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El Sur de Honduras recobra sus esperanzas

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Tegucigalpa.- De unos atardeceres indescriptibles que cautivan a propios y extraños, el Sur de Honduras nuevamente capta la atención gubernamental que busca impulsar su desarrollo combinando el turismo, el trabajo agrícola, el medio ambiente y la pesca en una de las regiones más deprimidas del país, pero curiosamente en la franja de los territorios menos inseguros de la nación.
 

La cercanía con Tegucigalpa, la capital, a dos horas del departamento de Valle y tres de Choluteca, la zona sur tiene una especie de belleza encantada porque en medio de sus parajes de bosque tropical seco en el verano, se esconden en medio de los cerros unos parajes maravillosos que comunican a la isla de Amapala, en Valle, o las playas de Choluteca, sin dejar de lado toda la belleza del manglar que encierra el Golfo de Fonseca en la Bahía de San Lorenzo o en la de Chismuyo, por ejemplo.

En época de invierno el sur tiene también otros encantos, aparte de las puestas del sol. Sus parajes se tornan de un verde intenso que recuerdan la campiña al florecer la milpa, el ordeñamiento y la venta de la leche, así como las tormentas eléctricas, únicas también en el sur, donde el surgimiento de los rayos hace que la familia se reúna para evocar las historias propias de los poblados.

En el caso del Golfo de Fonseca, cuya extensión es aproximadamente de 2,010 kilómetros cuadrados y una extensión lineal de sus costas continentales de 131.75 millas náuticas, es una frontera natural que se comparte con Nicaragua y El Salvador. Posee una de las biodiversidades más ricas de la franja mesoamericana con su flora y fauna, según los expertos.

De un encanto natural particular

Ha sido declarado como sitio Ramsar de patrimonio mundial que abarca un complejo de siete áreas costeras que incluyen la bahía de Chismuyo, la bahía de San Lorenzo, Los Delgaditos, las Iguanas y Punta Condega; Jicarito, San Bernardo y la Berbería, dentro de lo que es el corredor biológico mesoamericano en el Pacífico.

Siempre en este hermoso paraje se encuentran otras pequeñas islas o islotes como la del Garrobo, San Carlos, Exposición, Violín, Sirena, Comandante, El Padre, Las Almejas, Los Pájaros, Pacar, Coyote, Inglesera, Conejo, Zacate Grande y El Tigre.

Muchas de ellas son zonas vírgenes a donde el turismo no llega y se pueden impulsar en un principio dentro del llamado turismo de aventura o mochilero, en vista que la infraestructura física no es muy desarrollada en el sur, precisamente por el abandono en que la han tenido los gobiernos.

La zona sur también tiene un potencial marino y pesquero indescriptible y sus manglares son los principales protectores de la biodiversidad pues encierran nutrientes necesarios para el mar, la flora y la fauna.

De un tiempo a acá se han hecho fuertes impulsos por rescatar especies marinas casi en extinción como los cascos de curiles o cascos de burro, en donde algunas comunidades pesqueras con apoyo internacional en pequeños proyectos pesqueros comunales han logrado evitar que esta especie marina se extinga del recurso marino costero de la zona sur.

La zona sur es rica también en su gastronomía y a diferencia de la costa norte, el marisco del sur es menos insípido que el anterior y ello hace que la comida del Pacífico tenga un gusto en particular.

Renacen esperanzas, 14 años después

Comprendida por los departamentos de Valle y Choluteca, la zona sur es también una región agrícola, minera y con una fuerte explotación de la camaricultura, última que de no hacerse en armonía con la naturaleza puede ejercer una fuerte presión sobre el manglar en deterioro de la biodiversidad marina y ecológica, que daría al país y a la zona costera mayor exposición a los impactos del cambio climático.

Estos impactos de la naturaleza han incidido en las faenas de pesca que a diario hacen los pescadores, quienes salen al mar en busca de producto para su subsistencia y pequeño comercio local. Pero ahora la labor de la pesca ya no es tan productiva como años atrás, lo que obligará al gobierno a buscar opciones para mayor protección de los bancos de pesca y la recuperación del manglar en las zonas más afectadas.

Recientemente, el presidente Juan Orlando Hernández, que se ha mostrado impresionado por la belleza de la zona sur y sus espectaculares atardeceres, anunció el inicio de lo que llamó “La ruta del Sol” como parte de un programa presidencial que denominó “Llegó la hora del Sur”.

El propósito del gobernante es impulsar este lado costero del Pacífico hondureño, empezando por potenciar el Golfo de Fonseca, los manglares, las islas, el mar, la pesca, los atardeceres y “la alegría de su gente”, dijo el mandatario Hernández.

Desde 1990 cuando el ex presidente, también nacionalista, Rafael Callejas, impulsó en parte el sur de Honduras, nuevamente, catorce años después, otro gobernante nacionalista vuelve sus ojos a esta zona olvidada del país que al parecer podría ser digna de una mejor suerte.

Para ello, Hernández coordina con el presidente del Congreso Nacional, Mauricio Oliva, esfuerzos por dar a la zona sur un ritmo de mayor pujanza, en vista que Oliva es oriundo de estos territorios en donde las altas temperaturas no son un impedimento para poner a soñar a sus habitantes.

El gobernante hondureño asegura que desarrollará la zona sur no solo con el turismo y el impulso de la actividad económica y comercial, sino que también con la mejora en la obra de infraestructura vial, donde la carretera que conduce a la zona sur destaca entre las más pésimas del país.

La zona sur también se puede proyectar como uno de las regiones menos inseguras del país, donde los niveles de violencia si bien no están debajo de la tasa promedio mundial de 8.8 por 100 mil habitantes, manejan una tasa promedio de 37.0 muertes violentas por cada 100 mil habitantes, según el Observatorio de la Violencia de la UNAH. El Sur del país tiene así mucho potencial para resurgir; el gobierno de Hernández parece entenderlo.


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