*La visita del vicepresidente Joe Biden y su encuentro con los mandatarios de la región marcaría la punta de partida de la nueva estrategia de Washington
La presencia del vicepresidente estadounidense Joe Biden en territorio hondureño el martes para reunirse con el mandatario Porfirio Lobo solo es el punto final de una serie de acciones de la Casa Blanca en cuanto a alinear a los gobiernos del área respecto al enfoque estadounidense para combatir a las poderosas mafias del narcotráfico mexicanas y algunos residuos de las colombianas.
No en vano el resto de los presidentes centroamericanos, más República Dominicana, Panamá y Belice, fueron convocados a Tegucigalpa, para que puedan reunirse con Biden, y de esa manera escuchar del segundo hombre de la Casa Blanca, las nuevas estrategias estadounidenses para combatir el tráfico de drogas.
Tercer componente Washington ha impulsado varias estrategias de combate a las drogas, primero fue el denominado “Plan Colombia” con el cual se buscó desarticular a los carteles de la droga. El referido plan también tenía el componente de combatir al grupo narco criminal de las FARC colombiana, ya que se consideraba como un elemento crucial del narcotráfico, ya que en las zonas que controlaban se procesaba la cocaína. Tras haber desarticulado los poderosos carteles de Cali y Medellín, así como sus sucesores y reducido la actividad de las FARC, el negocio pasó a ser controlado por otros actores. Las mafias mexicanas, que en el pasado solo servían como transportistas a los colombianos, comenzaron a controlar el negocio del tráfico de drogas. De nuevo la respuesta de Washington fue actualizar el “Plan Colombia” y optó por renovarlo como “Iniciativa Mérida” o “Plan México”, aunque se incluía marginalmente a Centroamérica.
Lo anterior se vio reflejada cuando Estados Unidos lanzó su tercer componente en la lucha contra la droga al lanzar la Iniciativa de Seguridad centroamericana (CARSI, por sus siglas en inglés), dotada de 200 millones de dólares. La CARSI es un complemento del “Plan Colombia” y la “Iniciativa Mérida”, ya que al atacar en los dos extremos geográficos a los poderosos narcotraficantes, ocurrió lo que los expertos en seguridad llaman el “efecto cucaracha”, los líderes de las bandas se movilizaron a Centroamérica para huir de la represión policial colombiana y mexicana. Siendo los cinco países centroamericanos pequeños, débiles institucionalmente y con economías limitadas, varios países de ellos han sufrido más la actividad de los narcos. Por ello Washington busca, a partir de hoy, lanzar un nuevo enfoque en la lucha contra las drogas, para lo cual inquiere que los gobiernos de los países centroamericanos, más Belice, Panamá y República Dominicana, asuman el compromiso de combatir a las mafias de los narcotraficantes, así como otras formas del crimen organizado, como el tráfico de personas, armas y otras manifestaciones criminales. Centroamérica es un paso natural para el tráfico de drogas desde sus centros de producción en el sur, hasta los centros de consumo en Estados Unidos. Por ello sus territorios son ansiados por los narcotraficantes, que además ya incursionan en el procesamiento de la cocaína, así como en nuevas como las metanfetaminas. |
Guerras La ampliación de la “guerra contra las drogas” a Centroamérica ocurre mientras Washington comienza a alejarse de los conflictos en el Medio Oriente, especialmente tras su retiro de Irak y el comienzo de la salida de Afganistán.
Los expertos consideran que lo mismo ocurrirá si deciden atacar Irán para detener su programa nuclear, esta vez la administración podría utiliizar la poderosa fuerza aérea y sus grupos navales para destruir las instalaciones nucleares del régimen iraní. Pero en Centroamérica esas capacidades de la moderna tecnología militar no son válidas, por lo que se espera que la “guerra contra las drogas” en el istmo utilice más personal de campo estadounidense. Para combatir a los narcotraficantes en México, Washington utiliza agentes de campo y de la alta tecnología se vale de los vuelos de aviones de inteligencia no tripulados, los llamados “drones” o “predator”. De tal suerte que la guerra estadounidense en la región es un hecho concreto que marca el corazón de América en una segunda edición, alejada de las confrontaciones ideológicas y frente a un monstruo de mil cabezas al que no queda claro hacia donde apuntar. |