Lisboa.– «Lo que ocurre en la Antártida afecta al mundo», dijo a EFE Claire Christian, directora ejecutiva de la única ONG observadora en el Sistema del Tratado Antártico, lo que le permite participar en debates internacionales sobre el futuro del continente.
Esa organización, la Coalición para la Antártida y el Océano Austral (ASOC), es la ganadora este año del premio Gulbenkian de Humanidades en Portugal, uno de los galardones más prestigiosos en el país.
La Antártida «puede ser un lugar fácil donde cooperar para los países que quieren hacer algo positivo y quieren salir del conflicto y la agresividad», continuó Christian, que se encuentra en Lisboa para recibir el premio, dotado con un millón de euros.
La ASOC es una coalición de organizaciones ambientales de todo el mundo que desde 1978 trabaja para proteger el ecosistema antártico y asegurar que se mantenga como una reserva natural dedicada a la paz y la ciencia.
Su trabajo también consiste, entre otros, en la divulgación de información y conocimientos sobre este territorio lejano, ya que «desafortunadamente la naturaleza no tiene fronteras» y lo que ocurre en la Antártida nos afecta, y viceversa.
«Creo que a menudo nuestra perspectiva se centra en el área que nos rodea en vez de entender que todo está conectado y que no se puede separar», explicó Christian, quien lanzó un mensaje para seguir trabajando para impulsar políticas sostenibles y la conservación a largo plazo de este ecosistema único.
Tras varias décadas de negociaciones, «la mayoría de los gobiernos está a favor de la preservación y conservación de la Antártida»; pero no siempre fue así.
De hecho, el objetivo principal del Tratado Antártico firmado en 1959 era impedir que esta región se viera afectada por la Guerra Fría. Desde entonces, gradualmente y «en parte como respuesta a la sociedad civil y a la defensa de las ONG», los Estados empezaron a centrarse en la protección ambiental.
Esa parte del mundo ha sido objeto de intereses geopolíticos, como cuando EE. UU. y otros países propusieron crear regulaciones mineras para abrir ese territorio a la minería, algo a lo que la sociedad civil se opuso fuertemente hasta frenarlo, y finalmente conseguir una prohibición.
«Hay una tonelada de apoyo para la protección de la Antártida (…) El problema con la gobernanza antártica últimamente ha sido que hay muchas buenas propuestas de políticas que proporcionarían una protección significativa al medioambiente antártico, pero el sistema funciona a base de que todos los países de la mesa se pongan de acuerdo y no lo hemos conseguido», lamentó Christian.
A pesar de ello, desde ASOC son optimistas y señalan que «hay mucha buena voluntad» y que el sistema «sigue siendo fuerte»: «La gente no está abandonando el tratado, siguen comprometidos», en palabras de la experta. EFE/ir