que está contento con los 12,000 bat (400 dólares o 326 euros) mensuales que gana, a veces más si trabaja dos turnos.
Aunque algunos restaurantes han llegado a repartir comida gratis entre los inmigrantes, en su mayoría birmanos, camboyanos y laosianos, estos también han sido objeto de discriminación e incluso abandonados en mitad de una carretera por sus empleadores tras el brote.
Singapur y Malasia
Singapur era uno de los países que mejor había reaccionado en la pandemia hasta la aparición de un brote de la COVID-19 el pasado abril en los dormitorios de trabajadores inmigrantes, en su mayoría de países del sur de Asia.
La aglomeración en los dormitorios fue una de las causas del brote, que contagió a más de la mitad de los más de 300,000 trabajadores inmigrantes, que representan el 93 por ciento de los más de 58,000 casos acumulados en la próspera ciudad-Estado.
Las autoridades malasias han sido criticadas por varios grupos defensores de los derechos humanos por el trato a los inmigrantes, incluidas detenciones de irregulares en celdas abarrotadas donde se expandieron los contagios de la covid-19 el pasado mayo.
En noviembre, se produjo en Malasia un brote en los abarrotados barracones de los trabajadores inmigrantes en varias fábricas de Top Glove, el mayor fabricante del mundo de guantes médicos, que ha duplicado y hasta triplicado su beneficio en el último año gracias al aumento de la demanda durante la pandemia.