Tegucigalpa – El asesino del club nocturno Happy Land, el cubano Julio González, responsable de uno de los mayores asesinatos en masa en los Estados Unidos podría quedar libre este año, bajo el estatus de probatoria.
De aquella fatídica madrugada del 25 de marzo de hace 26 años en Nueva York, cuando 87 personas, la mayoría hondureños, murieron quemadas producto de la mano criminal de un desquiciado, al interior de una discoteca en Nueva York, hasta este junio de 2016, cuando el terror sacudió y causó la muerte de medio centenar de personas en el centro nocturno Pulse de Orlando, las tragedias siguen marcando a la comunidad hispana en los Estados Unidos.
Solo que en esta ocasión, la tragedia marcó a la comunidad LGTBI en lo que los expertos llaman una peligrosa combinación de crímenes de odio asociado a posturas radicales religiosas generadoras de intolerancia y violencia.
Ya sean las llamas de aquel infierno de Happy Land o las balas mortíferas en el club gay de Orlando, ambos hechos han teñido de sangre y dolor al mundo, especialmente a la comunidad hispana, protagonista y víctima de estos episodios de lágrimas.
Un asesino en potencial probatoria
El dolor de las familias que perdieron a sus seres queridos en Happy Land se reaviva este junio tras la tragedia en un club de Orlando, que como para agravar ese mal recuerdo, ha trascendido que el causante del peor asesinato en masa ocurrido en la gran manzana pudiera recobrar su libertad.
El responsable del siniestro en Nueva York, Julio González, quien mató a gente alegre, la mayoría inmigrantes, que se divertían en la discoteca Happy Land en el Bronx, puede solicitar nuevamente, este año, una probatoria que le permitirá quedar libre condicionalmente. Hace cerca de dos años, el hombre acudió a esa figura pero le fue denegada tras las protestas de familiares de las víctimas.
González, un emigrado cubano, llegó a Happy Land la noche de aquel 25 de marzo para tratar de reconquistar a su exmujer, Lydia Feliciano, quien trabajaba en ese centro, en el área de guardarropa. Pero tras su llegada, la pareja discutió y el cubano fue expulsado del local.
Julio González retornó horas después, en la madrugada, tras adquirir gasolina, rociarla en la única entrada del local, meterle fuego y cerrar con seguro la puerta de metal. Los resultados son imborrables. La tragedia enlutó a los Estados Unidos y más aún a Honduras de donde procedía la mayoría de las víctimas, muchos de los cuales eran descendientes garífunas.
Aunque las circunstancias distan diametralmente, no hay duda que, en los crímenes masivos cometidos en Nueva York, hace más de un cuarto de siglo, o recientemente este mes en Orlando, como en cualquier otro caso, no puede existir motivación alguna para causar la muerte a un ser humano. La violencia es un componente común dijo el sociólogo hondureño Eugenio Sosa al ser consultado por Proceso Digital.
Tanto en Happy Land como en la discoteca de Orlando, los sueños de las víctimas, en su generalidad gente joven y llena de vida, quedaron sepultados.
Pero el asesino de Happy Land sobrevivió y está preso, en el caso del causante de la masacre de Orlando, el criminal fue muerto al enfrentarse a las fuerzas del orden.
Al ser indagado por detectives, Julio González dijo “Me molesté, el diablo se apoderó de mí e inicié el fuego”, acentuando el ataque de irá con que actuó.
Tragedia imborrable
Rubén Valladares, el disc jockey del centro Happy Land, sobrevivió a la tragedia neoyorquina, él dijo hace poco más de un año a periodistas hondureños, que recuerda el drama de aquella incendiaria noche como si fuera hoy.
Él detalló como el local se llenó de humo y la lucha por salir, en medio de las llamas hasta abandonarlo y ubicarse donde hoy se encuentra un monumento a las víctimas de la tragedia. Valladares es originario del atlántico puerto de Trujillo en Colón.
Para Valladares, el asesino de Happy Land debe permanecer en la cárcel de por vida.
Jorge González fue condenado a cadena perpetua por asesinato con agravantes, indiferencia: 174 cargos y cumple su pena en un centro en el norte de Nueva York. La ley le permite intentar nuevamente hacer una solicitud de probatoria antes de que concluya este 2016.
Un dolor que se reedita
Pero mientras las víctimas que sobrevivieron o perdieron a sus parientes en aquella jornada de terror tratan en vano de olvidar; las huellas del terror se reavivan ante un nuevo hecho, causado por un estadounidense en otro club nocturno, esta vez en Orlando, Florida.
Omar Siddique Mateen, autor directo de la muerte de 49 personas y 43 heridos en el club gay Pulse, es descrito como un hombre inestable, violento, homofóbico. Así lo califican desde su padre y su exesposa, al igual que algunos conocidos como sus excompañeros de trabajo.
Matten llegó a la discoteca donde se celebraba una noche latina y la gente, en su mayoría homosexuales de origen hispano, se divertía. Él empezó a disparar.
Los testimonios de los sobrevivientes son espeluznantes, algunos comentan como Matten se reía mientras les disparaba o como tocaba los cuerpos tumbados con sus armas para saber si aún estaban con vida.
La violencia y sus matices
Matten, un guardia de seguridad, habría cometido la cruenta masacre inspirado en ideas yihadistas, sin contactos externos, dice una de las hipótesis.
Pudo haber actuado como los llamados “lobos solitarios” que simpatizan con el grupo Estado Islámico, se estima, de parte de entendidos que hacen conjeturas en la búsqueda de ciertas respuestas.
Pensar en el extremismo, es otro de los aspectos fundamentales en la averiguación que ronda la tragedia.
Se ha indicado que Mateen asistía con regularidad al club Pulse y que incluso fue activo en chat de homosexuales para buscar pareja.
Pero sea cual sea la motivación de Matten, para el sociólogo Eugenio Sosa, la fuente de este crimen en masa o del ocurrido en Happy Land hace 26 años, es el odio.
La homofobia, el desprecio por los inmigrantes, el odio por las etnias, por los hispanos, la falta de cimentos sólidos en los valores de convivencia diversa y los aspectos religiosos extremos, hacen la existencia complicada, violenta e insegura, apuntó Sosa, profesor en la Facultad de Ciencias Sociales en la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Pero la matanza de Orlando, ocurrida la madrugada del domingo sigue en la nebulosa y los expertos no ven claridad sobre como despejarla expeditamente.
Uno de los temas que ha resurgido con fuerza está vinculado al mercado de armas de los Estados Unidos y la facilidad con que las mismas son adquiridas. De nuevo el tema divide las opiniones y repercute en el electorado que deberá definir a finales del añoquién sucederá al presidente Barack Obama en la Casa Blanca.
El presidente estadounidense ha hecho énfasis en la necesidad de evitar este tipo de tragedias de cara al futuro cercano, más allá de centrarse en los detalles de lo ocurrido de manos de un “trastornado”, como él ha descrito al asesino.
Obama, a quien le queda poco más de medio año de mandato, dijo a inicios de la semana que «Sabemos que en algún momento, entre los 300 millones (de habitantes de EEUU) va a haber algunos individuos que, por cualquier razón, encuentran tentador ese tipo de propaganda».
Pero sea un hecho terrorista, un acto homofóbico o un crimen desvinculado perpetrado por un intolerante frenético, lo que sí es una realidad es que el mundo cada vez se vuelve más inseguro y violento, mientras las perspectivas de los líderes del planeta no dan visos de pautas claras para hacerle frente a la incertidumbre de una tragedia que flota en cualquier ambiente…