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García Márquez, siempre alegre pero lejos de los focos en los últimos años

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México – Gabriel García Márquez vivió los últimos años alejado de los reflectores, aunque con esporádicas salidas en la capital mexicana para reunirse con sus amigos y asistir a conciertos, siempre de buen humor.
 

Al autor de «Cien años de soledad» (1967) nunca le gustaron las multitudes, pero sus apariciones públicas, debido a la demencia senil, se redujeron drásticamente en Ciudad de México, donde vivió más de medio siglo.

Hace dos años su hermano Jaime García Márquez confirmó que la quimioterapia a la que fue sometido por un cáncer linfático en 1999 le salvó la vida, «pero también acabó con muchas neuronas, muchas defensas y células, y se le aceleró el proceso» de demencia senil.

«Todavía conserva el humor, la alegría y el entusiasmo que siempre ha tenido», dijo entonces su hermano, algo que el mundo constató en septiembre pasado cuando pintó dedo al ser fotografiado en la inauguración de un boliche en un exclusivo barrio de la capital mexicana.

Esa salidas se produjo una semana después de la muerte de su entrañable amigo y escritor colombiano Álvaro Mutis, pero García Márquez no pudo acudir a la capilla ardiente pues estaba fuera de la ciudad, dijo entonces su círculo cercano.

Hace años el laureado autor confesó que uno de los grandes sustentos de su amistad con Mutis era que se veían muy poco y la mayoría de las veces viajando, lo que les permitía ocuparse de «otras cosas» y sólo uno del otro «cuando en realidad valía la pena».

El escritor, quien publicó en 2004 su última novela, «Memoria de mis putas tristes», solía asistir a conciertos en la capital mexicana, el último en noviembre pasado en el Auditorio Nacional, cuando no sólo disfrutó de la música de Diego «El Cigala», sino que entró a su camerino y posó a su lado.

En el mismo recinto, dos años antes, en noviembre de 2011, otro español Joaquín Sabina, también tuvo entre su público a este grande del «boom latinoamericano» y gran amigo del argentino Julio Cortázar y el mexicano Carlos Fuentes.

La intérprete peruana Tania Libertad, amiga del nobel, también contó con la presencia del escritor en el concierto que ofreció en febrero de 2012 en el Palacio de Bellas Artes para celebrar el 50 aniversario de su carrera artística.

Y es que la música fue una de las grandes pasiones del autor de «El amor en los tiempos del cólera» (1985). «Tengo más discos que libros. Pero muchos amigos, sobre todos los más intelectuales, se sorprenden de que la lista en orden alfabético no termine con Vivaldi», admitía Gabo en los ochenta.

Su repertorio era muy amplio pero lo que más influyó en su vida y su obra fueron los vallenatos del Caribe. De hecho, escribió «Cien años de soledad», como un «vallenato de 400 páginas».

En los últimos años se convirtió en costumbre que saliera a la puerta de su casa el día de su cumpleaños, el 6 de marzo, para saludar a los periodistas.

Gabo, sonriente, vestido con traje gris y camisa azul claro, escuchó el 6 de marzo pasado las «Mañanitas», la tradicional canción de cumpleaños en México, que entonaron los reporteros, mientras él sostenía un ramo de rosas amarillas, su color favorito.

Un año antes y en una escena muy parecida a la puerta de su casa el nobel dijo que estaba «muy contento» por celebrar su cumpleaños y, en broma, se preguntó «por qué tanto alboroto».

Cuando sufrió una infección pulmonar que le llevó al hospital por ocho días a principios de abril de este año, también comentó que los periodistas que hacían guardia en el centro médico estaban «locos» por estar pendientes de su salud.

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