Tegucigalpa – El mayor reto de Honduras es rescatar la institucionalidad, expresó en un análisis sociopolítico, el director de NODO Honduras, Héctor Corrales, quien ofreció una radiografía del contexto nacional en medio de un año electoral que ya exhibe signos preocupantes de debilitamiento institucional, polarización extrema, incertidumbre democrática y una ciudadanía desencantada.
En entrevista con Proceso Digital, Corrales evaluó varios temas clave que conforman la coyuntura hondureña, resaltando que, más allá de las candidaturas o los discursos de campaña, el verdadero centro de preocupación debe ser el estado de las instituciones democráticas, que según advierte, están siendo utilizadas como herramientas para fines políticos.
Consultado sobre el contexto electoral, respondió que hay mucha tela que cortar en este tema, pero a mí me gusta pasar por el tema de las instituciones, expresó Corrales al iniciar su análisis. Señaló que el Congreso Nacional es actualmente el ejemplo más claro de una agenda política manejada “de manera monopólica”, frente a una oposición “fragmentada” que no logra actuar con cohesión.
Como un ejemplo citó la reciente aprobación del acta del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), y apuntó que “más allá de los argumentos legales, lo que estamos viendo son las consecuencias de una oposición desarticulada”.
Esta lógica de reparto político también está presente en el Consejo Nacional Electoral (CNE), institución que, pese a su relevancia en el año electoral, ha sido escenario de disputas partidarias, como las surgidas tras la crisis del 9 de marzo entre consejeros, la injerencia del Congreso, la participación del Ministerio Público y el involucramiento de las Fuerzas Armadas.
Un Estado instrumentalizado donde se están perdiendo espacios cívicos
Corrales subrayó con preocupación que el aparato estatal —desde las Fuerzas Armadas hasta el Ministerio Público y la Secretaría de Seguridad— está siendo utilizado con fines políticos. “No es que las instituciones dejen de funcionar, sino que se usan para perseguir fines políticos”, manifestó.
En ese sentido, mencionó como ejemplo reciente las declaraciones de altos mandos militares sobre mantener archivos personales de periodistas, lo que calificó como un “rol más allá del mandato constitucional”, y una amenaza directa contra las libertades y los espacios cívicos.
Héctor Corrales advierte que efectivamente se evidencia una preocupante pérdida de los espacios cívicos en Honduras, resultado de una creciente polarización impulsada desde el poder.
Señala que, aunque distintos gobiernos han tratado de imponer narrativas, el actual se distingue por una actitud confrontativa y un rechazo sistemático a cualquier visión distinta a la oficial. Esta intolerancia —alimentada por heridas históricas como el golpe de Estado— ha llevado a una escalada de ataques contra actores que promueven discursos alternativos, como la prensa independiente o sectores de la sociedad civil, debilitando así la pluralidad democrática y abriendo la puerta a tendencias autoritarias.
Partidos políticos: entre el control institucional y la falta de renovación
Según Corrales, el partido de gobierno, Libre, ha borrado las líneas entre campaña y administración pública. “Para ellos, ya es lo mismo hacer campaña que gobernar. Tener el control institucional y la maquinaria de propaganda es bastante poderoso”.
Por otro lado, el Partido Nacional, a su juicio, no ha realizado la renovación que prometió, y presenta a un candidato apenas emergente, con un discurso incierto. A pesar de ello, Corrales reconoce que hay un espacio para la oposición, siempre y cuando logre superar su fragmentación.
¿Es posible una coalición opositora?, se le consultó al especialista y para el director de NODO, una coalición es viable si los partidos opositores entienden que la coordinación es necesaria, al menos para garantizar la defensa del voto. “No se trata solo de ganar la presidencia, sino de asegurar que el proceso electoral se dé como debe ser”.
Advierte, sin embargo, que el gobierno está aprovechando las vulnerabilidades de los precandidatos opositores para dividirlos y evitar alianzas. Aun así, confía en que “a medida que se acerquen las elecciones, se den cuenta de que solos no pueden”.
Por otra parte, lamentó la exclusión de partidos emergentes, advirtiendo que los tres partidos grandes coincidieron en bloquear a cualquier outsider o posible actor disruptivo. “La flexibilidad que se les dio a los grandes no se les concedió a los pequeños”, denunció.
En ese contexto, consultado sobre la posibilidad de elecciones libres y transparentes, Corrales insistió en que todo pasa por blindar la institucionalidad. Aunque el CNE aún tiene una oportunidad para recuperar su credibilidad, el reto es enorme, especialmente en el sector justicia, donde teme que se use la persecución judicial como arma política.
Corrupción e impunidad: el fracaso de los operadores de justicia
Corrales recordó que la lucha anticorrupción en Honduras se ha tercerizado al extranjero desde hace más de una década debido a la desconfianza en el sistema judicial nacional. “Nuestra única esperanza ha sido la extradición y las misiones internacionales”, como la CICIH que no ha llegado, lamentó.
Añadió que el clientelismo ha sido normalizado y que los procesos de elección en instituciones clave como la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público y el Tribunal Superior de Cuentas siguen respondiendo a cuotas de poder. “Lo que se negocia no solo son los nombres, sino también la impunidad”, dijo.
Corrales abordó el papel de la ciudadanía, señalando que uno de los principales problemas es la desesperanza. “Los ciudadanos sienten que nada cambia, aun con los reclamos entonces se piensa que la reclamación de derechos no tiene resultados.
“La sociedad está muy polarizada, no solo en la política, sino también en los niveles sociales. Si no hay un mínimo de consenso o bien común, estamos condenados a seguir fragmentados”, advirtió.
No obstante, Corrales concluyó su análisis con un llamado a la ciudadanía a informarse y votar con conciencia, reflexionar en quién puede defender mejor sus intereses. Votar no es un acto simbólico y en este contexto, el voto ciudadano podría convertirse —si es consciente e informado— en la primera piedra para reconstruir una Honduras democrática.LB