La Iglesia Católica llama al perdonado a que perdone para una verdadera reconciliación en Honduras

Tegucigalpa – El arzobispo de Tegucigalpa, monseñor José Vicente Nácher, llamó  a los hondureños a una reconciliación desde el verdadero perdón, donde quien ha sido perdonado, perdone.

“El perdón no es algo tan sencillo, incluye la decisión de la propia persona, pero no basta la propia voluntad, el perdón, como expresión de la misericordia y del amor que desea la vida del pecador, es un elemento divino más que una acción práctica para sobrellevarnos bien, se trata de un don recibido y compartido”, dijo monseñor Nácher en su homilía del vigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario.

El prelado recordó desde la Catedral Metropolitana que el perdonado, perdona, “esa es la dinámica cristiana que nos hace agradables a Dios, quien no duda en pedirnos a nosotros, compartir el perdón que hemos recibido”.

Aunque muchas personas no han recibido más que la intransigencia y la amenaza en sus vidas, y para ellos se les hace difícil, monseñor Nácher destacó que no es imposible conocer otra manera de ser.

“La Iglesia tiene que ser el rostro de la misericordia de Dios para que el mundo conozca que es posible el amor y en el amor, el perdón”, manifestó al exhortar a ser conscientes de nuestros pecados pues, “sin conciencia de pecado, nos creemos buenos y creemos que no necesitamos pedir perdón, y si nos creemos buenos, lo que hacemos es exigir a los demás que también lo sean como nosotros creemos serlo”, dijo.

El arzobispo reflexionó que estas personas no son capaces de comprender el dolor de los demás, la fragilidad del débil. “El rencor daña; el perdón sana”, enfatizó. VC

A continuación, Proceso Digital reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35:

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete».


Entonces Jesús les dijo: «El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

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