En la actualidad, el concepto de paradigma se ha vuelto central para entender los cambios en nuestra sociedad. Un paradigma es, en esencia, un conjunto de creencias y prácticas que definen cómo percibimos y actuamos en el mundo. Estos paradigmas pueden cambiar drásticamente en respuesta a eventos significativos, como lo ha demostrado la era Trump.
Durante su primer mandato, el presidente Donald Trump implementó políticas proteccionistas que marcaron un cambio radical en la política económica de Estados Unidos. La decisión de suspender tratados de libre comercio y la imposición de aranceles reflejan un claro giro hacia el proteccionismo, desafiando el paradigma global de libre comercio que había predominado en las últimas décadas.
Su administración no solo modificó la política económica, sino que también transformó la dinámica política y comunicacional, impulsando un estilo de liderazgo que cuestionó abiertamente a las instituciones tradicionales y desafió las normas establecidas en el ejercicio del poder.
Ahora, en un nuevo mandato de Trump, viene la posibilidad de una reconfiguración económica significativa, pero esta vez dentro de un marco aún más polarizado y con democracias que enfrentan profundas fisuras y la consolidación de un modelo de liderazgo con efectos estructurales en la democracia estadounidense y mundial.
Si se suspenden tratados de libre comercio, los países de Latinoamérica y el Caribe, que han sido históricamente dependientes de estas relaciones comerciales, estarían obligados a diversificar sus economías. Sin embargo, no se debe subestimar lo complejo que resulta alcanzar un acuerdo de esta magnitud.
Quienes hemos seguido de cerca estos procesos, desde la formación académica y la práctica periodística, sabemos que cada negociación es una batalla de intereses nacionales, sectores económicos y posicionamientos geopolíticos. Haber participado en las nueve rondas de negociación del CAFTA me permitió comprender de primera mano que un tratado comercial no es solo un documento, sino el resultado de un intrincado equilibrio entre oportunidades y sacrificios, donde cada país defiende lo que considera fundamental para su desarrollo.
Pero, a diferencia del primer periodo 2017-2021 del presidente Trump, esta transformación no se dará en el mismo contexto. Hoy, la tecnología y la inteligencia artificial juegan un papel central en la configuración del debate público, permitiendo que la desinformación y las narrativas políticas sean diseñadas con una precisión inédita.
La IA no solo está redefiniendo la economía, sino también la forma en la que los ciudadanos procesan la realidad política, amplificando burbujas de información y reforzando posturas ideológicas preexistentes. En un mundo donde los algoritmos pueden moldear percepciones y donde la veracidad de la información es cada vez más cuestionable por la desinformación y las noticias falsas, el paradigma Trump podría no ser solo un fenómeno político, sino una manifestación de una transformación más amplia en la manera en que se construye y ejerce el poder.
Es crucial que los países de Latinoamérica adopten un enfoque proactivo, fortaleciendo la integración regional y fomentando la innovación en sectores clave. Pero también deben comprender que la transformación que se avecina no es solo económica, sino comunicacional y política. La adaptabilidad y la capacidad de respuesta serán fundamentales para enfrentar este nuevo paradigma global, en el que la verdad es maleable, la democracia está en tensión y el liderazgo se redefine con herramientas digitales más sofisticadas que nunca.