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Las elecciones de la nueva normalidad

Pedro Gómez Nieto

“El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”, comentaba Winston Churchill para justificar la debilidad de una forma de gobierno que deja el futuro de la sociedad a merced de una ruleta rusa. Menos diplomático es el filósofo Jason Brennan, en su libro “Contra la democracia” fundamenta que «los votantes suelen ser ignorantes, irracionales y altamente sesgados».Brennan identifica tres grupos: «hobbits», gente desinformada por apatía, desencanto, pereza; «hooligans», que disponen de información sesgada, integrados en rebaños fundamentalistas; finalmente «vulcanos», les interesa la política, procuran estar informados y respetan las opiniones de terceros enriqueciendo las propias.

Pero existen otros dos grupos: los «indecisos», que desearían participar pero tienen dudas sobre los candidatos debido a la falta de liderazgos y pobreza en sus propuestas; y los «objetores», cada vez más numeroso, aquellos que por diferentes motivos nada quieren saber del negocio de la política. Los podemos ubicar como subgrupos de “vulcanos” y “hobbits”, nunca de “hooligans” donde converge el voto duro.

Si metafóricamente el concepto “democracia” fuese la luna, el hecho de que tenga como finalidad hacer al ciudadano protagonista de su destino mediante el ejercicio del voto, exponente de libertad, sería la cara romántica que vemos. Pero en su cara oculta hay otra realidad: la parafernalia de los procesos electorales se articula para canalizar los votos hacia grupos de influencia conformados por políticos y empresarios que pugnan por cuotas del poder. En línea con el pensamiento del filósofo Herbert Spencer partidario del darwinismo social, un hombre no deja de ser esclavo solo porque se le permita en cada proceso electoral elegir a sus nuevos amos.

Iniciada la campaña electoral de la “nueva normalidad” los candidatos se movilizaron según la vieja usanza, de ciudad en ciudad. Focalizo un hecho ocurrido en Santa Rosa de Copán durante la reunión nacionalista de Mauricio Oliva. Mientras hablaba se quitó la mascarilla: “Se que estoy corriendo un riesgo, pero quiero que ustedes me miren la cara y a los ojos mientras les hago un compromiso…”. En la escena identifico técnicas de Inteligencia sobre comunicación. Establecer el rapport apoyándose en la proximia (distancias), paralingüística (lenguaje), y kinesia (gestos), fundamentos de la comunicación no verbal. Cuando se logra la sincronía el vínculo entre emisor y receptor se produce. Pocos candidatos se preocupan por los vínculos, menos conocen las técnicas, y contados los que tienen la sensibilidad y habilidad para aplicarlas, Mauricio Oliva entre ellos. En el extremo opuesto Luis Zelaya, cuya soberbia y desapego hacia el electorado ya quedó evidenciado en las pasadas elecciones. Nefelibata que se aprovecha del cargo que ostenta para presentar nuevamente su candidatura confiando en que sus problemas judiciales, evidencia de su doble moralidad, pasen desapercibidos para los electores. Persistiendo en su “exitoso” modelo de comunicación el resultado que obtendrá es predecible.   

Igual que se depura el censo para fortalecer el proceso electoral, los intelectuales deberían depurar y revitalizar los idearios partidarios para fortalecer la democracia. Demasiados años llevan los socialistas apropiándose de estereotipos, ¿quién no simpatiza con un discurso populista que denuncie la pobreza, la desigualdad, la explotación laboral, reclamando justicia social? Decía Churchill que los imperios del futuro serán los imperios de la mente.

Los candidatos de la oposición desearían retrasar las elecciones, abiertamente confiesan que ninguno tiene la capacidad e infraestructura para derrotar al Partido Nacional. Cuando JOH deje el cargo sufrirán del síndrome de abstinencia, necesitarán otro “punching ball” donde desahogar su fracaso político y mediocridad personal. El Partido Nacional es el enemigo a batir y no saben cómo hacerlo. Cada candidato quiere la banda presidencial pero necesita que los terceros le cedan su opción, lo cual no parece posible. Quien lo haga evidenciará ante su electorado que es un cobarde que no tuvo el amor propio para intentarlo sometiéndose al juicio de las urnas. Cuando nuevamente pierdan solo tienen que mantener la actual estrategia. Recordémosla someramente: ahora victimizarse porque se prepara un nuevo fraude; una vez derrotados denunciar el robo; acusar a los observadores internacionales por haber sido comprados; no reconocer al ganador porque le falta legitimidad; cuestionar, debilitar y torpedear instituciones; etcétera. Resumiendo la tragedia: deberemos soportarles otros cuatro años esparciendo mierda sobre Honduras desde sus pedestales hipócritas de integridad moral.

¿Hasta cuándo esta sociedad debe seguir pagando por su democracia el precio de un Gólgota?

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