En esta era tecnológica donde se busca el bienestar sin importar los medios utilizados, el año 2020 nos mostró el valor de las palabras “humildad” y “gratitud”. El pecado de la soberbia nos hizo creer que controlábamos nuestro destino, raza superior destinada a colonizar otros planetas, pero aparece un pinche virus y es quien nos coloniza, evidenciando debilidades y limitaciones de nuestra civilización. Mientras las limitaciones son externas las debilidades están en nuestro interior.
Hace un año en Wuhan, China, tocaron a rebato, pero todavía no sabemos articular un nuevo modelo de relaciones que permita confrontar el virus sin afectar pilares del desarrollo: economía, trabajo, salud, enseñanza, movilidad social… Disponemos de un protocolo sobre medidas preventivas de bioseguridad, pero los contagios y las muertes sigue aumentando en el mundo. Ninguneamos las recomendaciones de los expertos, cuestionamos que la persona que tenemos al lado puede estar infectada y nos contagiemos propagando el virus. Nos falta humildad, también disciplina para mantener la tensión y atención.
Las diferentes vacunas, cuya distribución y administración se está autorizando en el mundo, no resolverán el problema este año, probablemente tampoco en el 2022. En doce meses no será posible alcanzar una vacunación masiva que genere inmunidad de rebaño. En consecuencia, alumbramos un nuevo factor de discriminación que se producirá entre países vacunados y sin vacunar, que afectará el marco de relaciones. Por ejemplo, el sector turismo de un país sin vacunar no podrá competir con el de otro país cuya población haya sido vacunada. Traslademos ese enfoque a la enseñanza, trabajo, comercio, inversión extranjera…, en definitiva, a la recuperación económica. Se necesita que los países desarrollados, organismos supranacionales, la OMS… articulen un Plan de Vacunación Global, especie de Plan Marshall, para su pronta distribución y vacunación de las poblaciones de países en vías de desarrollo. Debe crearse un fondo solidario para tal fin. La vacunación contra la covid-19 es un derecho humano. Esperemos que los líderes del mundo entiendan que deben evitar que la brecha social se vuelva inmanejable por insoportable.
Si las guerras generan desarrollo tecnológico y económico, ¿qué es la pandemia sino una guerra bacteriológica? Encontramos sectores que mejoran significativamente sus economías: laboratorios y farmacias, empresas de bioseguridad y desinfección, informática y comunicaciones, funerarias y cementerios… Llegados a este punto, la vacunación de la población hondureña trasciende al sector salud porque afecta a la Seguridad Nacional. Las autoridades deben impedir que la vacuna se convierta en un negocio lucrativo para depredadores y sanguijuelas.
Maldito y bendito año 2020, por fin consumió su tiempo. Demasiada rabia e impotencia, lágrimas y sufrimiento, dolor y muerte nos ha dejado. Por ello, 366 veces maldito. Pero sucede el milagro de que cuando peor están las cosas surge lo mejor del ser humano. La colaboración, el desprendimiento espontaneo que sale del interior para compartir pan y abrigo, la empatía ante la desgracia sentida como propia. Miradas limpias en cuerpos sucios por el barro de la riada traicionera, impotentes, sin herramientas, utilizando solo las manos para sacar de las casas el mobiliario convertido en basura. Pregunta para los que toman decisiones: ¿reconstruimos, o construimos en ubicaciones más seguras? La primera opción conducirá al mismo resultado, solo es cuestión de tiempo. ¿Somos masoquistas?
Estamos vivos, por ello bendecidos, agradecidos. La gratitud alumbra la realidad con otro enfoque. Hay personas que caminan por la vida exigiendo derechos, lo que significa que no saben ser agradecidas. Derechos y gratitud son incompatibles. Viven amargadas, frustradas, convencidas de haber llegado donde están por méritos propios, de que no le deben gratitud a nadie. Morlocks a quienes el mundo no los merece, nunca satisfechos con lo que obtienen de la vida.
Algunas culturas mantienen la costumbre de tirar una moneda dentro del pozo, pidiendo un deseo para el nuevo año. En Honduras no podremos intentarlo, el virus y las dos tormentas nos metieron a todos dentro del pozo, incluso cuatro millones de compatriotas a mayor profundidad. Necesitamos apoyarnos como sociedad, con trabajo y sacrificio juntos escalar la pared para salir del agujero, porque nadie vendrá a sacarnos. Nos espera el camino que tenemos que andar hacia el futuro que Honduras se merece.
“Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
–Antonio Machado-