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La noche en que Mujica esperó a Luis Suárez

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Montevideo – Suele decirse que los uruguayos son gente tranquila, amable y de perfil bajo, algo que puede comprobarse en la cercanía de cualquiera de sus personajes públicos, en la sencillez con que viven su día a día y en la poca importancia que se da la mayoría de ellos.

Quizá uno de los ejemplos más claros sea el del expresidente José Mujica, muy cuestionado por diferentes motivos en el ámbito nacional pero muy admirado en el contexto internacional, y destacado por su informalidad en la vestimenta, su falta de protocolo en los encuentros o su manera rudimentaria de vivir, incluso en su época al frente de la jefatura del Estado uruguayo (2010-2015).

En el libro «Una oveja negra al poder» (Debate, 2015), escrito por los periodistas uruguayos Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, se narra, entre muchas otras anécdotas del exmandatario, aquella madrugada en la que Mujica esperó a Luis Suárez en el Aeropuerto Internacional de Carrasco, en las afueras de Montevideo.

Era la noche del 26 de junio de 2014. Ese día, el delantero uruguayo recibió una durísima sanción por parte de la FIFA después de una no menos dura acción en el terreno de juego, en la que, además, era reincidente: fue suspendido por nueve partidos con la Celeste e inhabilitado por cuatro meses tras morder en un hombro al italiano Giorgio Chiellini en el Mundial disputado en Brasil.

«Quería darte energías para atravesar la tormenta, botija (muchacho). Porque mirá que todas las tormentas pasan. Todas. Necesitás estar tranquilo», le dijo el entonces presidente de Uruguay al futbolista recién llegado de Natal (Brasil).

Según explican los periodistas en el libro, el delantero estaba sorprendido y agradecido por la presencia del mandatario de su país en plena madrugada del invierno austral. «No era necesario», dijo.

Suárez, que ya había protagonizado dos incidentes similares (con el centrocampista del PSV Eindhoven Otman Bakkal y con el lateral del Chelsea Branislav Ivanovic), recibía así el calor de la máxima autoridad política de su país en uno de los peores momentos de su carrera.

Días después, cuando Uruguay quedó eliminada en octavos de final de la Copa del Mundo, Mujica volvió a personarse en el aeródromo más importante del país para recibir al combinado nacional y, ante los periodistas, dijo que los integrantes de la FIFA eran «una manga de viejos hijos de puta», en alusión a la sanción impuesta a Suárez.

Según sus asesores, como relatan Danza y Tulbovitz, esa salida de tono del entonces jefe de Estado uruguayo cerró cualquier puerta a una posible nominación de Mujica al Premio Nobel de la Paz, para el que ese año sonaba con fuerza.

«No me entienden. Nunca voy a dejar a un botija como Suárez solo», explicó cuando le recriminaron aquellas palabras.

En aquella sentencia resumía el valor personal de Suárez, aquel chico nacido en Salto, cuna del también internacional Edinson Cavani, un lugar situado a unos 500 kilómetros de Montevideo y fronterizo con Argentina por el río Uruguay.

En aquel momento empatizaba con un deportista que había salido de un entorno humilde, que había trabajado como barrendero para ayudar a la complicada economía familiar y que cuando empezó a salir con Sofía Balbi, la mujer de su vida, ya en Montevideo, recorría varios kilómetros a pie para encontrarse con ella porque no tenía «plata» para los viajes.

«Suárez es un gurí (chico) bárbaro, que se hizo de abajo. Lo conozco bien y tiene la picardía del pobrerío. Es un buen tipo», declaró Mujica a los escritores unos años antes, en 2010, cuando Uruguay se clasificó para las semifinales del Mundial de Sudáfrica después de una pillería suya.

El delantero atajó con la mano un gol de Ghana en el último minuto que, aunque provocó su expulsión, salvó el empate que derivó en la tanda de penaltis y el correspondiente pase a la penúltima ronda de la competición.

«Al hablar con él te das cuenta de sus buenos sentimientos. Lo que hubo ahí fue viveza pura», agregó.

Apenas un mes después del incidente en el Mundial de Brasil, Suárez fichaba por el Barcelona con la aureola de «caníbal» del área contraria para sumarse al argentino Lionel Messi y al brasileño Neymar en el que, a posteriori, sería el famoso tridente azulgrana.

Tras debutar en el Nacional uruguayo, emigró a Europa, donde jugó en el Groningen y el Ajax neerlandeses antes de su explosión definitiva en el Liverpool inglés, donde convirtió 82 goles en 133 partidos.

De ahí pasó al club azulgrana, al que, según todos los indicios y después de 4 Ligas, 4 Copas y 2 Supercopas de España en 6 años, está a punto de decir adiós.

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