Tegucigalpa (Proceso Digital) – La Centroamérica de los acuerdos de paz de fines del siglo pasado, dista mucho de la región de hoy, cuyas democracias están sometidas a estrés democrático caracterizado por la polarización, el autoritarismo y el desencanto con la democracia, advierten en un foro académico realizado por el Programa Estado de la Nación y la Red Iniciativa de Centroamérica.
¿Qué erosiona a la democracia? ¿Hacia dónde camina la región? ¿En qué momento cambió el panorama? Fueron algunas de las interrogantes que reunió a un grupo de académicos y analistas en torno a esta nueva Centroamérica, que, a diferencia del pasado, no luce en las agendas globales, justo cuando vive quizá una de las crisis políticas más importantes del siglo.
La firma de los acuerdos de paz centroamericanos allá por 1987, si bien facilitaron el retorno formal a la democracia en el istmo, esa democracia no ha producido los resultados que se esperaban y necesitaba la región. Ahora los países viven una especie de estrés democrático, más aislados que antes, cada uno atendiendo sus problemas bajo modelos que riñen con los estándares de la democracia, con sociedades polarizadas, salpicadas por la corrupción, el narcotráfico, la desidia, los pactos de impunidad y el desencanto ciudadano con lo que les está brindando esa democracia.
Cuando las sociedades se polarizan, las democracias se debilitan, y con ello sus instituciones al minarse su confianza y credibilidad. En ambientes polarizados, afirman los analistas, se exageran las virtudes y se magnifican los defectos; los ambientes polarizados se mueven entre el amor y el odio. Centroamérica se encuentra bajo esos ambientes, unos más intensos que otros, pero todo el istmo contaminado con ese desencanto democrático que lleva a muchas de sus naciones a caminar entre las dictaduras plenas, como Nicaragua, y la autocracia como en El Salvador.
En El Salvador, el modelo del presidente Nayib Bukele, que algunos aplauden y otros advierten de los graves riesgos que ello tiene para las democracias, ha tomado control de toda la institucionalidad bajo un discurso comunicacional centrado entre el “bien y el mal”.
Así lo explica la académica salvadoreña Amparo Marroquín, de la Universidad Centroamericana (UCA) “José Simeón Cañas” de los jesuitas, en El Salvador. Marroquín expuso en una detallada síntesis cómo ha evolucionado en ese país ese discurso del “bueno y el malo” de 1932 a la fecha, y como Bukele lo ha explotado en sus narrativas comunicacionales bajo un discurso mesiánico de la fe, donde sus estrategas le presentan como un hombre “joven, pero héroe, capaz de salvar al país”. Su bandera de la inseguridad bajo un estado de excepción con suspensión de garantías constitucionales que parece indefinido, le ha permitido erigirse como ese salvador, aunque sea el país con la más alta tasa de encarcelamiento en el mundo.
Las narrativas y utopías de Bukele
A la par de esas acciones y su discurso, Bukele ha ido, bajo la bandera de la utopía, cercando a la oposición política y a la ciudadanía, controlando los poderes del Estado, promoviendo su reelección presidencial que seguramente ganará de forma contundente, con la proyección que podría tener todo el control del Congreso con sus diputados. Bukele, en medio de la democracia, está matando a la democracia, apuntó la analista.
De acuerdo con Marroquín, en los procesos de polarización son otras de las narrativas usadas por el gobierno de Bukele, donde la gente no se ubica entre la izquierda o la derecha, sino en la opción de quien consideran, que, en medio del autoritarismo, les ofrece la utopía del cambio, y no importa si viola la institucionalidad democrática. Agregó que Nayib Bukele ha empezado a replicar, muchos mecanismos autoritarios que caracterizan la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua: acoso legal, violencia de hechos con allanamientos que toma de excusa para armar problemas fiscales, amenaza con la llamada ley de agentes extranjeros para perseguir a sus opositores políticos; acoso e intimidación a la prensa y periodistas; permisos que se dilatan en el tiempo y amenazas de “investigación” a organizaciones que recibieron, a su juicio, “apoyos” en los gobiernos anteriores.
Es la estrategia de cacería y persecución silenciosa interna, mientras en el mundo externo su política de contención al crimen es vendida como un éxito de película de Netflix u otras plataformas digitales. Bukele aparece portando armas, se promueven pequeños videos vendiendo la súper mano dura, aliado con las fuerzas del orden (los siempre buenos), entre otras acciones que le ubican dentro de la llamada “autocratización personalista”.
Dentro de esas acciones, Bukele—al igual que Ortega en Nicaragua—controla jueces y fiscales, ha removido a la mayoría de los que considera incómodos y los congresistas han citado al rector de la UCA por considerar a esa institución académica como un “órgano de interés” para saber cómo se financia pues consideran que es una “institución fantasma”. El régimen de Bukele está sometiendo a constantes riesgos a la democracia al ser el principal alentador para estigmatizar y criminalizar cualquier pensamiento crítico u oposición independiente al ubicarlos dentro de la categoría de los “malos de la película”.
Cómo entender a Honduras: Salomón
En el caso de Honduras, el análisis tocó a la socióloga hondureña, Leticia Salomón, quien hizo una caracterización de las crisis políticas del país que van desde la politización partidaria, la judicialización de la política, la deformación y debilidad del estado de Derecho, el elevado grado de corrupción asociado al Estado y la vinculación del narcotráfico con las altas esferas del Estado. Esas características son básicas para poder entender lo que enfrenta Honduras, dijo Salomón, al indicar que se sale de una época de 12 años en donde se alteró el sistema democrático, y ahora cualquiera viola la ley y hace lo que estima esté a su antojo.
Todas estas características han generado al menos tres consecuencias: la anulación de la independencia de los poderes del Estado en los últimos 12 años, la acelerada deslegitimación de los partidos políticos ante la sociedad y el irrespeto casi total de las leyes y procedimientos. Se vive una especie de anarquía jurídica en la que se imponen las personas que tienen el poder y han hecho una especie de tradición de todas esas violaciones.
Salomón dijo que estas características y sus consecuencias, han generado al menos nueve condicionantes, entre las que destacan el reparto partidario de todas las instituciones que nombra el Poder Legislativo, el paso del bipartidismo al tripartidismo en el Poder Legislativo, donde se observa que el bipartidismo que controló el país durante todo el tiempo da paso a la irrupción en la escena política de Libre.
La socióloga hondureña añadió a este escenario la confrontación y polarización que va en aumento en el país, con posiciones maniqueas de buenos contra malos, a lo que se suma la incorporación de conceptos de la guerra fría en el discurso político entre democracia y comunismo. Todos estos ingredientes han aumentado la insatisfacción ciudadana en áreas de la salud, empleo, seguridad y educación, provocando el fenómeno clásico de la migración, acotó.
Estos elementos se han agudizado y hace que los hondureños quieren migrar buscando esperanzas. En Honduras, dijo, hay un cambio sustancial en la percepción de los partidos políticos en la ciudadanía que los ve como quienes tienen que resolver sus problemas individuales: qué nos traen, qué nos van a dar, ahora nos toca a nosotros; a lo que se suma una visión catastrófica del país por considerar que no hay condiciones para resolver los grandes problemas del país, entre ellos la corrupción. Por eso muchos miran hacia afuera, y si desde afuera no hay elementos para ayudar al país, éste habrá perdido la capacidad de resolver los problemas. Salomón dejó planteado, como el país ha entrado a una erosión del sistema de pesos y contrapesos.
Guatemala y las redes autocráticas
Manuel Meléndez, quien, desde la universidad de Harvard, abordó los problemas de la democracia en Guatemala, comenzó diciendo que en ese país se hace un mal uso de los contrapesos para socavar la democracia, pues una red de actores diversos usa esos contrapesos para proteger sus intereses y van desde el presidente de la república, la fiscal general, instancias civiles como la Fundación contra el Terrorismo, hasta los grupos criminales.
En Guatemala, no se habla de un cacique o un autócrata como Bukele, en Guatemala existe una “autocratización por coalición” donde el poder constituido y sus redes actúan de forma cohesionada. La red autocrática guatemalteca tiene sus orígenes desde hace décadas, han evolucionado y se han reconfigurado, acotó Meléndez, quien dijo que el presidente electo, Bernardo Arévalo, asumirá un país en el cual se deben tejer finos hilos para reconstruir la democracia y desmontar los pactos de impunidad.
Arévalo deberá iniciar un proceso de transición entendido por los guatemaltecos, donde debe haber un balance de las cosas, iniciar una nueva transición democrática sin olvidar el pasado, las fallas de origen de la democracia, teniendo en cuenta cómo operan esa coalición de autócratas, a quienes la lucha contra la corrupción que impulsó la CIGIG, los sacudió de tal forma, que se unieron para impedir su avance. La lucha contra la corrupción, en ese país, tuvo avances inesperados, pero esos avances unieron a la coalición de autócratas que hoy hacen lo que esté a su alcance para blindarse, defender sus intereses, y dañar la democracia, advirtió el experto al señalar cómo el ministerio público dejó de ser el contrapeso de inicios de lucha anticorrupción al someterse ahora a las redes autocráticas.
Nicaragua y su plena dictadura
Nicaragua fue el otro caso analizado, y ahí el analista Umanzor López, dijo que ese país no tiene una autocracia, sino una “dictadura plena” que se sostiene en el poder mediante el uso de la fuerza y la violencia. “Es un régimen cerrado de naturaleza personalista”, dijo López quien tuvo que salir al exilio forzado.
Esa fuerza en la que reposa la dictadura de Daniel Ortega obedece a la lealtad comprada de los militares, cuyo presupuesto ha incrementado en los últimos 10 años en cantidades sustanciales. Ortega empezó a tejer su autoritarismo desde el 2011, asegura López, al indicar que en esa nación centroamericana lo que se vive es una violencia selectiva, y las elecciones siempre son controladas, aunque “parezcan competitivas y democráticas”.
Entonces—agrega—las elecciones se han vuelto decorativas porque Ortega ha eliminado a todos sus opositores para dar paso a un régimen dinástico, autoritario, cerrado y personalista. En el último quinquenio, han salido de Nicaragua unas 500 mil personas y más de 3,500 organizaciones de sociedad civil han sido cerradas, además de la expulsión y quitado su nacionalidad a más de un centenar de opositores políticos, periodistas, escritores, académicos, entre otros. Una de las últimas estocadas de Ortega ha sido contra la academia con el cierre de la UCA en Nicaragua y el Incae.
El desafío en Nicaragua es evitar que la crisis se vaya “normalizando” y si bien la salida a esa crisis no será de corto plazo, la defensa de la democracia debe pasar por la búsqueda de liderazgos fuertes y creíbles. Se hizo un llamado a los partidos políticos de la región para ver si generan reflexiones colectivas entre sí sobre lo que está pasando, y se exhortó a la sociedad civil a no desfallecer en su lucha por la defensa de los espacios cívicos.
Costa Rica entra a la polarización
Costa Rica, el país de la apertura y los debates democráticos, no escapa de la polarización y crispación política que afecta a la región. Ronald Alfaro del Programa Estado de la Nación, dijo que al igual que el resto del istmo centroamericano, Costa Rica está sometida al estrés que está poniendo presiones a la democracia.
En Costa Rica se empiezan a experimentar deterioros a la libertad de expresión, los niveles de polarización política van en ascenso, y en la polarización “todos los individuos quedan en un bando, ¡nadie queda fuera!”, aseguró.
El estrés a la que está siendo sometida la democracia en la región, obliga a los centroamericanos a replantearse escenarios, generar propuestas y perfilar escenarios que permitan el fortalecimiento de la democracia, la ciudadanía y la cultura cívica y democrática, dijo el académico Alfaro, al presentar lo que ellos han denominado los perfiles de apoyo a la democracia.
Estos perfiles identifican a ciudadanos que se denominan demócratas liberales, los liberales semi demócratas; los ambivalente (el grupo más grande en la región que puede incidir la balanza en la región sobre la democracia), los autoritarios (un grupo pequeño en la región) y los anárquicos. La democracia, según el representante del Programa Estado de la Región, no produjo más demócratas en Centroamérica, y desde la academia y otros espacios es el momento de fomentar las ideas y el pensamiento crítico que ayude a entender a esta nueva Centroamérica, se afirmó. Hay que dedicar tiempo al tema de la democracia, porque la región se está desdibujando rápidamente alejándose de los indicadores más deseables de la democracia. (PD)