Por Alberto García Marrder
Para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
Era inevitable. Dos egos tan inmensos como los del presidente estadounidense Donald Trump y el llamado hombre más rico del mundo, Elon Musk, no pueden estar tanto tiempo juntos.
A Trump no le gusta que alguien le haga sombra. El poderoso y famoso es él. Y Musk se está haciéndose notar últimamente en los medios de comunicación y no solo por ese deshechizado saludo nazi.
A Musk le ha dado ahora por apoyar, y lo puede hacer con dinero, a grupos de ultra derecha en Gran Bretaña y Alemania. Sobre este último país y a dos días del aniversario 80 de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, dijo lo que no se puede decir, que Alemania tiene que superar su “sentimiento de culpa.”
Su intención, está claro, es la de provocar a lo establecido, crear caos y encima hacer negocios.
Musk, nacido en Sudáfrica, es un brillante tecnócrata y hábil empresario como dueño de Tesla (autos eléctricos) , el sitio X (antes Twitter) y XSpace (cohetes y satélites), entre otros.

Y encima, se ha instalado en una oficina en la Casa Blanca para estar cerca del “number one”, como antes lo estuvo en Mar–a-Lago, la mansión de Trump en Florida, cuando este era candidato y presidente “en la sombra”, y Joe Biden todavía estaba en la Casa Blanca.
La primera divergencia, y muy seria, con su “brother”, (hermano del alma) ,Trump, ha sido por la Inteligencia Artificial (IA), tema de la internet del futuro que él sabe más que el presidente. Y se nota.
Trump, en su segundo día de su regreso a la Casa Blanca, anunció a bombo y platillo, la inversión de 500 billones de dólares en un proyecto de IA con la japonesa Softbank y las nacionales ChatGPT para crear en Estados Unidos una infraestructura de Inteligencia Artificial, llamada Stargate.
Y Musk, se cargó el proyecto al decir que no había el dinero suficiente para sacarlo adelante. De todas maneras, todo lo relacionado con la Inteligencia Artificial ha quedado superado con el surgimiento de la china “DeepSeek”, más barata y más rápida que tiene temblando a los jerarcas de la tecnología del Silicón Valley de California. Los chinos les han ganado la delantera y Musk, que tiene una planta de Tesla en Shanghái, estará contento. O mejor dicho, “contentísimo”.
Trump , que nunca perdona a los que le llevan la contraria, tiene ya enfilado a Musk, pero aún lo necesita para hacer los “trapos sucios”, pero le está ya molestando su enorme personalidad.
Y a Musk le interesa seguir cerca del poder, por eso gastó 270 millones de dólares en la campaña de Trump, por los contratos del gobierno, especialmente los espaciales de la NASA.
También, como asesor principal de Trump, le interesa poder opinar, a quien debe nombrar para su futuro gabinete. Y cómo debe reducir la enorme burocracia del Estado y hacerla más eficiente.

Por ahora, Musk es más poderoso que el vicepresidente, J.D. Vance, que solo está sirviendo para desempatar cuando hay empate en el Senado, donde actúa como presidente de esa cámara.
Pero ese llamado “romance” entre Trump y Musk se va acabar pronto, aunque existan intereses comunes.