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El papa llega a Mongolia, con su pequeña población, pero una enorme cultura

Ulán Bator.– El papa Francisco descansó hoy del largo viaje, nueve horas y media de vuelo, y del desfase horario, tras llegar esta mañana a la capital de este país, del que destacó el silencio de sus grandes estepas y su «enorme cultura», a pesar de sus pocos habitantes y sus sólo 1.400 católicos.

A su llegada al aeropuerto internacional Chengis Khaan fue recibido por una joven que le ofreció yogur seco, una usanza típica del país, y por la ministra de Asuntos Exteriores, Battsetseg Batmunkh, con la que se reunió durante algunos minutos en una sala del aeródromo ya que la ceremonia oficial de bienvenida se celebrará mañana en presencia de varias autoridades.

Después Francisco fue a descansar a la prefectura, la residencia del prefecto de Ulán Bator, el cardenal Giorgio Marengo, ya que el Vaticano no cuenta con una nunciatura (embajada) en el país.

Durante el viaje, el papa destacó que venía a visitar a un pueblo pequeño que vive en un territorio enorme, un pueblo pequeño «pero con una gran cultura» y pidió reflexionar sobre el silencio de las estepas porque dijo que «Mongolia se entiende con los sentidos».

«Un punto en la estepa. Así se siente cuando se viaja por Mongolia. Aquí uno encuentra la posición que le corresponde en el mundo y en la vida. La fe vuelve a su esencialidad original, o al menos es provocada a este retorno», así describía este país Giorgio Marengo, el prefecto apostólico de Ulán Bator, el cardenal más joven del nombrado el año pasado por Francisco, este viernes en el diario vaticano «L’Osservatore romano».

San Juan Pablo II esperaba venir en 2003, pero el papa Francisco se ha convirtido en el primer pontífice que pone un pie «en la tierra del eterno cielo azul, como la llaman sus habitantes», recordaba Marengo.

«Francisco apreciará la belleza de este país de vastas praderas, imponentes cadenas montañosas, claros lagos alpinos y extensiones desérticas. Un país con dos caras: la de la tradición nómada, que todavía practica alrededor del 30% de su pequeña población (3,2 millones de habitantes) y la de la ciudad cambiante y a veces contradictoria, con los edificios relucientes del centro y los suburbios desfavorecidos que bordean por las colinas que rodean Ulán Bator», describió el cardenal.

El papa poco podrá ver de estas estepas ya que su visita se concentrará en la capital, muy alejada de la belleza de sus colinas y de sus desiertos; una de las ciudades más frías del mundo y también de las más contaminadas por las numerosas calderas de carbón que se siguen usando y una importante actividad minera.

Francisco permanecerá en la prefectura, la residencia del cardenal, ya que aún no existe una nunciatura, a pesar de que ambos países mantienen relaciones bilaterales desde hace 30 años, tras la caída del comunismo en 1992, y se están negociando nuevos tratados sobre la labor de la Iglesia y de sus misioneros en este país.

Mañana, el papa comenzará su visita a este país «de enorme cultura» como explicó en el vuelo y expresará su cercanía a la que está considerada la comunidad católica más pequeña del mundo con cerca de 1.400 bautizados.

«Una pequeña comunidad de creyentes, que viven en situaciones marginales, con el deseo de seguir sembrando la buena semilla del bien; como a principios de los años 1990, cuando la Iglesia inició su silenciosa y fructífera labor de promoción humana, de investigación cultural y de diálogo, haciendo florecer también las primeras comunidades católicas, hoy reunidas en 9 parroquias», agregó Marengo en su carta.

Marengo también hablaba de «diálogo interreligioso» pues «es la premisa indispensable para poder construir (o consolidar) puentes y por ello el papa se reunirá con exponentes de otras religiones presentes en el país, donde un 53 % es budista tibetano. EFE

(ir)

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