Tegucigalpa, Honduras. Este domingo 15 de Septiembre habrá un “estadio de sitio”, cuando activistas, militantes y simpatizantes del partido Libertad y Refundación, además de empleados públicos (afines o no al gobierno), abarroten sol-norte, sol-sur, sol-oriente, sombra-norte, sombra-sur, palco, silla, graderías, adentro y afuera del estadio nacional “Chelato Uclés”.
Lo anterior es la implementación de un bien armado manual de contingencia ante el plan de desestabilización que denuncia la actual administración. Es una maqueta (a escala real o proyectada) para insertar en el subconsciente ciudadano que están preparados para confrontar -pero no para afrontar- cualquier ataque o viso de un “¡fuera el familión!”, en remembranza al otrora “¡fuera JOH!”, estribillos malsonantes que en lectura social significan el preludio de un castigo electoral anunciado.
Antes era fácil, porque desde la oposición se escucha al pueblo; la diferencia es que estando en el poder solo se oye a SU pueblo, un fenómeno que los convierte en gobiernos hipoacúsicos.
El miedo ronda por los pasillos del Centro Cívico Gubernamental, por la Casa Presidencial y por todo edificio invadido de burócratas “enchambados” que saben que los “líderes” se están pasando de la raya, pero que no se atreven a disentir, levantar la voz y, mucho menos, la cabeza.
Libre es un brillante opositor (hasta a lo interno), han dejado lecciones de participación ciudadana, defensa de las protestas, protección de los espacios cívicos, preponderancia del poder civil ante el poder militar, libertad de asociación y libre emisión del pensamiento. El error es que esos derechos y conquistas sociales solo aplicaron cuando estuvieron en la llanura. Desde que entronaron, lo único que se escucha en sus filas partidarias son los cantos refundacionales que fungen como el flautista que los adormece.
¡Ya no hay tiempo para que entren en razón!, son casi tres años de discursos tan viejos como el video de “Carlón”; en otras palabras, su retórica no prescribe. Lo único que vemos es irrespeto e incitación al odio y, pues, el resto del pueblo -la otra mitad o más de la mitad (la que NO es para el Comandante) ya está narco-cansado.
Como bien se dice, prometer no empobrece, pero no es una estrategia sostenible. Las fuerzas militares siguen impregnadas en un sistema político-partidario; los feminicidios continúan dejando luto en los hogares; los artistas exponen su abandono como obra que retrata el olvido al que los ha condenado este y los anteriores gobiernos; las “minorías” siguen siendo vulneralizadas; las personas continúan falleciendo en la perenne espera de una atención, ya sea primaria, secundaria o, ya de perdidas, terciaria en salud y la Seguridad solo es una secretaría, una palabra, una quimera…
El pueblo está victimizado, pero hay conciencias que despiertan cada cuatro años (y otras que surgen) dispuestas a seguir confiando en el modelo. La esperanza está en conformar una sociedad con la suficiente exaltación, compromiso, patriotismo y unas gotas de esperanza para creer que si bien los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, los gobiernos también deberían tener a los pueblos que se han ganado. Para bien o para mal. De momento, los redobles de tambores de las fiestas patrias nos mantendrán lo suficientemente sordos. Y, para mal del pueblo, pero para bien de ellos, solo les queda aprovechar el ruido y la crispación que han provocado para convertir en carne y hueso los fantasmas del golpe.