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La trampa de la democracia

Por: Pedro Gómez Nieto
Asesor y Profesor CISI

La democracia podría considerarse la mejor forma de organizarse políticamente una sociedad, donde el poder se ejerce mediante mecanismos de participación popular. En Honduras tenemos una democracia representativa, la titularidad no la ejerce directamente el pueblo por medio de una asamblea, sino sus representantes elegidos mediante sufragio libre y directo. La “voluntad popular”, término utilizado en 1792 por el filósofo Rousseau en su “Contrato Social”, es el fundamento. Explica: “Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y cada miembro es considerado como parte indivisible del todo”. “Quien se niegue a obedecer la voluntad general será obligado por el cuerpo político”, sentencia.

Desde Platón existen corrientes de pensamiento que denuncian las debilidades de la democracia, relacionadas con electores y elegidos. Una de ellas actualmente la lidera el filósofo Jason Brennan, profesor en la Universidad de Georgetown, quien defiende una variante del modelo, la “Epistocracia”, el poder de los que saben. En su libro «Contra la democracia» propone mejorar el sistema haciendo un examen de conocimientos sociopolíticos a los electores, permitiendo el sufragio a quienes aprueben. Si para manejar un vehículo necesitamos una licencia ¿por qué no para votar?

“Como personas tenemos los mismos derechos y libertades individuales, pero el derecho a votar no es como otras libertades civiles, como la libertad de expresión, de religión o de asociación”. En el derecho al sufragio interviene la política afectando a terceros. No es suprimir derechos, razona Brennan, sino de ser más coherentes dándole al voto diferentes valores según el intelecto del titular. Un electorado basado en el conocimiento. 

La idea no es nueva. Platón defendía la “aristocracia” como la mejor forma de gobierno. “Aristos” significa “excelencia”, el gobierno de los excelentes. El sufragio censitario, restringido, ya se utilizó en las revoluciones liberales que marcaron el comienzo de la Edad Contemporánea. Otra corriente de pensamiento convergente con Brennan es la del filósofo John Stuart Mill (1806-1873), llamada “Utilitarismo”, que equipara el bien con la utilidad. A priori, lo que funciona correctamente intrínsicamente es bueno. El desarrollo implica cambio, la ley necesita incorporar “mecanismos útiles” que lo facilite. Mill justifica que la utilidad, para que sea efectiva, debe ser colectiva antes que personal, porque los intereses individuales, por egoístas, lastran el progreso social.

Incluiremos también al profesor Joseph Schumpeter (1883–1952), quien en su libro «Capitalismo, socialismo y democracia» afirma: “El ciudadano normal desciende a un nivel inferior de prestación mental cuando penetra en el campo de la política… argumenta y analiza de manera infantil”. Líneas de pensamiento: “La toma de decisiones políticas no consiste en elegir para uno mismo; significa elegir para todos. Si la mayoría adopta una decisión caprichosa, todos padecen las consecuencias”, Brennan. “La utilidad de una sociedad no puede depender del voto de quienes carecen de criterio y conocimiento”, Stuart Mill. “Moralmente se puede cuestionar el sufragio universal igualitario porque permite a ignorantes e irracionales tomar decisiones que podrían perjudicar a todos”, Brennan. El referéndum del Brexit como ejemplo.

¿Cómo llegaron al poder Hitler, Fujimori, Daniel Ortega…? Legalmente, mediante estructuras democráticas donde los electores depositaron sus votos, para después cambiar las reglas del juego. Otro ejemplo es Venezuela, con 26 constituciones, “la mejor democracia de América Latina” según el expresidente Zelaya, donde tres millones de personas abandonaron el país después de votar por el Socialismo del Siglo XXI de Chávez y de Maduro. ¿Por qué?

En las democracias, electores ignorantes sin conocimiento ni formación, manipulados, afectados emocionalmente, contaminados por medios y redes fecales, con sus votos deciden el futuro de todos. ¿Legal?, sí. ¿Moral?, no. ¿Útil?, nunca. ¿Seguro?, jamás.

Decía JF. Kennedy que “la ignorancia de un votante perjudica la seguridad de todos”. Como sociedad democrática aceptamos que existan condiciones previas para poder votar, por ejemplo la edad del elector, su situación judicial…, incluso al tipo de trabajo que desempeña, como pasa con nuestros bomberos, policías y militares, lo que ninguna Constitución puede avalar porque se violentan DDHH universales. Nadie puede ser discriminado por razón de su profesión, del trabajo que desempeña. Entonces: ¿Por qué no puede también condicionarse (valorarse) el voto en función del intelecto de su titular? (Platón y Brennan); ¿No sería una democracia más útil, más efectiva para todos? (Mill y Schumpeter).

“La democracia es la dictadura que el pueblo elige”. -Bob Marley-

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