
Honduras ha de ser el país del mundo con más exjugadores metidos a política. Tienen derecho a optar, pues la Constitución se los permite. Lo que no tienen derecho es a hacernos creer que desean llegar al Congreso Nacional para, entre otras cosas, “ayudar a los niños y a los jóvenes”.
¿Cómo pretender “ayudar”? ¿Con la donación de balones y uniformes de mala calidad en la que el rostro del ministro o del siguiente candidato es más grande que el pequeño jugador que lo anda puesto?
Espero equivocarme, pero deben estar económicamente muy mal para aventurarse en un mundo de serpientes, alacranes y cínicos apátridas.
Con cada elección, las aspiraciones de exjugadores se incrementan. De nada les sirven ejemplos como el de Wilmer Velásquez, que pasó, absurdamente, de ídolo a enemigo público número uno del olimpismo.
Digo absurdamente porque una cosa no tiene que ver con la otra. Lo que El Matador hizo (o dejó de hacer) como legislador no borra su brillante carrera.
Lamentablemente, el país está en tal polarización desde 2009 que no hay lugar para razonar. Wilmer es, según la mayoría, un vendido, una lacra, cachureco corrupto… Solo falta que pidan su extradición.
Wilmer no fue mejor ni peor diputado que muchos de los que hoy están en la junta directiva del Poder Legislativo. Sin embargo, como político está “hule”, es decir, está “quieto”, “listo y servido”, “pa los chuchos”, “frito”… ¡Qué bello es el diccionario del caliche hondureño!
Perdón. Pongámonos serios.
Sin que sepan una pizca de lo que es el socialismo, varios exfutbolistas llegan a los barrios sin propuestas claras ni decentes, pero eso sí, acompañados de un pasado glorioso.
De ser electos, llegarán al Congreso Nacional a levantar la mano. Nada más. Así darán su visto bueno a temas complejos de los que jamás han leído.
Aunque suene feo, es la verdad, y yo soy el primero en lamentarlo, porque si hay alguien a quien admiro desde pequeño, ese es el futbolista.
EJEMPLOS RECIENTES
Por eso me da pesar cuando escucho que despotrican contra Gilberto Yearwood o Jaime Villegas, dos grandes personas que, como jugadores, pusieron el nombre de Honduras en alto.
Gilberto siempre destacó por su inteligencia y educación. Ponderado, respetuoso, se le notaban los diez años que vivió en España.
Jaime Villegas, por su parte, es uno de los escasos —y extraños— casos de futbolistas hondureños con título universitario.
El Maestro Chelato Uclés también fue diputado. ¿Se puede pensar en alguien que lo supere en amor por su país?
Considerado el mejor entrenador de fútbol de nuestra historia, fue diputado en dos ocasiones. Fue una presencia decente entre tantos legisladores sin escrúpulos.
También se me viene a la mente otro entrenador: Edwin Pavón.
Los cuatro tenían mayor preparación intelectual que todos los exjugadores que ahora aspiran a una curul. Sin embargo, sus aportes fueron muy pocos. ¿Por qué? Porque la maquinaria tradicional de los partidos políticos (Nacional y Liberal, y ahora Libre) arrasa con todo aquello que huela a ideas nuevas, a propuestas de país, a leyes que beneficien a las mayorías.
Cuando ingresa a política, el futbolista vende su alma al diablo. Son cuatro años en los que devenga un buen salario, pero que transcurren sin pena ni gloria.
Pero ellos creen, tal vez por el ego, que merecen ser diputados, que todos debemos votar por ellos por lo que hicieron en la cancha de fútbol.
¿Ha mejorado la calidad de vida en las comunidades garífunas gracias a que el exjugador Osman Chávez es diputado?
Nunca se le escuchó denunciar alto y fuerte el abandono en el que están los pueblos garífunas. Jamás se le escuchó pedir justicia. Jamás denunció el problema de la legalización de tierras.
Uno esperaría que sus denuncias y exigencias a favor de los garífunas hicieran retumbar el palacio legislativo. No ha sido así.
UN CONGRESO “PIOR”
El desprestigio de los políticos es tal que deben recurrir a figuras deportivas, actores de tercera categoría, presentadoras de TV que saltan de un partido a otro según la conveniencia del momento. ¿Es esto lo que queremos?
Me dirán: “Bueno, pero muchos diputados son abogados, ingenieros, doctores, y tampoco es mucha la diferencia”.
Tienen razón: no hay por dónde pasar.
Lastimosamente, los exfutbolistas no se han preparado para ser diputados. Me disculpan, pero no tienen ningún mérito.
Además, la marea de la mediocridad los terminará arrastrando. Tendrán que apegarse a las órdenes de su partido y tendrán que votar en contra de su voluntad.
Por el bien del país, espero que el profesor Ramón Maradiaga, a quien le guardo especial cariño, logre “meter” algunos goles a favor del pueblo hondureño; y que el doctor Salomón Nazzar, como buen portero, evite que los léperos de siempre “nos goleen” en horas de la madrugada.
A los demás que aspiran no les veo, sinceramente, méritos.
La propia Constitución señala que todos (con conocidas excepciones) tenemos derecho de elegir y ser electos. ¿No será tiempo de que haya mayores exigencias y requisitos para todos aquellos que opten a ser diputados? ¿O será suficiente con clasificar a un Mundial de Fútbol? ¿O hacer payasadas o anunciar condimentos en la televisión?
Ponete a pensar…