Tegucigalpa – Los países del llamado Triángulo Norte, entre muchos de sus desafíos, tienen el reto en común de restaurar la confianza en sus instituciones y sus ciudadanos, según el Latinobarómetro que advierte de los retrocesos democráticos en la subregión, donde el tradicional sistema de partidos políticos se encuentra en aprietos y obligado a salir de su tradicional zona de confort.
Del 2010 a la fecha, los gobiernos de América Latina, incluyendo la región centroamericana, han venido perdiendo apoyos, porque los pueblos quieren más de lo que les dan y tienen tanto a la izquierda como a la derecha en un pizarrón y eso es bueno para la democracia porque se evidencia un interés ciudadano por querer ser incluida y escuchado.
El desencanto con la democracia pareciera pasa imperceptible o como que las élites políticas no quisieran darse cuenta. En los llamados países del Triángulo Norte la satisfacción con la democracia en el 2017 refleja que en Honduras un 29 por ciento dijo estar “satisfecho”, mientras en Guatemala un 26 por ciento y en El Salvador un 15 por ciento.
El apoyo a la democracia
En cuanto al “apoyo a la democracia”, los países del Triángulo Norte arrojan los siguientes datos: Honduras (34%), El Salvador (35%) y Guatemala (36%).
Esta falta de apoyo a la democracia es una tendencia regional, pero en los países del triángulo es un llamado fuerte de atención a las elites políticas y el sistema político de partidos que tienen ante sí una enfermedad que ha empezado a dar síntomas de malestar que en algunos casos no se quiere ver.
Los síntomas a grandes rasgos indican que de 1995-2017 el apoyo a la democracia por país en el Triángulo Norte tiene datos objeto de interés. En Guatemala, el apoyo pasó de 50 por ciento en 1996 a 36% en 2017.
En El Salvador, el apoyo a la democracia fue de 56 por ciento en 1996 a 35 por ciento en 2017. Honduras, para el caso, pasó de 42 por ciento en 1996 a 34 por ciento en el 2017.
Estos tres países de América Central que libran fuertes batallas de inseguridad y violencia tienen otro elemento en común que es un indicador muy fuerte en cuanto a la fragilidad de sus democracias: el problema de la impunidad y la corrupción, fenómenos que también están sacudiendo América Latina y erosionado la confianza en sus instituciones.
Las percepciones democráticas
La corrupción, según el informe del Latinobarómetro, es la punta de un iceberg más profundo que está afectando a las sociedades.
En este sentido, el papel de las instituciones operadoras de justicia es clave para devolver confianza y fortalecer la democracia, pero la percepción centroamericana y latinoamericana es que los gobiernos en los últimos años han venido gobernando para unos pocos y no para los intereses de la mayoría.
En tal sentido, la confianza a los gobiernos en el Triángulo Norte sigue siendo frágil.
El tema de la confianza es toral en la restitución de los déficits democráticos y la tendencia es que los ciudadanos confiarán en las instituciones si éstas: tratan a todos por igual, si cumplen sus promesas, si son fiscalizadas, si admiten responsabilidad cuando se equivocan, si entregan la información que se necesita, si tienen un claro liderazgo, entre otras.
Estos tres países de América Central que libran fuertes batallas de inseguridad y violencia tienen otro elemento en común que es un indicador muy fuerte en cuanto a la fragilidad de sus democraciasEn los países del Triángulo Norte el eje que atraviesa la confianza en las instituciones públicas es: si tratan a todos por igual, si cumplen sus promesas y si son fiscalizadas.
La ruta la han diseñado los ciudadanos del Triángulo Norte, que, si bien estiman que la democracia sigue siendo la mejor forma de gobierno, no están satisfechos con los que les da, piden más en términos de transparencia, combate a la corrupción y el desmantelamiento de redes de impunidad.
En este sentido, los ciudadanos consideran que la lucha contra la impunidad y la corrupción debe ser frontal, pues perciben en un alto porcentaje que este fenómeno se ha incrustado en la institucionalidad desde gobiernos, parlamentos, gobiernos locales y tribunales de justicia, entre otros.
Hoy la corrupción aparece en la lista de los países no sólo del Triángulo Norte, sino de la región latinoamericana, como un problema central, algo que hace una década no marcaba la agenda de esta forma, según el Latinobarómetro.
De esta suerte, los países del Triángulo Norte tienen entre sus desafíos atacar frontalmente la corrupción, desmantelar redes de impunidad y reconstruir el tejido social que permita devolver la confianza en las instituciones para evitar una desaceleración sin precedentes en cuanto al apoyo a la democracia.