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El Cascabel al Gato

Julio Raudales

La economía: esa ciencia del cuidado de la casa (oikos – casa, nomos – cuidado), parece estregarnos retos y más retos cada día. La pandemia, los huracanes, las elecciones 2021, el año escolar que termina y deja a casi 2 millones de chicas y chicos sin aprender, el desempleo, la pobreza, la violencia intrafamiliar acentuada por el confinamiento, el dengue, la desnutrición, las pandillas, el narcotráfico, la corrupción…

¡Cuántos problemas por resolver! ¡Cuánta desesperanza! ¿Será que ya tocamos fondo?, ¿Acumulamos ya todas las desgracias que nos tocaban como sociedad?

Créame que no. La verdad es que sí podemos estar peor porque, a diferencia de las personas que una vez muertas llegaron al final de sus penurias, las sociedades pueden hundirse de forma sempiterna sin conocer el fin de sus devaneos.

¿Quién se toma el tiempo para pensar en el largo plazo? A quienes lo hemos hecho nos endilgan el mote de soñadores, poco prácticos, nefelibatas… quizás olvidan que ese largo plazo es la suma de las inmediateces, que una década es un suspiro y que solo la persistencia en las ideas y el trabajo en pos de los sueños lleva a individuos, empresas y países al bienestar general.

Pero es inútil repetirlo, o así parece, ¿Quién piensa en lo que sucederá en 20 años si no tenemos que comer para mañana? Tal vez si después del paso desolador del huracán Mitch hace 22 años, hubiésemos elegido a cuatro gobernantes con equipos visionarios, comprometidos, inteligentes y humildes, muchas de las penurias enumeradas en el primer párrafo de estas líneas serían solo un mal sueño y no la horrible realidad con que nos toca caminar día a día.

Pero bueno, ¡Basta de lamentos! Se requiere visión y acción continua y determinada para salir del agujero en que el país se encuentra. Y como ya se acerca el día del economista (22 de noviembre), voy a plantear 3 elementos claves que, desde la perspectiva de la ciencia económica clásica, ayudarán a salir al país del atolladero.

Lo primero es el fomento al ahorro. Ningún individuo o sociedad tienen futuro si no cultivan el hábito de sacrificar consumo actual por futuro y, debo hacer especial hincapié en el ahorro previsional: En el país tenemos un esquema de pensiones más bien precario, pensado para el presente a despecho del futuro, que es su gran objetivo. Debemos comenzar a ver este tipo de ahorro como un instrumento de desarrollo y una garantía para un porvenir distinto al presente.

La semana pasada mencioné en esta columna, que viven hoy en Honduras unas 900 mil personas mayores de 65 años. Para 2040 serán más de 3 millones. Es indispensable hacer algo para asegurar que cuando lleguemos allá, quienes tengan esas edades no vivan como los adultos mayores de hoy. Si esta tendencia no cambia, estamos en severo peligro de ser un estado fracasado. Es, por tanto, indispensable repensar nuestro modelo previsional y hacerlo sostenible.

Lo segundo es el estímulo adecuado a la inversión. A la pregunta ¿Cómo se debe utilizar el ahorro? La respuesta obvia es: con proyectos verdaderamente rentables, que incrementen la riqueza de todos y todas.

Es importante recordar que el crecimiento económico no es un juego de suma cero; la especie que circula por ahí de que si alguien mejora es a costa del empeoramiento de otros es una falacia o al menos no es totalmente cierta. Se requiere crear en Honduras un entorno amigable a los emprendedores, para todos; pero para ello es necesario mejorar los servicios públicos, es decir, salud, educación infraestructura y también justicia y seguridad de las personas y propiedades. Eso me lleva al tercer punto: Una burocracia efectiva.

Fue el economista y sociólogo aleman Max Weber quien introdujo en el análisis formal el papel de la burocracia como entidad fundamental en el desarrollo de los países. Si lo que se busca es que el estado sea un aliado de la ciudadanía, es fundamental que se conforme por un equipo capaz, motivado y bien dirigido.

Es fundamental modernizar el estatuto del empleado gubernamental en nuestro país, pero, sobre todo, desterrar la idea de que ser empleado o funcionario público, es el pago al trabajo de campaña política o la vía para realizar negocios, malversando los impuestos y el patrimonio estatal. Con solo cambiar este atavismo, el ahorro, la inversión productiva y la convivencia social cambiarán masivamente.

¿Puede lograrse esto en poco tiempo? Yo pienso que sí, pero solo si entendemos que solo con visión y trabajo decidido es que los hondureños podemos poner el cascabel a ese gato silencioso que se empeña en derribar el mobiliario de esta casa que debemos cuidar y hacer próspera.      

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