Las manos de JOH

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Nueva York, Estados Unidos. “El cuerpo siempre expresa lo que los labios callan”: Orlando Hernández Angarita, autor del libro “Detecte al delincuente y al mentiroso, leyendo el lenguaje corporal”. (El homónimo es pura casualidad).

El pasado 20 de febrero de 2024, cuando Juan Orlando Hernández ingresó a la sala 26B de la Corte del Distrito Sur de Nueva York para celebrar la audiencia de elección del jurado, lo único que lo diferenciaba del otrora hombre fuerte de más de dos años atrás, era su cabello blanco y, quizá, un leve aumento de peso.

JOH se ve confiado. Al menos así parece si nos basamos en su expresión corporal, en donde resaltaron las señales abiertas: “aquellas que son emitidas por el cuerpo bajo estados de relajación y tranquilidad. Además de brazos y piernas abiertas, también están el buen contacto visual, mostrar las palmas de las manos y la relajación muscular”. (Hernández Angarita).

En todo momento hizo contacto visual (lo que indica confianza) y mantuvo las cejas levantadas en señal de interés.

Sostuvo su cabeza en posición neutra, lo que denota una actitud confiada y no amenazante, y su barbilla proyectada hacia adelante, lo que se podría calificar como desafío.

La mayor parte del tiempo se mostró concentrado, dando instrucciones a sus abogados, haciendo anotaciones, leyendo algo en una laptop y señalando dicha información a su equipo defensor.

Durante al menos las seis horas de la audiencia se le vio con su cuerpo inclinado hacia atrás, señal que se puede interpretar como una “actitud negativa” de una “persona que utilizará técnicas y trucos para alcanzar su meta”…

Por momentos, se colocaba sus audífonos de vincha y se apoyaba sobre su brazo derecho, con su mano fija sobre el mentón, rascándolo levemente, como quien está tomando una decisión.

En una ocasión se compuso la corbata azul y se sacudió un sucio imaginario. Luego, intentó meter la corbata en su pantalón, sin abotonar su saco. Quería lucir elegante, pero relajado.

“Los gestos de toqueteo en la nariz, mentón, orejas, brazos o ropa, usualmente indican nerviosismo y falta de confianza en lo que se dice”, pero en esta audiencia JOH no habló, al menos no ante el estrado, pues solo intercambió palabras con su equipo de abogados.

En ocasiones, colocaba las manos extendidas al lado de sus muslos, como postura militar, pero no de pie, sino sentado. También hubo momentos en que sostuvo sus manos cruzadas sobre la mesa, lo que se traduce como una acción dominante y decidida. Y, durante unos segundos, adoptó una postura poco común en su característico lenguaje corporal: una especie de auto abrazo, cruzando las manos sobre sus hombros.

“Las señales que emitimos a través de las manos pueden dividirse en tres categorías principales: ubicación de las palmas, los gestos de toqueteo y los movimientos involuntarios. Las palmas abiertas y a la vista son consideradas generalmente como un signo no verbal positivo, esto se remonta a tiempos medievales, mostrar las palmas abiertas indicaba que no se tenían armas ni nada que esconder”.

Las pocas veces que estuvo de pie, colocó ambas manos sobre la mesa, con sus puños cerrados, mostrando autoridad; en otras ocasiones las extendía siempre sobre la mesa con las palmas hacia abajo.

Una de sus posturas más frecuente fue la mano cerrada apoyada en la mejilla, con el dedo índice hacia arriba, lo que indica: evaluación.

Se componía los lentes y reposaba una de sus manos sobre el mentón, mientras arqueaba una ceja: interés, atención.

En la parte final de la audiencia se le vio más relajado, suelto y sonriente (esbozando una de las que se catalogan como sonrisa sencilla y -menos frecuente- una sonrisa superior). En un determinado momento, llegó a extender las piernas y cruzar los pies.

Cuando el juez Kevin Castel dejó su estrado para acercarse a la audiencia donde estaban las personas candidatas a jurado, Hernández giró la silla con toda confianza y sonreía levemente ante algunas respuestas ocurrentes de quienes dentro de dos o tres semanas decidirán su destino.

El hombre salió como entró, con un custodio adelante y otro atrás; antes de abandonar la sala -y en señal de cortesía- hizo un ademán hacia su abogado privado, Raymond Colon, en un “pase usted primero”, “no, adelántese usted”. Finalmente, el expresidente cedió y cruzó antes la puerta, su silueta desapareció del encuadre principal de las pantallas ubicadas en la sala alterna habilitada para medios de comunicación, veedores y curiosos.

Se eligió el jurado en una patria que no es la suya; conformada por integrantes que no son hondureños; con una justicia extranjera, porque la propia sigue durmiendo el sueño de los justos.

En Honduras, el hombre era “El Hombre”, en la Corte del Distrito Sur de Nueva York solamente es un extranjero de un país centroamericano que cedió su institucionalidad y la puso al servicio político para ser usada con fines ilícitos. Allá, en donde prevalece un sistema de justicia deficiente y decadente, es un ciudadano sin mancha, aquí -en Estados Unidos- pondrán a prueba qué tan impoluto es.

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