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Llamadas telefónicas insultantes

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Por: Otto Martin Wolf
Hace unas semanas fui invitado a un programa donde expuse –con toda candidez y sinceridad- que durante la mayor parte de mi vida  no he creído en ningún dios.

No creo en Buda, no en el Thor de los vikingos, no en Kukulcán de los mayas, no en el dios de los cristianos, ni en Alá, ni en ninguno.
No me tomó por sorpresa que muchas personas llamaron por teléfono diciendo que ellos tampoco creían en dioses; la verdad es que la ciencia ha ido demostrando que no hay nada mágico ni misterioso en el origen del universo y la vida y que todas las deidades han sido y  son un invento de los humanos.
Lo que si me sorprendió fue la reacción de algunos creyentes cristianos quienes, olvidando  que su doctrina supone ser pacifista y de tolerancia, demostraron su fanatismo amenazándome con el fuego eterno del infierno.
Debo aclarar que no temo al fuego eterno (simplemente porque no existe, así como tampoco ningún cielo)
Si, en cambio, se puede temer  a mentes fanáticas y enfermas, capaces de matar a quienes no piensan igual.
En la actualidad lo hacen los seguidores del Islam y no hace mucho los cristianos mandaban a la hoguera a todo el que no creía como ellos (otras veces los hacían sofritos en enormes barriles de aceite hirviendo).
Yo respeto lo que los demás puedan creer, los dioses a quienes adoren y las doctrinas que puedan seguir.
La ciencia ha demostrado que no existieron Adán y Eva como primeros pobladores del planeta, según dice la Biblia.
Pero, si alguien insiste en creer que una serpiente pudo hablarles es asunto suyo, yo respeto su forma de pensar aunque a mí me parezca una fantasía, similar a un ratón parlante llamado Mickey.
Desde pequeño les han enseñado esas cosas y ninguna demostración científica o razonamiento puede sacarlas de su mente.
Muchas veces ese tipo de leyendas son alimentados por toda la comunidad, a veces por todo un país y otras prácticamente por gente de todo el planeta.
Pero,  que todos crean en algo no lo convierte en realidad; a lo largo de la historia se ha demostrado que la gran mayoría puede estar equivocada.
Antes, casi todos creían que la Tierra era plana y luego se comprobó todos  estaban equivocados (incluyendo la Biblia).
Antes se creía que los rayos eran lanzados por los “dioses” como castigo a la gente y que la lluvia -indispensable para sus cosechas- se podía lograr bailando en honor  al dios de la lluvia o cualquier otra estupidez similar, como matar una virgen para “agradar a los dioses”.
El origen de los rayos y la lluvia nada tiene que ver con un dios enojado y vengativo pero, aún en nuestros tiempos, hay quienes dicen que esas cosas son “castigo de dios” por portarse mal.
Un ejemplo de manipulación de la mente por una incomprensible complicidad colectiva es San Nicolás.
Cualquier menor de siete años cree en Santa con fe ciega –un invento de los adultos… con la ayuda de casas comerciales.
Lo mismo ha sucedido a lo largo de la historia con diosas y dioses.
Los griegos creían en Zeus, los hindúes aún lo hacen en Shiva, la diosa morada con seis brazos, los egipcios daban la vida y  cortaban cabezas por Amón Ra.
Todos los dioses actuales, así como los de la antigüedad, son producto de la invención humana, igual que San Nicolás, aunque la fe ciega impida a algunos ver la evidente y comprobada realidad científica.
Esa es la verdad, nos guste o no.
Por otra parte; decapitar o quemar a los “infieles” no es nada nuevo.
El equivalente en nuestro entorno: Esas llamadas telefónicas insultantes, de gente que se supone sigue una doctrina santa y buena, pero que actúa cegada por el fanatismo.
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