Arena Blanca (Honduras) – El bosque La Milpa, en el norte de Honduras, honra a mártires religiosos, ambientalistas, sindicalistas y guerrilleros asesinados o desaparecidos en el siglo XX, con árboles inscritos con sus nombres, como Óscar Arnulfo Romero, Ignacio Ellacuría y Berta Cáceres, en un espacio que busca preservar la memoria, defender la naturaleza, los derechos humanos y la justicia social.
La Milpa surgió «para mantener viva la memoria de nuestros mártires que perdieron la vida también por defender la tierra, entonces pensamos que están vivos en un árbol», dijo a EFE Suyapa Majano en el bosque La Milpa, que desde la semana pasada tiene alrededor de 70 árboles inscritos con nombres de nacionales y extranjeros, muchos de ellos desaparecidos y asesinados en Honduras y El Salvador, en las dos últimas décadas del siglo XX.
Agregó que el Colectivo La Milpa nació hace cinco años, en plena pandemia de covid-19, que en Honduras dejó más de 11.000 muertos.
«Nos resistíamos a estar en las casas encerrados, encerradas, estábamos recién saliendo de una lucha y acostumbradas a compartir juntas y juntos en las calles y entonces decidimos organizarnos en este colectivo», subrayó Majano.
La Milpa, cruzada por una quebrada que abastece de agua limpia a pobladores del sector, está situada al pie de la cordillera Mico Quemado, jurisdicción de la aldea Arena Blanca, departamento de Yoro, y sus integrantes visitan su hermoso bosque una vez por semana en distintos grupos para compartir y recordar a los mártires.
«Yo tengo tres años de estar aquí y quiero decirles que me siento muy bien, nos sentimos como una familia para defender los recursos naturales, defender los derechos de las mujeres, de los varones, y seguiremos en esta lucha mientras Dios nos dé vida», indicó a EFE Eda Pacheco, una campesina de 67 años, quien perdió a su esposo hace 21 años y es madre de cinco hijos.
En el encuentro que celebraron la semana pasada, a Pacheco le correspondió sembrar junto a un árbol el nombre del sindicalista Herminio Deras, quien era maestro de profesión y militaba en el Partido Comunista de Honduras, a quien ahora define como un nuevo miembro de su familia.
Deras fue «ejecutado extrajudicialmente por elementos del Batallón 3-16 de las Fuerzas Armadas en 1983 en El Progreso, Yoro» (municipio cercano a Arena Blanca), según señaló en 2023 la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Honduras (Oacnudh).
Médicos, poetas y campesinos en la columna guerrillera
Árboles de caoba, cedro, roble, teca, liquidámbar, café, laurel, pimienta, ceiba y cacao, entre otras especies, algunos de varios años y otros recién sembrados, figuran en el bosque de La Milpa para honrar la memoria de los sacerdotes Óscar Arnulfo Romero e Ignacio Ellacuría, asesinados en San Salvador, el primero el 24 de marzo de 1980 y el segundo el 16 de noviembre de 1989.
Se suman el estadounidense James Francis Carney, más conocido como el ‘Padre Guadalupe’, desaparecido en septiembre de 1983 cuando integraba una columna guerrillera al frente del médico hondureño José María Reyes Mata; el colombiano Iván Betancourt, asesinado en una hacienda propiedad de Manuel Zelaya, padre del expresidente del mismo nombre, el 25 de junio de 1975, y el español José María Tojeira, quien murió en Guatemala, por razones de salud, el pasado día 5.
En el bosque también han sido inscritos los ambientalistas hondureños Berta Cáceres, asesinada el 2 de marzo de 2016; Jeannette Kawas, el 6 de febrero de 1995, y Juan López, el 14 de septiembre de 2024, y los guerrilleros José María Reyes Mata, Juan Ramón Dermith y Rafael Zalazar, entre muchos otros, en septiembre de 1983.
«Junto con el padre Guadalupe recordamos a los que cayeron en la columna (guerrillera, que entró por la frontera con Nicaragua) en 1983, y decidimos en esta zona de enfrente, que es absolutamente bosque, hacer los Senderos de los mártires», relató a EFE el sacerdote Ismael Moreno, del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (Eric), rectorado por jesuitas.
El árbol escogido para honrar la memoria del sacerdote Guadalupe Carney, quien prefería que solamente lo llamaran ‘Lupe’, es una frondosa ceiba, «que nos protege siempre que venimos aquí», y está a la par de un horno, «donde hacemos el pan» y una hornilla de barro donde «se cocinan los fríjoles y se hacen las tortillas» para los que llegan a la Milpa, añadió al recordar el tiempo que el religioso estadounidense vivió en Honduras y su aprecio a los campesinos.
Otros miembros de la columna guerrillera fueron Juan Ramón Dermith, un «poeta encantador, joven entusiasta, que decidió involucrarse», y el médico Rafael Salazar, «un hombre lleno de ilusiones, comprometido. Tuve ocasión de conocerlo y conversar con él antes de internarse en la columna», acotó Moreno. EFE
(vc)