Madrid – Nunca antes, España o no digamos Europa entera, ha estado pendiente de la salud de una mujer.
El país entero ha respirado de alivio ante la noticia de que la primera persona infectada del ébola fuera de Africa ha podido vencer al fin este peligroso virus, tras tres semanas de lucha y aislamiento en el hospital.
Cuando llegué a Madrid la semana pasada, le pedí al taxista que primero me llevará al hospital Carlos III, cerca del hospital La Paz.
Vi a las decenas de periodistas colegas y cámaras de televisión pendientes de las ventanas de una habitación en la sexta planta de Teresa Romero.
Los directivos del hospital habían pedido, inútilmente, a los fotógrafos que dejarán de enfocar sus lentes en las ventanas y que no tomarán más fotos que podrían poner en riesgo la intimidad de Teresa, que necesita que entre la luz solar.
Romero, de 44 años, casada y sin hijos, se infectó del ébola hace cuatro semanas tras haber cuidado al segundo misionero español que fue repatriado de Africa Occidental, Manuel García Viejo, tras haber enfermado de ese virus. Los dos murieron poco después.
A pesar de las precauciones adoptadas, se cree que Romero fue infectada cuando al quitarse el traje protector, se tocó sin querer la frente con un guante. El virus se propaga por el contacto con los fluidos corporales de un enfermo de ébola.
El caso de Romero ha influido en las críticas que se han hecho al gobierno español por la improvisación y la falta de preparación al personal sanitario que trataron a los dos misioneros.
El caso llegó al congreso, donde la oposición socialista pidió la dimisión de la ministra de sanidad, Ana Mato, por su «incapacidad» en enfrentar esta epidemia.
Tras su contacto con el misionero, Romero hizo vida normal y pudo haber contagiado a su esposo, Javier Limón, y a sus vecinos del barrio de Alcorcón, al sur de Madrid.
Cuando la llevaron al hospital de su localidad, pudo haber contagiado también al personal de la ambulancia y al médico que la atendió. En ningún momento se cumplió con el protocolo establecido para estos casos.
La Unión Europea le pidió al gobierno español explicación por los fallos ocurridos, temerosa de que el virus pudiera extender fuera de las fronteras de España.
Tantas han sido las críticas, que el gobierno español tuvo que apartar a la ministra Mato y anunciar que la viceministra Soroya de Santamaría se iba a encargar de coordinar un comité de expertos que iban a seguir esta crisis.
Se estima que Romero se ha curado por el tratamiento de antivirus que le han inyectado de una enfermera africana que se ha curado del ébola y por un fármaco experimental.
Por ahora, Romero tendrá que seguir en tratamiento por que sus órganos vitales, como el pulmón han sido afectados, agravado por el hecho que es fumadora.
Desde hace más de cuatro semanas que no ve a su marido, quien está aislado en el mismo hospital, en otra planta. Tampoco sabe que su mascota, un perro llamado Excalibur, fue sacrificado para evitar un posible contagio.
Romero ha sido elogiada por sus compañeras del hospital por haber sido una voluntaria para atender al misionero, sin importarle los riegos que asumía.
Su regreso a la vida normal le será muy difícil, debido a la atención mediática que su caso ha despertado en toda España y porque, quiéralo o no, quedará con el estigma de haber sido la primera víctima del ébola en Europa.