Tegucigalpa, Honduras. Y el numerito ganador es… 86. El más esperado en «la diaria» de la realidad nacional.
Ese es el número que todos quieren que salga, sea como sea. Una cifra de momento inalcanzable para quienes manejan la política como un juego de azar.
Entretanto, reducen la elección de las personas fiscales a una pugna de dimes y diretes, insultos infructuosos e incitación al odio.
Se agotan todas las probabilidades ante la insistencia de los jefes de las bancadas que acuden a la convocatoria una y otra vez para presentar lo mismo, cruzando dedos para que los resultados cambien.
Pero ahora ¡se abrió la pesa y arrancaron los consensos estilo Honduras! Anunciaron un cambio de estrategia y como de uno a uno se llega a 86, negociarán por separado, sin el peso de los patrones respirándoles en la nuca. ¿Funcionará? Quizá, en esta lotería política el pueblo nunca se ganará el súper premio.
Y por más que les rezan a los santos de la impunidad, los diálogos ya no serán con los jefes de bancadas, sino con congresistas arcoíris que cambian de color según el clima político, aumentando el prisma de una democracia ilusoria.
Mientras eso pasa, aquí seguimos las y los ciudadanos, enredados en la vieja pero efectiva estrategia de empobrecer para dominar, sumidos en una nación con un alarmante indicador del 77.7% de personas en condiciones de pobreza, según datos de 2021 publicados por el Instituto Nacional de Estadística.
¿No han pensado que con sus decisiones arbitrarias estaríamos a punto de perder un Poder del Estado? Un país que no legisla es un país en retroceso. Y es que, bajo la lógica de algunos miembros de la Junta Directiva, Honduras -fácilmente- se podría quedar sin Congreso Nacional, ya que, si hasta dentro de dos años logran acuerdos, hasta esa fecha le quitarían los candados a la casa legislativa.
Ya lo dijo el diputado de Libertad y Refundación, Sergio Castellanos, que si las cosas siguen así, mejor que se disuelva el Congreso. Ante tanto disenso y circo, para muchos la idea no suena tan descabellada. Pero, a todo esto, ¿adónde queda la democracia? ¿O es que cuando se trata de hacer prevalecer la forma de gobierno, institucionalidad y Estado de derecho, el país justifica los medios? Esperemos que cuanto antes caiga el 86.