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Dimisión de vicepresidenta de Guatemala, un caso que sienta precedentes

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Guatemala- En medio del mayor escándalo político vivido en Guatemala desde que se instauró la democracia en el país en 1985, la vicepresidenta Roxana Baldetti, salpicada por varios casos de corrupción, renunció el viernes a su cargo, una decisión que sienta un precedente histórico en la nación.

La renuncia de Baldetti fue comunicada a los periodistas por el presidente guatemalteco, Otto Pérez Molina, a través de una breve conferencia de prensa celebrada en la Casa Presidencial y en la que apenas concedió tres meras preguntas a los informadores para dar explicaciones por un caso que tiene conmocionada a la sociedad.

La deserción de Baldetti, periodista, política y maestra, surge durante la semana más trágica para la vicepresidenta desde que asumió la segunda magistratura del país en el año 2011.

En apenas tres días Baldetti vio cómo la poderosa cúpula empresarial del país exigía su cabeza debido al escándalo de corrupción destapado el pasado 16 de abril por un organismo de las Naciones Unidas y en el que están involucrados funcionarios de alto nivel cercanos al Gobierno.

A juicio del presidente del Comité de Asociaciones Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), Jorge Briz, esta abdicación gubernamental era necesaria para fortalecer «la democracia y preservar la institucionalidad» del país, ya que sus ciudadanos están hartos de una tesitura corruptiva de la que nadie se responsabiliza.

El miércoles, cuando uno de los entes que tiene la batuta de la supremacía en Guatemala se posicionaba en contra del Gobierno, la Corte Suprema de Justicia acordó dar trámite a una denuncia de corrupción en contra de Baldetti, por lo que era el turno del Congreso, que debía evaluar si le retiraba la inmunidad para investigarla.

Baldetti estaba entonces acorralada entre la espada y la pared, con varios sectores de la sociedad en contra y ahogándose poco a poco en un mar turbio copado de acusaciones en contra de su persona.

Era hora de que la vicepresidenta jugase su última carta para evitar un juicio que estaba cantado.

A través de su abogado Mario René Cano, la vicepresidenta presentó el jueves un recurso de amparo ante la Corte de Constitucionalidad, la máxima instancia jurídica en Guatemala, para revertir, así, el fallo del Supremo e impedir que le retiraran la inmunidad para no quedar desnuda y sin protección ante la Justicia.

El Congreso decidió mantenerse al margen de estos «correveidiles» y continuó con el proceso, conformando una comisión integrada por cinco diputados para evaluar si existían indicios suficientes para proceder al antejuicio.

El poder sobrenatural, inevitable e ineludible del destino parecía jugar en contra de la vicepresidenta.

El presidente de ese órgano que decidiría sobre su futuro, elegido al azar, era el diputado opositor Salvador Baldizón, de Libertad Democrática Renovada (Lider), hermano del empresario Manuel Baldizón, candidato opositor a la Presidencia para los comicios generales que se celebrarán el próximo 6 de septiembre.

Todas las señales apuntaban a que la cabeza de Baldetti caería pronto y los ciudadanos, conscientes y hastiados de la coyuntura social, decidieron reiterar día a día en las calles y de forma pacífica, cuál era su deseo: conseguir la dimisión de la vicepresidenta.

El viernes las noticias siguieron aflorando ante los rumores que rodeaban a Baldetti, de quien se dijo fue hospitalizada por un ataque de ansiedad, aunque fuentes próximas a ella lo desmintieron.

A primera hora de la mañana, dos bombas informativas coparon la actualidad: el Congreso anunciaba que la vicepresidenta tendría que acudir a declarar el lunes ante la comisión que evaluaba su caso y la Corte emitía su veredicto, en el que acordaba denegar el amparo solicitado por Baldetti.

El Gobierno empezó a ver cómo el desgaste de Baldetti hacía mella en una popularidad que iba de capa caída, por lo que el presidente decidió tomar la sartén por el mango y tras varios encuentros con la vicepresidenta, ella acordó, según él de manera voluntaria, dimitir para «eliminar toda sospecha» que pudiera haber sobre su labor.

«Un precedente histórico», «un triunfo del pueblo», «una decisión valiente» o «un refuerzo de la transparencia». Estos fueron algunos de los calificativos que surgieron por parte de diferentes sectores que aplaudían al unísono el retiro del cargo de la vicepresidenta.

Buscando en el baúl histórico de Guatemala, solo hay un precedente similar que evoca en los guatemaltecos un recuerdo pasado con tintes parecidos, aunque solo en la teoría.

Se trata del político Francisco Villagrán Kramer, fallecido hace unos cuatro años a consecuencia de una enfermedad terminal.

Villagrán fue vicepresidente del país durante la administración del general Fernando Romeo Lucas García (1978-1982), un cargo del cual renunció el 1 de setiembre de 1980, tras el incendio de la Embajada de España en Guatemala a manos de las fuerzas de seguridad y el incremento de la represión oficial en contra de los opositores.

Al renunciar al Gobierno, Villagrán señaló que la violencia política que padecía el país obstruía el proceso democrático al que aspiraban los guatemaltecos y que él no estaba dispuesto a formar parte de un sistema con el que no se sentía identificado.

Comparaciones aparte, lo cierto es que Baldetti sigue viviendo un trance arduo y engorroso, ya que, al renunciar a su cargo, perdió la inmunidad que la protegía y la Fiscalía puede abrir un proceso contra ella si lo considera oportuno.

Fuentes del ente público aseguraron a Efe que no desechan la posibilidad de investigarla, ya que para esclarecer el caso de «La Línea» están dispuestos a llegar hasta el fondo y por ende, «no descartan a nada, ni a nadie» y si es necesario tirarán de la manta caiga quien caiga. EFE

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