Creado en el año de 1994, el municipio de San Francisco de Opalaca tiene una extensión de 292.40 kilómetros cuadrados y su población en su mayoría es de origen lenca.
Cuenta con las aldeas de Monte Verde, donde funciona la comprensión municipal, Agua Sucia, El Naranjo o Santa Lucía, El Zacatal o Zuyapa; La Ceibita, La Chorrera Áspera, Ojo de Agua y Plan de Barrios.
La mayoría de sus habitantes se dedica a la agricultura de subsistencia, es una zona en desarrollo que logra, gracias a la cooperación internacional, apostar a proyectos novedosos que buscan la sostenibilidad agrícola al par de un entorno amigable con la naturaleza.
Tradicionalmente la participación política de la población estuvo regida por el bipartidismo que sentaron los centenarios partidos Liberal, actualmente en la oposición, y Nacional, en el poder. Pero con la irrupción del partido Libertad y Refundación (Libre), un sector de la población se sintió atraída por su oferta electoral, pero no fue suficiente como para alzarse con el gobierno municipal.
En la declaratoria final del proceso electoral recién concluido, el Tribunal Supremo Electoral otorga el triunfo de la alcaldía de San Francisco de Opalaca al Partido Nacional en la figura de Socorro Sánchez, quien se hace acompañar por regidores liberales y de Libre.
Sánchez incluso tiene la credencial que lo acredita como el alcalde legítimamente electo en las urnas en San Francisco de Opalaca. Para el Tribunal Supremo Electoral, allí no debería haber problema, pero la realidad pinta diferente.
El golpe técnico de Libre
El control municipal de esa zona indígena la reclama el ex aspirante político a esa municipalidad por Libre, Éntimo Vásquez, quien a la brava se ha instalado en la sede municipal en la aldea Monte Verde, obligando al alcalde legítimo a migrar de una aldea a otra.
En un reportaje en la zona elaborado por el periodista Mario Landa de TN5, Éntimo Vásquez acepta que Sánchez fue electo “por el voto”, es decir, es el alcalde legítimo, pero asegura que él también tiene otro tipo de legitimidad: la del Consejo de Ancianos del municipio que le favorece.
El problema de San Francisco de Opalaca ya ha dejado más de una escaramuza entre los pobladores simpatizantes de Libre, los nacionalistas y la autoridad policial que se ha visto obligada a dispersar los zafarranchos, al grado que impidieron al alcalde legítimamente electo en las urnas tomar posesión de su período municipal de cuatro años.
Los simpatizantes de Libre, de la noche a la mañana, se sacaron de la manga de la camisa la figura del Consejo de Ancianos para tratar de imponer el golpe técnico municipal que quieren dar al Partido Nacional en San Francisco de Opalaca. El Consejo de Ancianos se inclina porque ese municipio sea rectorado por Libertad y Refundación.
Desde la capital, se asegura que los líderes de Libertad y Refundación aúpan a sus simpatizantes en San Francisco de Opalaca en un afán por obligar al partido en el poder a negociar cuotas de poder, aunque en el fondo, la apuesta de Libre es torpedear desde lo local, la frágil institucionalidad en el país.
La dirigencia de Libertad y Refundación no termina de aceptar que perdieron el triunfo en las urnas y que hoy por hoy son la segunda fuerza política del país, misma que están conduciendo con estrategias erráticas al pretender obtener el control del poder por medio del zafarrancho y la ingobernabilidad.
Legítimo, pero solo
El Partido Nacional, en apariencia, intenta minimizar el conflicto en San Francisco de Opalaca, al aseverar que la ley da como alcaldía legítima al alcalde electo, Socorro Sánchez, quien en vez de ejercer el poder desde la municipalidad, lo hace de aldea en aldea, generando así incertidumbre para gobernar.
Sánchez, por reportes periodísticos más parece un alcalde nacionalista huérfano del apoyo del partido en el poder, porque la dirigencia del partido parece no entender que mediante un golpe técnico local, se busca trastocar toda la legitimidad con que fueron electos en las urnas.
Libertad y Refundación, en cambio, se apresta con su dirigencia a hacer más presencia política de respaldo en la zona, en un desafío al respeto a las leyes y a la institucionalidad del país. Su dirigencia parece que no termina de asimilar la pérdida y desde lo local intenta incomodar al gobierno central y a la institucionalidad de la que tanto se mofa.
En San Francisco de Opalaca no está en juego quién tiene la razón o a quien asiste la ley, el trasfondo puede ser otro, y desde la necesidad y la orfandad en que se han mantenido a los pueblos indígenas, un simple dolor de cabeza al poder constituido puede terminar, en el mediano plazo, en una migraña permanente.