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Éxodo y Erosión Social

Roberto Flores Bermúdez; Ex canciller

El título de este artículo se inspira en el libro “Éxodo Americano: un registro de erosión humana” (1939). La publicación contiene imágenes y textos de la reconocida fotógrafa documental Dorothea Lange, sobre las condiciones desafiantes de los desplazados en la América rural durante y después de la Gran Depresión.

La migración, cuyo concepto riguroso excluye el nomadismo, el trabajo migrante, el ir y venir a sitios de trabajo y el turismo, ha sido un fenómeno milenario. Tiene dos extremos: por un lado, puede ser voluntario cuando se buscan mejores oportunidades económicas o albergue; y por el otro, puede ser forzoso, con poblaciones expulsadas por gobiernos durante una guerra o levantamientos políticos. Entre estos extremos, se encuentran los grupos que huyen de la violencia, hambrunas o desastres naturales.

El caso de Honduras y de los países del triangulo norte, es una mezcla estos fenómenos sociales, políticos y económicos, que varían en intensidad según las condiciones del momento, pero que mantienen una constante perturbación en la cohesión social. Los altos y bajos de la crisis política nacional mantienen a la población en un alto nivel de desasosiego; los embates cíclicos de los fenómenos naturales —sean sequías o inundaciones— producen incertidumbre en la productividad y seguridad alimentaria, afectan la economía nacional y producen calamidad en las poblaciones marginadas; los elevados índices de violencia contribuyen a la desestabilización de la seguridad ciudadana; y las condiciones económicas, así como de educación y salud del país, contribuyen a la búsqueda de mejores oportunidades.

El corolario es que la cohesión de los grupos sociales se disloca y busca sus propias soluciones, cuando las respuestas ante una crisis no son proporcionales a la dimensión de su gravedad.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), actualmente los 57.5 millones de migrantes internacionales en el continente americano, representan aproximadamente el 27% de migrantes internacionales en todo el mundo. A pesar del fuerte flujo de sur a norte, los movimientos de sur a sur en el continente se han ido incrementando en años recientes. Varios países de la región que se caracterizaban por ser países de origen, de tránsito o de destino, hoy en día comparten las tres categorías. Además del trabajo propio de los países, la comunidad internacional igualmente se ha venido organizando mejor. El Foro Global para las Migraciones y el Desarrollo había venido discutiendo la cooperación internacional en ese campo desde hacía varias décadas. Poco después de adoptar la Declaración de Nueva York para los Refugiados y Migrantes en 2018, se suscribió el Compacto Global. Según la señora Laura Thompson, Sub Directora General de la OIM, el Compacto cuenta con una matriz con una visión comprehensiva de la migración internacional y un marco adecuado para la cooperación integral. La funcionaria internacional ha subrayado que, con los 23 objetivos que dicho compacto identifica, los Estados salvarán vidas, mejorarán las condiciones de vida, integrarán mejor a las comunidades, e incrementarán la prosperidad de una manera que complemente la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (palabras en ocasión del taller: “Implementación del Compacto Global para la Migración a Nivel Nacional” (2019).

La propuesta de la Administración Biden para contribuir a resolver los problemas de la migración desde el triangulo norte, están en línea con el Compacto Global. Bien se ha dicho que la propuesta es una gran oportunidad para que los países centroamericanos aceleren la solución de las causas que motivan el desplazamiento hacia el norte, y que a la vez precipite el desarrollo de nuestras naciones.

Conviene apuntarle a la implementación del Compacto Global para la Migración, a fin de aunar los esfuerzos que la comunidad internacional cooperante —incluido los Estados Unidos— están dispuestos a llevar a cabo a apoyo a nuestros países, para el beneficio común.

La salida de una numerosa población de los países del triangulo norte, es una erosión humana. Se afectan las personas mismas, sus familias y sus comunidades, pero también los países y el futuro de su gente. Las diásporas de personas calificadas o de gran potencial de serlo, son una pérdida para los países de origen, y Honduras no es una excepción.

La fuerza de las imágenes muchas veces trasciende las palabras. Las fotografías que los medios han recogido de madres migrantes, asumen en su rostro el sufrimiento de la humanidad, pero también la perseverancia para salir adelante. Hoy en día, además de madres migrantes, se encuentran niños no acompañados en las fronteras del norte. Este cuadro es de una dimensión humana inconmensurable, pero cuyas perspectivas de solución están a la vista con el trabajo serio y comprometido de la sociedad en su conjunto y el apoyo internacional.

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