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El PAC, la fuerza que desbalanceó el sistema político

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Tegucigalpa.- Los recientes comicios electorales dejan al país muchas sorpresas y también lecturas reposadas para el análisis y los escenarios políticos que se vienen al país. Una de esas sorpresas y lecturas, es el Partido Anticorrupción (PAC), del comentarista deportivo, Salvador Nasralla, que se ha convertido en la voz disonante que vino a desbalancear el actual sistema político hondureño.
 

Nasralla, que tuvo una caída en la intención de voto, logró al final posicionarse más allá de las probabilidades que le daban los estrategas políticos y los estudiosos de la política, al afirmar que sería una espuma que se iba esfumar con la fuerza de los vientos al final del proceso eleccionario.

Pero su figura mediática, a la cual se han acostumbrado por décadas los hondureños, abonó a sus propósitos, así como su trayectoria de hombre honesto e irreverente con el sistema y el actual orden de cosas. Él, a diferencia del resto de partidos políticos, logró también captar el electorado joven, que en su mayoría se volcó a favor de su propuesta anticorrupción y de cambio en las elites políticas.

A diferencia de Libertad y Refundación (Libre), de posturas radicales y altamente ideologizados, Salvador Nasralla y el Partido Anticorrupción se muestran como una derecha de centro moderada, que no apuesta a destruir el sistema democrático, ni el sistema político hondureño, pero sí a moralizarlo y a volverlo más ético.

Con todas las características típicas de un outsider de la política, Salvador Nasralla, logró arrebatar un bastión histórico al centenario bipartidismo político representado por los partidos Nacional, en el poder, y El Liberal. Ese bastión fue la región de Cortés y con ello la principal ciudad industrial del país, San Pedro Sula, en una pelea cuerpo a cuerpo la alcaldía municipal con el nacionalismo.

En el departamento de Cortés, el PAC saca la mayoría de diputados y de acuerdo a las proyecciones preliminares es posible que saque al hilo 15 diputaciones, algo inédito hasta ahora en la política hondureña, lo que ha provocado un gran desbalance en el sistema político.

El PAC se volvió así en un partido que descolocó a todo el sistema de partidos políticos, comenzando por el bipartidismo para terminar con los llamados minoritarios Pinu, UD, DC, y los nuevos como Libre, Faper y Alianza Patriótica, últimos dos a punto de desaparecer.

Los simpatizantes del PAC fueron quizá los que mejor usaron el llamado en plancha de los partidos, y muchos de sus diputados salieron por una especie de golpe de suerte, y al igual que el resto de los partidos políticos asustados y asombrados por los resultados, el espanto también les contagia de lo que se viene.

El Partido Anticorrupción les restó a todos, y sin recursos y sin propaganda, aupado solo por la figura de Nasralla y su propuesta de decencia en la política, dañó incluso a Libertad y Refundación que se engolosinaba creyendo que iba a arrasar en Cortés y otras zonas donde nadie imaginaba que Nasralla iba a tener posibilidades de salir como la ciudad de El Progreso, por ejemplo, en Yoro.

La clase política tradicional sigue sin terminar de entender el fenómeno de Salvador Nasralla, pero los estudios recientes sobre la percepción ciudadana de la política son claros, al señalar que no creen en los actuales políticos tradicionales, un dato que tiene más de una década de estar ahí, sin que nadie repare en ellos.

Nasralla como un outsider de la política vino a dar un aliento de cambio a una sociedad cansada de tanta corrupción, aunque en la práctica tampoco hace mucho por castigarla, pero le incomoda. Una sociedad que tampoco ve con buenos ojos esos repartos de cúpulas partidarias que terminan siendo mono-partidos, más que partidos políticos en sí diferenciados unos de otros.

El surgimiento del PAC ha hecho posible algo que las elites políticas actuales no vieron o se resistieron a ver: el espacio para un líder mesiánico, la presencia de un jugador incómodo que puede, dentro del Congreso Nacional, complicar pactos o negociaciones a los que estará obligado el nuevo gobierno para poder garantizar gobernabilidad.

Salvador Nasralla, ahora que tendrá una bancada minoritaria nada despreciable en el congreso, se verá obligado a conformar estructuras, dar forma a su partido, tomar en serio la formación de un instituto político o de lo contrario, corre el riesgo de que su bancada, sin la conducción adecuada, sucumba ante los encantos de una elite política acostumbrada a negociar o “negociar”.

A diferencia de Libertad y Refundación, sus integrantes son personas inconformes con el sistema, pero no apuestan a su destrucción, ellos buscan moralizarlo y si las elites políticas no lo entienden y se mueven por hacer los cambios y las reformas que permitan oxigenar el sistema político y la democracia, en cuatro años el PAC y Salvador Nasralla seguirán dando la otra gran sorpresa: la Presidencia del país.

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