Por: Julio Raudales
Tegucigalpa.- Distintas investigaciones muy actuales y creíbles lo corroboran: El crecimiento económico y por tanto las posibilidades de mejora en el bienestar de los hondureños, depende en alto grado de lo que pase fuera de nuestras fronteras.
De lo anterior, deseo remarcar dos elementos: Lo que producimos sirve en gran parte para financiar lo que importamos (la mitad de nuestro PIB son exportaciones) y; si bien el crecimiento económico abre una puerta para mejorar nuestra situación, por si mismo no garantiza que la ciudadanía encontrará a través de él mejores niveles de vida.
Es por ello que no vale la pena tanto alegrarnos porque hayamos tenido un crecimiento en términos reales del 3.5% en 2015. Si a esto le restamos el aumento de 2.6% anual en la población, nos encontramos con que nuestra economía sigue estando prácticamente estancada para todos los efectos.
Lo dicho no difiere mucho de la percepción que sobre su situación tiene la gran mayoría de los ciudadanos de a pie. Los problemas de empleo, los bajos salarios reales y la percepción de inseguridad siguen siendo fuertes limitantes para la población.
Si nos aproximamos más a las cifras, la última edición de la Encuesta Permanente de Hogares muestra una tasa de sub-empleo cercano al 40% de la población económicamente activa, misma que suele exacerbarse en el sector rural, en donde el porcentaje llega a niveles extremos hasta de hasta 60%.
Las tasas de interés para el financiamiento de la población más vulnerable llegan a niveles exorbitantes, un microempresario en el mercado paga hasta 150% si ofrece garantía. Si ya pensamos que los bancos le ponen un precio muy elevado al dinero (20% de interés en tasa activa promedio), ¿Que esperanza puede tener un pequeño emprendedor?
Amartya Sen, un famoso economista bengalí, galardonado con el Premio Nobel en 1998, pretende ir más allá de las cifras macroeconómicas y entender el desarrollo y bienestar como el resultado del ejercicio de la libertad.
En otras palabras, hay una fuerte asociación entre el bienestar y la capacidad del individuo para satisfacer sus necesidades básicas, en una sociedad en donde pueda expresarse abiertamente, con una participación activa en las decisiones que afecten su desarrollo y la importancia del mejoramiento físico, emocional e intelectual de los individuos.
Lo anterior implica la obligación del Estado de pensarestas necesidades dentro de los planes de desarrollo.
Asumiendo lo dicho por Sen, pienso que la raíz de nuestros permanentes fracasos al intentar dar el ansiado salto al desarrollo, estriba en la poca capacidad que como sociedad hemos otorgado a nuestras instituciones para garantizar las libertades que le permitan asegurar el logro de estos derechos.
Ser una economía dependiente del sector externo podría ser un elemento a utilizar para nuestro beneficio. Aprovechar la expansión que vive la economía estadounidense, la baja en el precio internacional de los combustibles y la desaceleración en la producción china puede fomentar nuestra competitividad, pero es necesario realizar un mayor esfuerzo interno en el sentido que señala Sen.
Un buen esquema de planificación, que permita a las autoridades, fuerzas productivas y ciudadanía activa consensuar acuerdos mínimos sobre cuestiones fundamentales, nos puede encaminar a alcanzar las libertades descritas. El Plan de Nación 2010-2022 marca con claridad esa ruta y es Ley vigente.
Mas que pretender señalar qué producir, como y para quien, la planificación moderna está encaminada a lograr una organización social que permita la realización de las libertades, ruta más directa al desarrollo.
Pero el caso es que el esfuerzo iniciado en la administración anterior parece haberse diluido y con él la posibilidad de aprovechar de forma eficiente el viento a favor que nos presenta el sector externo.
Deberíamos retomar el camino y de esta forma dar a entender al mundo que podemos salir delante de forma inteligente, con nuestro propio esfuerzo y aprovechando el viento a nuestro favor.
