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Fuga y muertes en “El Pozo” enciende las alarmas

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Tegucigalpa – Para tomar la luz solar, el reo camina unos 10 metros por el segundo nivel hasta llegar a las celdas de cuatro por cuatro metros. Ahí, de pie, observa hacia el cielo con láminas traslúcidas. Lejana se mira la libertad. Una hora y se acabó, debe regresar a la celda que es testigo muda de la pena que purga. Ese es el hábitat de los grandes capos, criminales y señores del hampa.

– El Pozo tiene capacidad para 1 mil 450 reos, sin embargo, en la actualidad hay cerca de 1 mil 300.

– Expertos concluyen que la fuga de un sujeto, alias “El Colombiano”, es sospechosa y por la misma debe haber castigos para los que permitieron tal suceso.

– Durante traslado de reos la semana anterior, varios de ellos expresaron no querer regresar a El Pozo porque si lo hacían estaban sentenciados a morir.

Así eran las crónicas de aquel no muy lejano septiembre de 2016 -hace dos años- pero eso cambió en el camino, al menos eso se colige de los últimos acontecimientos en la cárcel de máxima seguridad conocida como “El Pozo” y que se ubica en Ilama, Santa Bárbara.

El llamado “Pozo I” ya encierra tristes historias de fugas, reyertas, brotes de enfermedades y asesinatos de reclusos. Lo anterior solo en los últimos meses, situación que dispara las alarmas y llama a la reflexión a los que administran este recinto carcelario.

Datos oficiales del Instituto Nacional Penitenciario (INP), dan cuenta que en dos años de operación en El Pozo se registran dos muertos, tres heridos y un fugado.

En la cárcel de Ilama están los reclusos más peligrosos del país. Ahí se “hospedan” cabecillas de maras y pandillas, jefes del crimen, cabezas del hampa y autores de crímenes emblemáticos.

La semana anterior durante el traslado de un centenar de reos a varias cárceles del país, varios de ellos en entrevista con medios televisados de comunicación afirmaron que no querían ser llevados hacia El Pozo porque ahí los esperaba la muerte.

Los relatos desesperados de los reclusos no encontraron eco en las autoridades del ramo y bajo esa premisa hoy cumplen cárcel en Ilama, Santa Bárbara.

Recién inaugurado este recinto de máxima seguridad, las propias autoridades penitenciarias dijeron que era imposible fugarse de El Pozo. Su fuerte estructura levantada en esa zona noroccidental de Honduras, encerrada con poderosos torreones y cercos con alambres de púas, acompañado de personal penitenciario que pasó por todas las pruebas de confianza, forman parte de la teoría que asegura lo anterior.

El centro penal de máxima seguridad de Santa Bárbara consta de 23 manzanas de terreno habilitadas. Desde un inicio se le consideró la más temible de las celdas construidas en Honduras, pero los últimos sucesos ocurridos en ese recinto dejan una estela de dudas.

Fuga de “El Colombiano”

La semana anterior se produjo un suceso que llamó la atención de todos. Un peligroso reo se fugó de El Pozo. Los eventos que rondaron el hecho para muchos son casi increíbles.

Se trata del interno Esdras García Meléndez, alias “El Colombiano”, quien el pasado miércoles en horas de la tarde utilizó como estrategia pedir a los custodios que lo dejaran continuar ejercitando en un área especial de la cárcel, lo que aprovechó para saltar un muro perimetral y de esa manera logró huir.

El informe que se ha hecho trascender sobre la fuga es que según versión del subteniente de artillería, May Díaz Ponce, él se encontraba de oficial de servicio en la cárcel de El Pozo y que como a eso de las 2:00 de la tarde del pasado miércoles 3 de octubre, procedió a sacar los privados de libertad del módulo número dos, para que los internos realizaran deporte.

Agregó que puesto que, según el rol, les correspondía práctica de deporte, el privado de libertad de nombre Edras Enoc García Meléndez se quedó practicando deportes, quien se supone saltó el cerco perimetral dándose a la fuga sin que se percatara el centinela número tres, el policía militar Marlon Nolasco, pero fue hasta las 9:30 horas de la noche que se dieron cuenta que el privado de libertad ya no estaba.

Esta fue la primera fuga de un reo que se reportó desde la cárcel de máxima seguridad de El Pozo en Ilama, Santa Bárbara.

La “espectacular” fuga sigue adornada de muchas preguntas y sin castigos para responsables.

Cinco días después…

Apenas cinco días después de la fuga sospechosa, este lunes se informó del deceso violento de dos internos, siempre en esas ergástulas del noroccidente del país.

Las autoridades penitenciarias informaron que los reclusos asesinados fueron identificados como Wilson Nahúm Fonseca Rodríguez y Elvin Josué Valladares Castellanos.

Según el informe oficial, ambos murieron producto de varias heridas producidas por arma cortopunzantes hechizas.

El hecho se registró la madrugada del lunes, por lo que las autoridades de forma inmediata dieron captura al presunto responsable identificado como José Dionicio Rivas Fonseca y se investiga la posible participación de otros internos.

Una fuente oficial consultada por Proceso Digital informó que El Pozo tiene capacidad para 1 mil 450 reos y en la actualidad hay 1 mil 300, es decir no está sobrepasada su aforo.

“Lo que sucede es que hay muchos módulos en los que están la Pandilla 18 y la mara MS-13, y ahí hay bastantes espacios, pero no se puede alojar a reos comunes por las razones que todos conocemos”, explicó.

La falta de expertos evita 
contrarrestar violencia

La falta de expertos para el manejo de las cárceles hondureñas es uno de los factores que impulsa la violencia en las cárceles, según análisis de Raúl Pineda Alvarado.

El experto en temas de seguridad expresó que “la política criminal que se expresa en el manejo policial en la incorporación de los militares a la seguridad interna de los centros penales, es el tema penitenciario que no está siendo manejado por expertos, por especialistas, por conocedores del tema”.

“Se miran funcionarios que han sido activistas políticos hasta hace tres años ahora tomando el control de todo el aparato de seguridad en el país y eso genera que se haya hecho cambios para que las cosas no cambien en el caso concreto de los centros penales”, agregó. 

Asimismo, el analista mencionó que de nada sirve que el gobierno mande a un personal de las Fuerzas Armadas (FFAA) a dirigir las cárceles si los custodios que resguardan los centros penales aún forman parte del viejo sistema penitenciario contaminado por la corrupción.

Aunque sean disputas no se exime 
la responsabilidad del Estado

Para el presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (Codeh), Hugo Maldonado, es inadmisible que de dos cárceles calificadas como de máxima seguridad, se reporten muertes violentas.

“La situación de la reyerta no exime al Estado de su responsabilidad porque están bajo su tutela. Bajo el cuidado y la seguridad del Instituto Nacional Penitenciario están todos los privados de libertad”, citó.

El defensor de derechos humanos justificó que una de las situaciones que se están presentando en los centros penitenciarios de La Tolva, El Porvenir, Támara y El Pozo, ocurren porque ahí están concentrando más del 50 por ciento de los privados de libertad del país.

“Estamos hablando de hacinamiento, no hay rehabilitación, reeducación, se mencionan de la mala alimentación, los maltratos a sus familiares en las afueras de los centros y un sinfín de situaciones que debe mejorarse en el interior y exterior”, concluyó.

Detalles iniciales de “El Pozo”

De acuerdo con lo informado por las actuales autoridades penitenciarias, para acceder a los dos módulos de máxima seguridad, que tienen capacidad para 80 reos, se deben cruzar al menos cuatro puertas blindadas.

Cada movimiento en El Pozo es seguido y vigilado por agentes penitenciarios que se auxilian de más de una veintena de cámaras de última generación.

Para salir de una celda, los reos deben sacar sus manos por una ventanilla rectangular donde les colocan los aros de presión, posteriormente se desactivan los cuatro cerrojos, se abre el candado y, una vez fuera, se colocan grilletes en los pies.

De esta forma el interno es conducido hasta las duchas que también se encuentran dentro de celdas con puertas color rojo.

Para tomar la luz solar, el reo camina unos 10 metros por el segundo nivel hasta llegar a las celdas de cuatro por cuatro metros. Ahí, de pie, porque no hay ni bancas de cemento, observa hacia el cielo con láminas traslúcidas.

Así eran las crónicas de aquel no muy lejano septiembre de 2016 -hace dos años- pero eso cambió en el camino, porque eso se colige de los últimos acontecimientos.

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