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La neutralidad de la red en peligro, una vez más

Michael Powell es el hijo del General Colin Powell. El mayor de los Powell conoce bien los asuntos de guerra. Como es bien sabido, fue él quien el 5 de febrero de 2003 expuso ante la Asamblea General de Naciones Unidas los argumentos en defensa de la invasión a Irak, basándose en pruebas erróneas de la existencia de armas de destrucción masiva. Powell considera ese discurso como una dolorosa “mancha” en su trayectoria. Por lo que resulta particularmente sorprendente que ahora su hijo presagie que el Gobierno de Obama enfrenta la amenaza de una “Tercera Guerra Mundial”.
 

Michael Powell es el presidente de la Asociación Nacional de Cable y Telecomunicaciones (NCTA, por sus siglas en inglés), que constituye el principal grupo de presión de la industria de la televisión por cable. Es también ex director de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés), el organismo encargado de dictar las normas de telecomunicaciones del país. Su actual blanco de destrucción es la neutralidad en la red. El campo de batalla es en Washington, D.C., dentro del cuartel general de la FCC. Los mayores proveedores de servicios de Internet, compañías como Comcast, Time Warner Cable, AT&T y Verizon, aúnan fuerzas para terminar con la neutralidad de la red. Millones de ciudadanos, junto a miles de organizaciones, otras compañías, artistas e inversores intentan salvarla.
 
¿Qué es la neutralidad de la red? Es el principio fundamental de que cualquier persona en la red puede acceder a cualquier otra, de que los usuarios pueden acceder con la misma facilidad a un pequeño sitio web lanzado desde un garaje que a uno de los principales portales de Internet como Google o Yahoo. La neutralidad en la red es el amparo contra la discriminación con el que cuenta Internet. Y entonces, estos grandes proveedores de servicios de Internet, ¿para qué querrán eliminar algo tan bueno? Por codicia. Los principales proveedores de servicios de Internet ya obtienen inmensas ganancias. Pero si se les permite crear una Internet de varios niveles, en la que algunos proveedores de contenido paguen más para que sus páginas o sus aplicaciones web se carguen más rápido, podrían obtener ganancias extra. Recordemos que los usuarios ya pagan para acceder a Internet. Ahora, compañías como Comcast pretenden cobrarles también a quienes se encuentran al otro lado de la conexión de Internet, con lo que recaudarían miles de millones de dólares provenientes tanto de los usuarios como de los proveedores de contenido.
 
De eliminarse la neutralidad de la red, los principales proveedores de contenido, ya consolidados y con vasto capital, pagarán por el privilegio de que sus contenidos sean accesibles a través de una “vía rápida” en Internet. Los sitios web más pequeños y las nuevas aplicaciones no tendrán el mismo acceso, y quedarán atascados en los carriles de circulación más lenta. La era de los nuevos emprendimientos austeros impulsores de innovación llegará abruptamente a su fin. Ya no se fundarán compañías de alta tecnología en dormitorios de residencias estudiantiles. Llevará más tiempo cargar esos sitios que los ofrecidos por las grandes compañías.
 
La Comisión Federal de Comunicaciones es una típica agencia reguladora “cooptada” por las empresas a las que debería supuestamente regular, y cuyos funcionarios suelen alternarse entre la función pública y el trabajo para esas empresas. El actual director de la FCC, nombrado por el Presidente Barack Obama, es Tom Wheeler, que previamente fue presidente de la Asociación Nacional de Cable y Telecomunicaciones, cargo que hoy ocupa Powell, y luego encabezó el grupo de presión de la industria de las comunicaciones inalámbricas. Básicamente, Tom Wheeler y Michael Powell intercambiaron posiciones el uno con el otro. Lamentablemente, ambos llevan adelante la misma tarea: representar los intereses de las grandes empresas.
Fue durante la dirección de Michael Powell que la FCC declaró a la industria de la banda ancha “servicio de información”, limitando así el alcance de las regulaciones en dicha industria. En su reciente discurso de apertura de la asamblea anual de la Asociación Nacional de Cable y Telecomunicaciones, Powell calificó esta medida como “un cambio hacia una normativa más laxa”. Sin embargo, la elevada retórica de Powell no pasa el test de la risa. El servicio de banda ancha en Estados Unidos, en promedio, es de una calidad muy inferior a la de otros países, y mucho más caro.
 
Los activistas pretenden que la FCC vuelva a declarar a la banda ancha como servicio público, tal como lo es el servicio telefónico. Imaginemos lo que sucedería si a las compañías telefónicas se les permitiera reducir la calidad de nuestras llamadas porque no pagamos extra por un servicio de primera clase. O imaginemos lo que sucedería si el agua que sale de nuestros grifos fuera menos pura que el agua del vecino, porque ellos sí pagan extra por agua de mayor calidad. Estos servicios están regulados. Todo el mundo accede al mismo servicio, sin discriminación.
 
El pasado mes de enero, un tribunal federal anuló la normativa de la FCC para una «Internet Abierta», argumentando que si bien la FCC tiene la facultad de regular Internet, sus normas no seguían ninguna lógica. Al declarar apropiadamente el servicio de Internet como servicio público, la FCC puede regularlo, legal y sensatamente.
 
Casi dos millones de personas ya se han pronunciado a favor de la neutralidad en la red y están exhortando a la recategorización del servicio de Internet. Ese es el acto que según Michael Powell provocaría la “Tercera Guerra Mundial”. Michael Powell puede amenazar con iniciar una guerra a causa de ciertas políticas, pero debería tener cuidado con lo que desea. Como director de la FCC, allá por el año 2003, lideró los esfuerzos que hubieran permitido una mayor concentración en los medios, lo que provocó una fuerte reacción pública. Finalmente, las normas permisivas que él propuso fueron derrotadas. El Congreso aprendió la lección tras las manifestaciones contra las leyes para la regulación de Internet conocidas como SOPA, Ley de Cese a la Piratería en Internet, y PIPA, Ley de Protección de la Propiedad Intelectual. El clamor en su contra fue mundial e implacable.
 
Ahora, el centro de atención es la Comisión Federal de Comunicaciones. Tom Wheeler tiene la oportunidad de escuchar a millones de ciudadanos preocupados y corregir los errores del pasado. O puede seguir las órdenes de Michael Powell y su ejército de presión. Si lo hace, en su trayectoria quedará también una mancha indeleble.
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