Tegucigalpa, Honduras. La columna vertebral del país, representada por sus instituciones y sus líderes, está rota. Cada renuncia, cada excusa y cada teoría conspirativa no hace más que acentuar la fractura.
El Congreso Nacional, del cual Carlos Zelaya era secretario, es también la columna en la que reposa la democracia en una correlación de fuerzas políticas que garantiza el pluralismo de ideas y la representatividad del pueblo (o, al menos, así debiera ser).
“Carlón”, como también es conocido, volvió a ser noticia al trascender que había escapado a Nicaragua luego del escándalo del narcovideo.
Pero, ante la incertidumbre sobre si ese era su verdadero paradero, usó su cuenta en X para desmentir la información y justificó su salida de Honduras a problemas en su columna.
La ironía no podría ser más elocuente, pues Honduras también tiene la columna rota, incapaz de sostenerse ante la avalancha de corrupción, impunidad y escándalos que lo asolan.
¿La salida de Zelaya responde a problemas de salud? Tal vez. Pero lo que está realmente enfermo es un sistema que permite que figuras cuestionadas huyan mientras el gobierno desvía la atención con cuentos de conspiración.
Y es que, en esta trama de narcos, política, conspiraciones e impunidad, cuya locación favorita es la Corte del Distrito Sur de Nueva York, no podía faltar el plot twist de los genios guionizadores que manejan las comunicaciones del oficialismo.
¡La CIA está involucrada! Así reaccionaron algunos funcionarios del gobierno, acusando a la agencia estadounidense de fabricar información falsa para desestabilizar el país.
Este intento de desviar la atención, más que calmar las aguas, ha alimentado la indignación y el escepticismo de una población cansada de excusas y teorías conspirativas, que resalta -con tono fluorescente- la desconexión entre los líderes y las demandas de la ciudadanía, pues -lejos de asumir responsabilidades o reconocer la gravedad de la situación- las reacciones oficiales han optado por el camino del absurdo.
El discurso gubernamental se convierte en una caricatura de sí mismo. Son “acciones típicas de la guerra psicológica y de desinformación para atacar al gobierno”, posteó el canciller Enrique Reina, quien culpó a la “ofensiva mediática” que con “noticias falsas y manipulaciones” en colaboración con organizaciones de sociedad civil buscan “engañar y sorprender a los hondureños”.
Por su parte, el vicecanciller Gerardo Torres comentó que son “notas basuras de medios basuras” y calificó al portal web InSight Crime como un “panfleto propagandístico que algunos en Honduras insisten en presentar como un medio de comunicación”.
El secretario de Planificación Estratégica, Ricardo Salgado, comentó que los estrategas gringos para Honduras se están quedando sin ideas al “sacar ese churro (falso, dicho sea de paso) de Carlos Zelaya en Nicaragua, producido por la CIA y divulgado por su outlet”.
También reaccionó en esa misma línea el asesor en comunicación del gobierno, Gilberto Ríos “Grillo”: “InSight Crime es un boletín político de la CIA. No es una publicación seria de periodistas comprometidos con la verdad y el balance; es otro panfleto”.
Señalar a los medios de comunicación como culpables es un intento burdo de desviar la atención del verdadero foco de la noticia. Acusar a una agencia extranjera como la CIA de orquestar un complot es no solo irresponsable, sino peligroso, pues trivializa la gravedad de los problemas internos y busca desdibujar la línea entre la verdad y la ficción.
Este nuevo capítulo del narcovideo, del que se había desviado la atención con el surgimiento de otros escándalos, regresa como bomba mediática que nos recuerda el país del que venimos y en el cual seguramente seguimos atrapados, en donde se seguirán exponiendo presuntos vínculos entre altos funcionarios y el narcotráfico.
El video, además de provocar la renuncia de Zelaya y la sustitución de su hijo al frente de la Secretaría de Defensa, ha dejado al gobierno tambaleándose y a la ciudadanía exigiendo respuestas, pues hay más políticos y protegidos mencionados en esa reunión de alto impacto en donde se negociaba la democracia en Honduras.
Desconocer el impacto de estas revelaciones y pretender cubrirlas bajo capas de conspiraciones no ayudará a reconstruir la columna rota de una nación que merece justicia, transparencia y dignidad.