La Política tiene que ver con la gestión, pero sobre todo con los valores y las ideas que forman y justifican las decisiones de esa gestión. Esos valores e ideas traducen una manera de pensar y de sentir que finalmente desemboca en un discurso, luego, para que la política tenga sentido, el discurso debe concluir en acciones coherentes que la hagan viable y positiva.
Lástima que, en nuestras Honduras, desde hace ya bastantes años los políticos de patio, al tratar de justificar su falta de ideas innovadoras y sus escasas competencias para concretar con éxito su tarea, intentan edulcorar su proceder con palabras vacuas, llenas de sinrazón, a manera de justificar los oscuros hilos que se tejen detrás de la llegada a sus cargos. En el pasado al menos lo disimulaban, hoy se ha perdido todo pudor.
Se abrió una grieta cada vez mas profunda entre los anhelos de una población tan frustrada como indignada y un grupúsculo de individuos siniestros, de ambición ilimitada, servidos por una caterva de aprendices de políticos inmorales y pencos, a los que, con el pasar de los años, el poder ha ido enfermando, en detrimento de un estado cada vez mas débil y anquilosado.
Mencionaré solo tres ejemplos de una lista que pudiera ser exhaustiva, sobre cómo esa grieta que separa a la ciudadanía de la élite, se ensancha cada vez mas, hasta dejar un sentimiento desolador que les empuja en caravana hacia un norte lejano y hostil.
El primero es el INFOP. Desde hace muchos años, tanto los pequeños y medianos empresarios que sufragan su presupuesto, como la academia y otros especialistas, urgen una reforma que lo modernice y le haga colaborar con la solución del mayor problema que enfrenta el país en la actualidad: el subempleo y la falta de buenos ingresos por trabajo.
En efecto, viven en Honduras casi 2.5 millones de jóvenes de entre 16 y 30 años. De ellos, apenas 200 mil estudia en una universidad, 600 mil ya tienen título superior y unos 800 mil no buscan trabajo ni estudian. El resto, casi un millón, quisieran laborar o formarse, pero no encuentran opciones.
Es evidente que una sola institución es incapaz de satisfacer una demanda tan grande. Su mandato, mas que servir cursos y carreras técnicas, se debería centrar en ser el ente rector que financie, fomente, guíe y regule la educación técnica en el país.
Pero un sindicato voraz y cínico, sumado a administraciones politizadas y corruptas, mantienen secuestrado el patrimonio financiero y humano del instituto, lo cual ahonda la grieta entre lo deseado y lo conseguido.
El segundo caso es Banadesa. Una institución que, desde hace casi medio siglo, utiliza fondos del erario dizque para dar apoyo crediticio a los pequeños agricultores del país.
Pocos, poquísimos son los productores del campo que pudiesen decir con propiedad que, gracias al susodicho banco mejoraron la situación de sus cultivos. Cómo sucede en general con todas las instituciones de servicio público en el país, la grieta de Banadesa suma más de L 800 millones de capital negativo (unos L 530 millones de cuentas incobrables y L 300 millones en cartera vencida), esto impide su viabilidad y, a menos que el gobierno esté dispuesto a capitalizarlo, situación que ya negó la titular de SEFIN, el banco no tiene otra salida mas que su virtual liquidación.
Claro que es indispensable dar asistencia técnica y crediticia al sector agrícola, pero hay que recordar que, para que la operación sea sostenible, el banco debe operar a las tasas de interés de mercado. Continuar prestando a tasas mas baratas puede funcionar siempre y cuando el subsidio sea cubierto por el fisco. De no ser así, eventualmente el banco caerá en “default”. Y si a esto sumamos la politización y opacidad en la gestión institucional, la cosa seguirá camino al abismo.
Bien lo aseveró el casi centenario banquero copaneco: “Cómo no van a quebrar las instituciones públicas, si en vez de ser dirigidas por los mas calificados, ponen familiares y recomendados políticos, sin importar su formación y experiencia. Cualquiera de los tres ejemplos expuestos sirve para ilustrar el por qué de la erosión institucional y social que vivimos.
¿Cómo cerrar esta grieta?, pues sorteando la trampa obtusa y corrompida que la creó, entregando la política a personas con moralidad, capacidad y experiencia, deshaciéndonos de una vez, de esa masa de personas mediocres e insensatas que en un país serio solo podrían ser oscuros trabajadores de cualquier cosa. Mientras no lo hagamos, habrá que seguirles pagando con nuestros impuestos.