Dicen que el presupuesto público, es decir la estimación de gastos que el estado hace cada año con miras a sostener su estructura, es el principal instrumento para el desarrollo de un país. Esa es quizás la razón de que Honduras sea, según la CEPAL, el país más pobre de Latinoamérica.
Si bien es cierto que, debido a la influencia de las recomendaciones keynesianas, durante el siglo XX algunos países experimentaron tasas de crecimiento que les permitieron mejorar el bienestar general, es igualmente cierto que dicho crecimiento fue temporal y luego, inevitablemente iniciaron un descenso que, ahora mismo cuestiona su sostenibilidad futura.
Países como Suecia, Canadá, España, y más acá, Costa Rica o Uruguay, son buenos ejemplos de cómo, el llamado “estado de bienestar” aun siendo administrado por gobiernos responsables, transparentes y “eficientes” están pasando por serios problemas de sostenibilidad. Todo ello es quizás uno de los elementos que mejor explica la desazón de la ciudadanía con los políticos tradicionales de aquellos lares.
La experiencia demuestra que solo el crecimiento económico inclusivo garantiza el bienestar sostenible de la mayoría de las sociedades modernas. Esto, por supuesto, requiere de una productividad creciente de los factores, es decir, del capital, el trabajo, la propiedad y el espíritu empresarial. Para ello, es indispensable que exista un estado facilitador, pequeño y fuerte, que no expropie o atosigue al sector privado y, sobre todo, que permita a trabajadores y empresarios buscar la prosperidad generando los incentivos necesarios, sin obstruir sus esfuerzos.
Lamentablemente, lo que la SEFIN envió al Congreso Nacional en septiembre recién pasado no se acerca en lo mínimo a lo que debe ser un presupuesto público coherente con la necesidad de que haya en el país un crecimiento económico adecuado. Es importante leer entre líneas lo que nos quieren decir las autoridades con la propuesta enviada.
En lo referente a mejorar la productividad del factor trabajo, basta con ver cómo el gasto en educación va decreciendo año con año, como porcentaje del total presupuestado en vez de aumentar. Y si examinamos las actividades a financiar, nos damos cuenta de que hay cero intenciones de mejorar la calidad y los servicios a quienes en el futuro tendrán la responsabilidad de sacar al país adelante, ya sea como trabajadores, emprendedores o intelectuales orgánicos.
Otro tanto sucede con la salud y protección social ¿Cómo pueden pretender un trabajo efectivo al respecto si el Instituto Hondureño de Seguridad Social está siendo administrado por quien condice la Secretaría de Salud? Está claro que no entienden el tema y tal parece que no hay una visión estratégica al respecto. Mientras tanto, la niñez sigue desnutrida y mórbida, los ancianos desvalidos y enfermos, con una fuerza de trabajo carente de un sistema adecuado de protección.
En cuanto al desarrollo del capital, las cosas parecen discurrir de la peor forma posible: la inversión pública continúa huérfana de visión estratégica estrategia que le permita ser un complemento de la acción privada. Ni la infraestructura en carreteras, puertos y comunicaciones facilitan el crecimiento empresarial, ni los costos de transacción y producción bajan, la energía sigue siendo la más cara de la región y el acceso a la tecnología es prohibitiva.
En cuanto a la propiedad, nunca el país había estado en una situación tan precaria: terrenos invadidos, derechos de autor irrespetados, clima de negocios poco amigable, sistema de justicia lento y cooptado. ¿Qué cosas establece el presupuesto actual para revertir la situación negativa?
Un avispado funcionario chileno decía hace un tiempo: “Si hay problemas de infraestructura, es porque hay un ministerio de infraestructura, si el sistema de salud ha colapsado, es precisamente debido a que existe una secretaría de salud”. Lo mismo parece suceder en Honduras con los servicios más relevantes para garantizar la prosperidad de las personas.
Es urgente tomar con seriedad el gasto público para que tenga sentido. Pero si seguimos haciendo lo mismo que hasta ahora, esto seguirá siendo una quimera y continuaremos en la lista infame de los países pobres e injustos del mundo.