La revolución efectiva

Por: Julio Raudales
 
¡¡Tenía que ser francesa!! Es inteligente, joven, muy guapa y desde hace ya algunos años cautiva con su retórica encendida, sus experiencias efectivas y su encanto personal, los círculos académicos mundiales.
 

Se llama Esther Dufló; es titular indiscutida en la cátedra sobre pobreza y economía del desarrollo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Universidad que lidera casi todos los rankings mundiales sobre innovación tecnológica y estudios sobre desarrollo económico.
 
Hace algunos días le fue otorgado el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, el más prestigioso galardón entregado a un científico después del Nobel y que comparte con notables personalidades como Paul Krugman, Giovanni Sartori, Jürgen Habermas y otros.
 
Antes había ganado la Medalla John Bates Clark que en los Estados Unidos se otorga cada dos años a economistas menores de 40 años que han hecho una contribución importante al pensamiento y desarrollo económico, vale decir que quienes han obtenido esta medalla generalmente terminan galardonados por la Academia Sueca.
 
El año pasado tuve el placer de saludarla y escuchar una de sus conferencias en la Kennedy School of Goverment de la Universidad de Harvard, sobra decir que quedé muy impresionado por la lucidez con que expone sus ideas, pero sobre todo por los excelentes resultados que obtiene en lo que ella llama sus “experimentos sociales”.
 
Me sedujo el hecho de que ella se considera a sí misma una “revolucionaria”, (A eso me refería cuando hice referencia a su nacionalidad), ya que está convencida de que la pobreza y la exclusión social son lastres que no tienen ninguna razón de seguir existiendo en el mundo y de que basta un poco de voluntad y honestidad de los políticos, así como más astucia por parte de la academia, para convencerlos para que usen de manera adecuada los medios que la tecnología y el conocimiento actual ofrecen para combatirlas de manera efectiva.
 
En síntesis: no es con armas o con guerra de guerrillas, ni con gobiernos autoritarios y populistas que pretenden arreglar por decreto los problemas sociales, tampoco con constituyentes, que se hace una revolución, sino con inteligencia, con mentes abiertas y sobre todo con honestidad.
 
En su libro “Economía de la Pobreza” (2011), aborda la temática de manera innovadora: Comienza diciendo que la economía puede ser una ciencia experimental; es decir, que podemos controlar poblaciones o individuos, como hacen los químicos y físicos con los medicamentos, de manera que logremos saber cuál es el impacto de las políticas para combatir la pobreza y de esta forma tomar decisiones acertadas a un costo social bajo.
 
Eso era algo que no se enseñaba en la universidad cuando yo estudié –siempre se nos inculcó el argumento de que la economía no es una ciencia experimental- esto sin duda constituye un cambio radical en la manera de abordar los problemas sociales.
 
Su trabajo ha sido fundamental para que en los últimos 15 años muchos países africanos y del sudoeste asiático, estén mostrando éxito en el combate a la pobreza. ¿Cómo es que Kenia, Mozambique, Ghana, Bangladesh y otras naciones que en el año 2000 exhibían niveles de pobreza aberrantes, ahora han revertido esa situación dejando a Centroamérica muy atrás? La respuesta es simple y Dufló la expone con elegancia y convicción:
 
Hay otra forma de abordar el tema… quizás si acudimos directamente a los pobres y logramos entender sus motivaciones, será más fácil obtener de ellos soluciones efectivas. Eso fue lo que los tomadores de decisiones en algunos países de África entendieron y de ahí su éxito. Esa es también la razón que explica nuestros continuos fracasos.
 
En Honduras llevamos más de 15 años en lo mismo. Primero fue el Plan Maestro de Reconstrucción y Transformación Nacional que buscaba resarcir los daños causados por el Mitch, después fue la Estrategia para la Reducción de la Pobreza que buscaba dar sentido al dinero de la famosa “condonación” de la deuda; por último un Plan de Nación.
 
¿Cuánto dinero y recursos se gastaron en los intentos? Asómbrese usted: más de 600 mil millones de lempiras, miles de reuniones, talleres y tinta. Resultado: Mas pobreza, mas exclusión y desigualdad. ¿Qué falló?

Políticos narcisistas y deshonestos, más concentrados en sus “negocios” y en el prurito de conservar su poder; académicos soberbios y poco dispuestos a “contaminarse con la realidad”; técnicos acomodaticios y poco sensibles… Es la hora de despertar por Honduras, de entender el verdadero significado de nuestro llamado, ¡En fin! Es la hora de ser revolucionarios como Esther Dufló.

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