Desde que la policía fue separada de la égida militar a mediados de los años noventa, nunca las fuerzas policiales como tal habían emitido un pronunciamiento público, en un espacio pagado en los medios de comunicación, declarando su afinidad político-partidaria a un gobierno en turno.
Los Oficiales, suboficiales, clases, policías, señoritas y caballeros cadetes, personal técnico y auxiliar de la Policía Nacional , como se acreditaron en su comunicado del 25 de febrero, expresaron que “debido al poco interés mostrado en el pasado reciente de fortalecer la Institución policial, le ha correspondido a la actual administración realizar, junto a la Policía Nacional , denodados esfuerzos para adecuarse rápida y oportunamente a las nuevas exigencias que presenta la sociedad. (…)”.
Aludiendo a su apoliticidad que le manda la Constitución en su artículo 293, los suscritos miembros de la Policía Nacional o Policía preventiva (responsable de garantizar la vida a las personas), reaccionaron molestos por las opiniones generadas a raíz del último informe del Observatorio de la Violencia de la UNAH , que registró en el 2008 un promedio mensual de 373 muertes, a un ritmo diario de 12 ejecuciones.
Según los autores del erudito pronunciamiento, “los problemas de inseguridad suscitados en los últimos días han elevado el grado de preocupación en la ciudadanía, llevando a algunos a emitir opiniones que no son objetivas”. Nadie, según los apolíticos policías, puede emitir opiniones en un tema de uso “exclusivo” de la jerga policial.
Desviación política versus realidad
Así, un tema de país quedó convertido en un debate político-partidario sectario, al cual se sumó el presidente Manuel Zelaya, al aseverar que el tema de la inseguridad es una campaña montada por la prensa para elevar la popularidad al candidato nacionalista, Porfirio Lobo Sosa, quien aparece abajo en las últimas encuestas frente a su contendor liberal, Elvín Santos. Recientemente, en un foro televisivo participaron el ex ministro de Seguridad, Óscar Álvarez y el actual titular del ramo, Jorge Rodas Gamero. Ambos, en la prensa han estado corresponsabilizándose de los aciertos o desaciertos en el tema de la inseguridad. En el caso del debate televisivo, no se dijo nada nuevo, excepto un hecho muy peculiar: Óscar Álvarez iba con una corbata azul y Rodas Gamero con una roja. Esas posturas de azules o rojos no dejan de inquietar si de seguridad ciudadana y de defensa militar se trata. La policía salió de las manos de los militares tras fuertes denuncias de corrupción y amplias presiones por una depuración que nunca se dio. En los informes de corrupción, nacionales e internacionales, la policía sigue siendo percibida por la población como uno de los entes más corruptos, seguido de la política. |
Politización en las FF.AA. avanza gradualmente
En el caso de las Fuerzas Armadas, éstas han vivido una especie de politización paulatina. Sus máximos jerarcas cada vez parecen más políticos y menos militares profesionales alejados del poder político partidario.
Las últimas posturas castrenses vinculadas al reciente proceso electoral primario donde se declararon “cansadas” para custodiar las urnas en el plazo inicial previsto, y las posturas ambivalentes de los representantes de la cúpula ante la evidente intentona golpista de parte de funcionarios del actual gobierno, al momento de elegir una nueva corte de justicia, dejan más dudas que respuestas acerca del verdadero rol de las Fuerzas Armadas.
Estigmatizadas por las violaciones de los derechos humanos en los años ochenta, y la corrupción en el tiempo durante el cual gobernaron el país, los militares hondureños iniciaron un proceso de reforma y profesionalización que al parecer se truncó con la salida del general Isaías Barahona. Su sucesor parece más entretenido en acciones insípidas y publicitarias que en dar a la institucionalidad del cargo la relevancia que merece.
Algunos oficiales que se han rebelado a esa tendencia político partidaria de las Fuerzas Armadas en la era del ministro Arístides Mejía, han sido “purgados” elegantemente bajo nuevas figuras políticas castrenses, sin percatarse que su racha de buena imagen y confianza que tanto les ha costado recuperar, se puede venir abajo si en vez de dedicarse a la defensa del Estado prefieren seguir confeccionando uniformes para los chocarreros del gobierno en turno, cada vez que acontece un nuevo reality show televisado.
A esa falta de rumbo e incertidumbre que precede tanto a las Fuerzas Armadas como a la policía, se suman los líderes de los partidos políticos que conforman el bipartidismo, al dar muestras que en estos temas su visión e información que manejan es tan raquítica que sofoca.
PL y PN con propuestas descabelladas En un evento universitario, el candidato presidencial por el Partido Liberal, Elvín Santos, hizo la propuesta más retrógrada que el país pueda escuchar en materia de seguridad ciudadana y defensa nacional: propuso volver a la antigua Guardia Nacional, una especie de “mano dura” disfrazada.
La propuesta de Santos parece ir orientada a reeditar la época de las montoneras, donde cada partido político en el poder, conformaba sus propias fuerzas del orden a imagen y semejanza. Es volver a la década de los años treinta o de la Guardia Civil del ex presidente Villeda Morales. Esos hechos, superados para dar tránsito a la profesionalización de los militares como de la policía, ahora parece que quieren ser revividos por los “liderazgos políticos renovados” que cuenta el país. Si Elvín Santos quiere volver a poner de moda la Guardia Nacional , el candidato nacionalista Porfirio Lobo Sosa, aboga por utilizar los batallones como cárceles para combatir la inseguridad. Su postura no es menos seria que la de su antecesor. Ambos, sin duda, no saben o tienen hasta ahora una propuesta seria e integral de cómo enfrentar la inseguridad y el avance de los llamados grupos paralelos de poder ligados al crimen organizado. De esta suerte, el proceso de desmilitarización de la sociedad, una de las grandes reformas y conquistas ciudadanas que impulsó el ex presidente Carlos Roberto Reina y que profundizaron sus sucesores, Carlos Flores y Ricardo Maduro, enfrentan, actualmente, en la era del Poder Ciudadano, uno de los retrocesos más graves que ni los ciudadanos, ni la academia ni los analistas y expertos en el tema han querido advertir: la politización partidaria de las fuerzas del orden. Estamos ante tiempos aciagos. |