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De la Masacre de Rosewood a Martin Luther King: ¿hacia dónde vamos?

Amy Goodman

El Día de Año Nuevo representa la posibilidad de un nuevo comienzo y la oportunidad de fijarse nuevas metas. Sin embargo, para los residentes afroestadounidenses de la localidad de Rosewood, estado de Florida, el 1 de enero de 1923 —hace 100 años— fue el comienzo de una semana de violencia y asesinatos en masa llevados a cabo por una turba de gente blanca enardecida que atacó e incendió por completo esa localidad de población mayoritariamente negra hasta dejarla prácticamente convertida en cenizas. Ninguna persona fue enjuiciada o rindió cuentas ante la justicia por la Masacre de Rosewood, un hecho que rápidamente fue borrado de la conciencia pública, hasta que un periodista de investigación descubrió su historia oculta 60 años después.

Esta semana, descendientes de los sobrevivientes de la masacre y grupos activistas se han estado congregando en Rosewood y en la ciudad vecina de Gainesville para conmemorar el centenario de la masacre y honrar la resiliencia de quienes lograron escapar a ella.

Rosewood era un pueblo donde muchas familias afroestadounidenses eran propietarias de sus viviendas y tierras. Aunque aún seguía bajo el yugo de las leyes segregacionistas de la época de Jim Crow, la localidad era en gran medida autosuficiente y un lugar donde las familias negras podían lograr la independencia económica.

La masacre se desencadenó cuando una joven blanca de la cercana localidad de Sumner denunció que había sido golpeada y abusada sexualmente por un hombre negro. Tras la denuncia, una patrulla de hombres blancos inició una cacería humana que se extendió durante varios días y que culminó con un violento enfrentamiento en una casa de Rosewood. Una mujer negra y dos de los hombres blancos murieron en la confrontación. Durante ese tiempo, los residentes negros de Rosewood escaparon del pueblo, la mayoría hacia los bosques y pantanos de los alrededores.

La horda de gente blanca se acrecentó en número y violencia: mataba a todos los afroestadounidenses que encontraba a su paso y prendía fuego a sus viviendas. Un comerciante blanco, John Wright, había estado refugiando a algunos residentes negros en su ático y logró convencer a la turba para que no incendiaran también su casa. Hoy en día, esa vivienda es la única estructura que queda en pie en lo que fue Rosewood. Al menos seis residentes afroestadounidenses fueron asesinados durante la masacre, aunque testigos presenciales afirmaron que el número de víctimas fue mucho mayor. No hubo ninguna investigación oficial sobre el ataque, y tanto los perpetradores como las víctimas guardaron silencio al respecto en las décadas siguientes.

Gary Moore era un periodista del periódico St. Petersburg Times que estaba en la zona haciendo una investigación para una nota sobre cazadores de caimanes cuando alguien de la región le preguntó si estaba investigando acerca de la masacre. Esa pregunta disparadora lo llevó a indagar sobre las personas sobrevivientes y culminó en un largo reportaje periodístico en el que se detallaba la historia perdida de la Masacre de Rosewood. El difunto reportero afroestadounidense Ed Bradley incluyó un segmento sobre la masacre en el programa ’60 Minutes’ y, en 1997, el director afroestadounidense John Singleton, también fallecido, estrenó el largometraje “Rosewood”.

Las conmemoraciones de la Masacre de Rosewood de esta semana coinciden con el día festivo estadounidense en honor a Martin Luther King, quien habría cumplido 94 años el 15 de enero. Uno de los eventos programados durante la semana de conmemoración tomó prestado el nombre de un discurso que King pronunció en agosto de 1967, menos de ocho meses antes de ser asesinado: “¿Hacia dónde vamos?”.

Desde el púlpito de la Iglesia Bautista Ebenezer, Martin Luther King se dirigió a los miembros de la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano con estas palabras: “A pesar de toda la lucha y de todos los logros, debemos afrontar el hecho de que, sin embargo, los negros siguen viviendo en el sótano de la Gran Sociedad. Aún están abajo de todo, a pesar de los pocos que han logrado ingresar a niveles algo superiores.

Incluso en aquellos lugares donde la puerta se ha abierto parcialmente a la fuerza, la movilidad ascendente de los negros sigue estando muy restringida. A menudo no hay un primer escalón desde donde empezar y, cuando sí lo hay, casi no hay espacio en los pisos superiores. En consecuencia, los negros siguen siendo forasteros empobrecidos en una sociedad próspera”.

King continuó: “Son demasiado pobres incluso para ascender con la sociedad, han sido empobrecidos durante tanto tiempo que no tienen la posibilidad de ascender con sus propios recursos. Y los negros no se hicieron esto a sí mismos; se lo hicieron otros. Durante más de la mitad de la historia de Estados Unidos, los negros fueron esclavizados. Sin embargo, fueron ellos quienes construyeron los puentes colgantes y las grandes mansiones, quienes construyeron los sólidos muelles y fábricas del sur [del país]. Su trabajo no remunerado convirtió al algodón en ‘rey’ y a Estados Unidos en un país de relevancia en el comercio internacional. Aun después de la liberación de la esclavitud, la nación creció sobre los negros y los sumergió. [Estados Unidos] se convirtió en la sociedad más rica y poderosa en la historia de la humanidad, pero dejó a los negros muy atrás”.

En ese mismo discurso, Martin Luther King también se preguntó: “¿Por qué hay cuarenta millones de pobres en Estados Unidos? Cuando te haces esa pregunta, estás planteando una cuestión sobre el sistema económico, sobre una distribución más amplia de la riqueza. Cuando te haces esa pregunta, te empiezas a cuestionar la economía capitalista”.

En 1994, la legislatura del estado de Florida aprobó un proyecto de ley histórico que otorgaba un pago indemnizatorio de dos millones de dólares a los sobrevivientes de la Masacre de Rosewood o a sus descendientes. Aunque esa suma representa apenas una gota en relación con los interminables ríos de sangre derramada por la comunidad afroestadounidense, es un logro que costó mucho esfuerzo conseguir. Además de honrar a Martin Luther King, también debemos exigir reparaciones justas por nuestra historia de violencia racista, demasiado a menudo olvidada, para construir una sociedad más justa y equitativa.

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