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La «diplomacia funeraria», cuando la muerte une (o separa) a los líderes mundiales

Ciudad del Vaticano.- Las exequias por el papa Francisco este sábado, que reunirán a medio centenar de líderes mundiales -entre ellos los presidentes de EE.UU., Donald Trump, y Ucrania, Volodímir Zelenski-, son el último eslabón de la «diplomacia funeraria» que los países utilizan para enviarse mensajes.

Volverán las sonrisas incómodas, las miradas huidizas, pero también los apretones de manos e incluso los guiños de reconciliación que caracterizan estos eventos que a menudo fuerzan extraños compañeros de viaje.

La hemeroteca devuelve ahora imágenes del funeral de Juan Pablo II (2005), como el desliz del entonces príncipe Carlos de Gales (en la actualidad el rey Carlos III de Inglaterra) al estrechar la mano del presidente zimbabuense Robert Mugabe, cuyo régimen estaba vetado por Occidente, o la cercanía física del presidente estadounidense George W. Bush a los líderes de Irán y Siria.

Aunque la despedida a Francisco no reunirá el mismo número de dignatarios que la de Juan Pablo II hace dos décadas, será una nueva ocasión para que los expertos saquen la lupa y traten de leer entre líneas cada señal, por baladí que parezca.

Y una vez más, las ausencias hablarán tan alto como las presencias.

«Son siempre una oportunidad para que líderes internacionales y sus Estados den sus mensajes, porque son rituales internacionales. Muestran hasta qué punto un Estado, un presidente o un rey, es querido. No solo enseñan la popularidad de un país, sino también la de un líder», dice a EFE Deniz Kuru, catedrático de Relaciones Internacionales de la universidad Goethe de Fráncfort.

Una tradición con arraigo

La historia está llena de exequias que se convirtieron en eventos diplomáticos de primer orden y que aceleraron o consolidaron tendencias globales.

Uno de los más recordados por su relevancia es el del presidente yugoslavo Josip Broz ‘Tito’, en 1980, en el que hubo una enorme participación tanto de países occidentales como de Europa del Este y del entonces llamado Tercer Mundo.

«Fue la oportunidad para Yugoslavia de decir: ‘Somos un Estado legítimo, somos un estado poderoso entre Oriente y Occidente, y somos un actor independiente», señala Kuru, autor de varias investigaciones sobre funerales de Estado.

A su juicio, durante la Guerra Fría (1947-1991) la participación en este tipo de eventos fue decisiva para que líderes de ambos lados del Telón de Acero estableciesen un canal informal de comunicación entre ellos.

En otras ocasiones, el boicoteo a un funeral revela por dónde respira la comunidad internacional. Kuru recuerda cómo los países europeos rechazaron enviar delegaciones de alto nivel al funeral del dictador español Francisco Franco, el 23 de noviembre de 1975.

Solo cuatro días después, los presidentes de Francia, Valery Giscard d’Estaing; de Alemania, Walter Scheel, además de Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel II de Inglaterra, participaban en la ceremonia de exaltación al trono del rey Juan Carlos I.

«Franco no era popular, pero España era importante. Así que los líderes occidentales no fueron al funeral pero sí a la ceremonia por el nuevo rey. Siempre se envía un mensaje a través de la participación y del nivel de la delegación sobre si gusta o no el régimen, el Estado o el presidente», añade.

La tentación de las cifras

En la memoria reciente permanecen las imágenes del funeral de la reina británica, Isabel II, en 2022, que congregó en Londres a líderes como el presidente de EE.UU., Joe Biden; el brasileño, Jair Bolsonaro, y el francés, Emmanuel Macron, y alumbró el primer encuentro público en dos años del rey Felipe VI con el emérito Juan Carlos I.

Londres no tuvo reparo en hablar entonces de los «centenares de dignatarios mundiales» que habían acudido a las exequias, pese a que la realidad era algo más prosaica.

Como dice Kuru, pocos Estados evitan la tentación de «exhibirse» al anunciar la lista de asistentes internacionales a sus funerales y la ofrecen con todo lujo de detalles.

En esta ocasión, matiza el experto, el carácter de líder religioso del papa Francisco, además de ser jefe del Estado vaticano, introduce una variable adicional a la hora de juzgar la presencia de mandatarios.

«El funeral de Juan Pablo II se ve todavía como el de mayor cantidad y mayor nivel de participación de líderes. Pero aquí es importante pensar que también es el jefe de la Iglesia católica, así como líder de un Estado. Así que se hace más difícil comparar cuántos asistieron a su funeral o al de (el sudafricano) Nelson Mandela, por ejemplo», reflexiona. EFE

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