Diálogo: ¿por qué?, ¿para qué? y ¿con quién?

Por: Hugo Noé Pino

Tegucigalpa.- La crisis política por la que atraviesa Honduras, que algunos quieren minimizar, tiene como origen el fraude electoral del pasado 26 de noviembre y los días subsiguientes.

El fraude electoral, a su vez, tiene su origen en la existencia de una estructura de poder que rehúsa a sentirse desplazada y que es la responsable del atraso y de los niveles de pobreza en el país. Al igual que en 2009, los poderes fácticos en Honduras promovieron unos, avalaron otros, el inmenso fraude de las pasadas elecciones.

La reacción del pueblo hondureño al fraude fue manifestarse masivamente contra el mismo, adicionalmente se realizaron protestas ciudadanas en carreteras y diferentes lugares del país. La reacción a estas protestas fue la represión del aparato de seguridad del Estado (aunque se ausentaron en los momentos del vandalismo condenable que se realizó), con cerca de 40 muertos. Ante estos hechos, algunos países y sectores nacionales han llamado a un dialogo que permita alcanzar puntos de entendimiento para resolver esta crisis y parar la violencia. Diálogo que el gobierno dice apoyar y para lo cual ha convocado a diversos sectores de la sociedad, como agrupaciones empresariales, ONG, universidades, etc.

Sin embargo, es un contrasentido convocar, en primera instancia, a sectores que no tienen nada que ver con el problema principal de la agenda, que sin lugar a dudas es el fraude electoral. La crisis se origina por el irrespeto absoluto a la voluntad  popular con un fraude que no se puede aceptar, aunque lo diga el TSE y lo acepten otros países. El fraude es el por qué del dialogo, en un primer momento. Los temas de un pacto social vendrán una vez que se resuelva la crisis política, no a la inversa. ¿Qué sentido tiene ahora hablar de reformas electorales sin antes llegar a acuerdos sobre la situación del fraude? Esto solo lo plantean los mismos que lo hicieron después de las elecciones del 2013 y que nunca exigieron que se hicieran dichas reformas. Lo hace el gobierno para ganar tiempo y legitimarse, y lo secundan sus organizaciones afines. 

Por lo tanto, el para qué del dialogo debe ser la resolución de la crisis política, pero no a través de la imposición de un presidente que no cuenta con la voluntad popular, sino del planteamiento y discusión de mecanismos que nos permitan encontrar repuestas satisfactorias. Estas pueden ser desde la convocatoria en un plazo perentorio a una Asamblea Nacional Constituyente, la realización de un plebiscito para dicha convocatoria, hasta la repetición del proceso electoral sin ventajismos para nadie, con una nueva estructura del TSE y una supervisión internacional confiable. ¿Quién dijo miedo?

Los partícipes del dialogo obviamente debe ser los partidos políticos principales involucrados en la contienda electoral de noviembre; es decir, la Alianza de Oposición contra la dictadura, el partido Nacional representado por su candidato Juan Orlando Hernández y el partido Liberal. Esto se puede hacer con la mediación de expertos de Naciones Unidas. Es éste el nivel adecuado del diálogo para que el mismo tenga la posibilidad de resolver la crisis política. El resto de sectores debe ser convocado posteriormente para ser parte de un pacto social, una vez llegado a acuerdos sobre el tema principal.

Decir que la oposición debe aceptar la reelección de JOH como punto de partida del dialogo es legitimar violaciones repetidas a nuestras leyes. Ningún país se construye violando la institucionalidad, eso es cierto, pero tampoco se puede apelar a ella una vez que ha sido destruida. La única forma de recuperar la confianza de la ciudadanía en la democracia es llegando a acuerdos en donde la ley se aplica en igual forma para todas las partes, no como hasta ahora hemos estado viviendo, que se aplica en unos casos, pero solamente si beneficia a un sector determinado.

La insistencia en una diálogo en lo cual la mayoría de los convocados reciben recursos o privilegios del gobierno y no los verdaderos actores que pueden ayudar a solucionar la crisis, solamente presagia un horizonte lleno de incertidumbres, represión y violencia en Honduras.

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