Roma.- La historia de la Roma clásica fue edificada -casi siempre- por hombres que treparon por una red de instituciones y cargos que, milenios después, tienen su reflejo en la estructura del poder moderna, según sugiere la muestra inaugurada hoy en los Museos Capitolinos.
«Quién entre los hombres es tan ignorante o indolente para no querer saber cómo y gracias a qué forma de gobierno casi todo el mundo ha caído bajo el dominio único de los romanos», cuestionaba hace dos milenios el historiador heleno Polibio.
Precisamente para eso, para conocer el modo de gobernar de los antiguos romanos, los Museos Capitolinos de la capital italiana han inaugurado la exposición «Cursus honorum – El Gobierno de Roma antes de César», abierta al público hasta el próximo 2 de octubre.
El visitante será guiado por la voz recreada de cinco esculturas de piedra, la de cuatro hombres y una mujer, que exponen los logros que obtuvieron con su gestión de la «res publica».
«Es algo extremadamente actual porque hay mecanismos de poder que hemos heredado», explicó en la presentación de la muestra la superintendente de la institución, Maria Vittoria Marini Clarelli.
A través de cuatro salas, se expone los diversos escalones de la carrera política, el «cursus hororum», sobre la que se cimentó los cinco siglos de la Roma republicana, desbaratada por el ascenso y asesinato de Julio César, la guerra civil y la instauración del Imperio por Augusto.
Con la llegada de la República, en el año 509 a.C, las funciones de los siete reyes primigenios fueron repartidas entre el poder religioso, el pontífice máximo, y el civil.
Quien accedía a esta «carrera del honor» debía acreditar el prestigio de sus antepasados, por lo que era en la práctica un privilegio de las antiguas familias patricias.
LAS ETAPAS DEL GOBIERNO
Los primeros peldaños de esa pirámide eran el cargo de cuestor, vigilante de las finanzas públicas; le seguían los tribunos de la plebe, una especie de fiscales; luego los ediles, que organizaban la vida civil como los actuales alcaldes o concejales, y después los pretores, administradores de justicia.
El altísimo cargo de cónsul era desempeñado por dos magistrados, responsables del gobierno y con mando militar, y los censores eran otros dos elegidos cada lustro y que hacían de árbitros políticos.
El poder supremo pertenecía al «dictator», un cargo extraordinario al que Roma otorgaba plenos poderes durante seis meses en casos de emergencias o crisis.
Todas estas funciones, colegiales, electivas y con una duración preestablecida, siguen más que vigentes en los ordenamientos del mundo moderno así como en nuestro lenguaje político.
CINCO TESTIGOS DE EXCEPCIÓN
Las cinco esculturas que acompañan el recorrido expositivo presumen de los laureles que conquistaron en vida.
Por ejemplo se muestra la reconstrucción de una columna que conmemoraba la primera victoria naval de los romanos, en el 260 a.C contra los cartagineses, o fragmentos del sepulcro de la familia Cornelia, la de los influyentes escipiones.
La estatua más interesante es el «Togato Berberini», majestuosa figura de un hombre con su toga, datado en el siglo I d.C, que lleva en sus manos los bustos de sus antepasados, recordando el valor de la honorabilidad para las «gens» o dinastías familiares romanas.
Era lo que se conocía como «Ius imaginum», es decir, el derecho que los patricios tenían para exhibir en espacios públicos retratos y emblemas de sus familiares muertos, una prerrogativa que a partir de siglo IV a.C fue extendido a los plebeyos.
UN EJEMPLO DE PODER EN FEMENINO
La muestra recoge un único ejemplo de poder femenino, el de Cornelia, hija de Escipión el Africano, vencedor de Aníbal en la segunda guerra púnica (218-201 a.C), y que representó el paradigma de «matrona romana», también en la subsiguiente época imperial.
Se casó con el cónsul Tiberio Sempronio Gracco, de quien tuvo doce hijos, pero solo tres sobrevivieron: Sempronia, dada en esposa a Publio Cornelio Escipión Emiliano, y Tiberio y Gaio Gracco, dos figuras clave en las últimas décadas del siglo II a.C.
(ir)