Belo Horizonte (Brasil)– «Siempre fui soñador, eso es lo que me mantiene vivo», son algunos de los versos que tiene tatuados en el pecho Gabriel Jesús, una suerte de mantra que le ha hecho perseverar hasta poner fin a una sequía con la selección brasileña que parecía interminable.
El delantero brasileño llevaba desde el 10 de octubre de 2017 sin anotar un gol en partido oficial con la camiseta de la Canarinha.
El último se lo había marcado a Chile en el tiempo de descuento, en la última fecha de las eliminatorias suramericanas para el Mundial de Rusia 2018, que se jugó en la que fue su antigua casa, el Allianz Parque, el estadio del Palmeiras, en Sao Paulo.
Desde entonces, las musas abandonaron al joven atacante del Manchester City en los grandes torneos que disputaba con Brasil, hasta anoche, en las semifinales de la Copa América contra Argentina.
Marcó un gol, su primero en el torneo, y dio una asistencia decisiva para eliminar a la Albiceleste. Fue el gran protagonista del encuentro junto con Roberto Firmino, aunque para llegar hasta ahí la travesía por el desierto ha sido larga y tortuosa.
En Rusia, siendo el 9 del equipo, se marchó de vacío. Cinco partidos, ningún gol, eliminación en cuartos de final ante Bélgica y una lluvia de críticas que pedían que renunciase al histórico dorsal.
Esa espina aún la tiene clavada, como recordaba en una rueda de prensa previa al choque contra Argentina en el estadio Mineirao de Belo Horizonte.
«No fui feliz en la Copa del Mundo», reconocía a los periodistas.
Su discreta actuación en la cita mundialista, que jugó con apenas 21 años, sumió en un mar de dudas a este rápido y potente atacante nacido y criado en el humilde barrio de Jardim Peri, una favela en la zona norte de Sao Paulo.
La desconfianza se adueñó de él. Empezó a contar menos para Pep Guardiola, su técnico en el City, pero algo pasó en la segunda mitad de la temporada pasada que le hizo cambiar y mirar para adelante.
Gabriel Jesús lo definió anoche en zona mixta con una frase: «Virei a chave», una expresión en portugués que se producir traducir al español como «cambiar el chip».
«Pasé un momento complicado en el City, no jugaba mucho, pero hablar con mi familia me ayudó bastante. Busqué un preparador físico y me ha ayudado bastante desde entonces. Me centré en finalizar más (de cara a portería), mi media era muy baja, y desde entonces me vengo centrando en eso en el City y en la selección», revelaba.
Sin embargo, tras una temporada irregular en el club inglés, Tite no tuvo más remedio que relegarle al banquillo en el inicio de la Copa América, a pesar de la buena puntería que había demostrado en los amistosos preparatorios (un gol a Catar y dos a Honduras).
Su lugar lo ocupó Richarlison en los dos primeros partidos contra Bolivia (3-0) y Venezuela (0-0). Gabriel Jesús cuenta que siempre estuvo «tranquilo, consciente» de su fútbol, y su paciencia fue recompensada.
Entró como titular ante Perú (0-5) en el último partido de la fase de grupos. Se salió, pero el destino quiso que fallase un penalti en el último minuto. La sequía continuaba.
El fin de la misma se vislumbró en el partido de cuartos contra Paraguay (0-0). En la agónica tanda de penaltis, Gabriel Jesús lanzó el último y definitivo y esta vez no falló.
Para las estadísticas esa pena máxima no valió, pero para su estado anímico sí. En las semifinales anotó el primero y dio la asistencia del segundo en una de sus mejores actuaciones con la Canarinha de los últimos tiempos.
El sueño de triunfar con la selección sigue vivo, como le dicen los versos que tiene tatuados en el pecho, que son el inicio de un rap del grupo Racionais MC’s que lanzó en 2002, cuando él era aún un niño.
«Hay mucha verdad en esa música. Cuando la escucho, me acuerdo de todo. Del comienzo, de los amigos que tenían talento y se acabaron perdiendo, sin oportunidades. De la calle en que vivía, de como (Jardim) Peri era antiguamente», explicaba en una entrevista reciente.
El nombre de la canción, «La vida es un desafío». El próximo lo tiene a la vuelta de la esquina, el próximo domingo, en la final de la Copa América que Brasil jugará en el Maracaná de Río de Janeiro contra Chile o Perú.