La historiadora Leticia de Oyuela construye un extenso relato sobre el enorme papel que la minería ha tenido en la vida nacional en su libro “Esplendor y Miseria de la Minería en Honduras”. Este puede servir de base para derivar conclusiones importantes sobre el rubro y las lecciones que se deben tomar del pasado, y consideraciones para el futuro.
La sociedad colonial hondureña se construyó alrededor de la minería. Los patrones de inmigración, tenencia de tierra, y organización social del periodo colonial quedaron fuertemente marcados por la actividad económica principal. Estos rudos mineros, rapaces y codiciosos, en realidad no lo eran más que los que colonizaron Siberia, California, o el Witswatersrand. Es más, el desarrollo de la minería local carece del componente genocida de la minería en los únicos dos polos mayores en la américa española: El altiplano alpino, y la región central de México. Igualmente, como punto positivo, hay que resaltar que la esclavitud ni el peonaje se arraigaron, y más bien poblaciones mestizas fueron surgiendo con menor estratificación o marginalidad que lo común en América.
La organización política centralista hacía que el beneficio de acumulación se fuera al exterior. Se prohibía el acuñamiento de moneda o el procesamiento de minerales, obligando a llevarlos a Guatemala. Las formas de nombrar funcionarios promovían que el estado captara buena parte de las fortunas mineras (a través de la venta de posiciones) y que sus propietarios no se arraigaran. El sistema mercantilista, rígido y arbitrario, promovía el contrabando y la corrupción.
Con el proceso de la independencia, colapsaron los sistemas comerciales existentes. La anarquía republicana causo una pérdida del impulso del sector. La minería requiere una inversión continua en mantener las operaciones, por lo que si estas se paralizan comenzar de nuevo requiere volver a hacer gran parte de la inversión inicial. Si a esto le agregamos que los competidores comenzaban a hacer una explotación industrializada, que requería mucho capital, vemos como el sector se fue volviendo relativamente más débil.
La Reforma Liberal dio un nuevo impulso. En este proceso se logró una inversión sostenida, pero no dio todos los resultados esperados por varias fallas de origen que nunca fueron corregidas. Para que la economía nacional se beneficie de un rubro es necesario que frutos considerables de la actividad se queden en el país, ya sea en manos públicas o privadas, de forma continua. Estas empresas no pagaban impuestos, no daban valor agregado local, a ni reinvertían las utilidades aquí, por lo que el único beneficio que quedaba era el empleo y otros gastos locales. Por tanto, nunca pasaron de ser un enclave para volverse en un motor de desarrollo- aunque por lo menos permitieron crear economías regionales estables por periodos de tiempo considerables.
Se presenta el caso de intentar desarrollar nuestro propio rubro siderúrgico a finales de los 1960’s. Este proyecto lograba el efecto de reinversión y valor agregado que no se logró con la minería comercial hasta ese tiempo. Sin embargo, las empresas estatales tampoco tenían la capacidad de realizar actividades de este tipo, y pudo haber fallado como otros proyectos similares de ese periodo.
En sus anexos presenta una propuesta de don Julio Lozano de establecer un impuesto progresivo a la actividad, ya que las utilidades de las mineras varían de acuerdo con los precios de sus productos en el mercado internacional. Esta propuesta lograba dar beneficios al país de una manera que no destruyera el impulso de invertir. Si se ligara a premios de reinversión de utilidades, especialmente en actividades de procesamiento, serviría de base para una visión futura del sector.
Posteriormente ha habido otras experiencias que básicamente han replicado la experiencia de las anteriores, con el nuevo desafío (ignorado antes) de las amenazas ambientales. La conclusión que derivamos es que las riquezas minerales son parte importante de las bondades dadas por Dios y la naturaleza a nuestro país, por lo que debemos aprovecharlas. Conversamente, no podemos aprovecharlas de una forma desentendida e irresponsable. Cuidar el ambiente, cobrar impuestos o lograr inversión en infraestructura pública, y desarrollar cadenas de valor agregado son compatibles con desarrollar este sector. Con esto los ciclos de opulencia y miseria que le han acompañado al sector serán rotos y sustituidos por desarrollo y bienestar.