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Inmovilidad

Julio Raudales

¿Pero qué nos está pasando? Navegamos ya en mar abierto en este distópico 2021, sin que se avizore señal de mejora: no hay vacuna, ni mengua la cantidad de contagios; la rehabilitación de la infraestructura luego de los daños de noviembre sigue en la lejanía, los sectores productivos continúan atados y sin posibilidad de recuperación, el sistema educativo paralizado y el desempleo campea en ciudad y campo.

El año del bicentenario fluye en el desamparo. La gente, entretenida en el circo político, pareciera conformarse con su destino atroz. La pandemia juega a favor de los responsables de la desgracia colectiva, ya que ni organizaciones campesinas o sindicatos y gremios profesionales parecieran tener el ánimo para presionar. Todas y todos se refugian en la oquedad de las redes sociales para desahogar su rabia. ¿Qué sería de nosotros sin Zuckerberg o Dorsey? Solo nos quedaría patear al perro.

Claro, también están los juicios de Nueva York, la expectativa de que la providencia o el Departamento de Estado, resuelvan los problemas que vemos insuperables; la discusión sobre la ayuda norteamericana o la europea, no para complementar nuestro esfuerzo, sino para sustituirlo. Doscientos años de dependencia, de inmovilismo, de sumisión.

¿Será que no hay nada que hacer? Yo creo que sí. El país requiere un estallido, un revolvente para traernos de vuelta a la realidad. Está claro que los responsables no actuarán de manera espontánea, nadie lo ha hecho nunca, solamente bajo presión social se generan las reacciones que provocan los cambios necesarios, si acaso. Nada garantiza que, a estas alturas, el gobierno haga lo que no se logró en 11 años de dominación, pero peor será cruzarse de brazos o seguir haciendo la revolución apoltronados en Facebook.

Lo primero es exigir condiciones necesarias para garantizar un proceso electoral limpio y eficiente. No es posible que el tiempo haya pasado y aun no tengamos la bendita tarjeta de identidad, que no se hayan aprobado los cambios en la normativa y que los órganos electorales continúen en el ostracismo secular. Solo faltan siete meses y es imposible calcular el daño económico y social que enfrentaremos si se repite el desastre de 2017. Tuvimos más de tres años para hacer algo, no lo hicimos; si no se actúa ahora, la debacle será letal.

Lo segundo es la necesidad urgente de inmunización. Puede parecer trillado, pero si no se buscan mecanismos para traer la vacuna, si además no se establecen protocolos adecuados para que, una vez que se consiga, se aplique en forma ordenada, siguiendo las prioridades y evitando el abuso y la corrupción que ha desatado escándalos en otros países, sería el colmo que, además de la lentitud con que se ha actuado, tengamos que tragarnos la rabia de ver ministros y funcionarios de segunda y tercera en primera línea, mientras el pueblo sigue en la terrible espera. 

Pero a la presión hay que sumar el esfuerzo colectivo en la consecución de la vacuna. Si ya nos queda claro que el gobierno no puede, habrá que hacerlo por nosotros mismos. Ya el COHEP inició esfuerzos por su cuenta, la UNAH también busca en la cooperación académica, la posibilidad de su obtención. Habrá que aprovechar todos los canales para asegurar el paso a la “nueva normalidad” sin el apoyo subsidiario.

Por último, es necesaria la presión ciudadana para evitar el descalabro fiscal y financiero del país. Los siguientes siete meses son cruciales. La campaña política siempre motiva a los gobiernos irresponsables a exacerbar su gasto con el fin de atornillar a su candidato. Hay que evitarlo. Ahora más que nunca, el Colegio Hondureño de Economistas, el FOSDEH, ICEFI, la UNAH y otros espacios especializados, deben presionar para evitar que el 2022 nos reciba con un ajuste draconiano que implique las impuestos y medidas de presión anti inflacionaria y cambiaria. No sé si aún estamos a tiempo para evitarlo, pero hay que actuar.

No es bueno lo que nos espera en los meses a seguir, pero será peor si la ciudadanía no se pone en pie de lucha para evitar la debacle que ocasiona la inmovilidad de este gobierno otoñal y desmedido.

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