Tegucigalpa.- Lo conocí como muchos de nuestros colegas: en los pasillos de la Escuela de Periodismo de la UNAH, en los talleres de capacitación a los que asistimos, en uno que otro diplomado que sacamos juntos y en alguna que otra cobertura religiosa que realicé, donde siempre estaba presto a ayudarme y a orientarme. Era un hombre de fe.
* Desde Proceso Digital extendemos nuestra solidaridad y evocamos los mejores recuerdos de Danilo, colega y amigo excepcional.
Siempre sonriente y con sus sonoras carcajadas levantaba el ánimo a cualquiera, porque tenía esa cualidad de inspirar paz, predicar paz y amar al prójimo, como a sí mismo.
Sabía de la Iglesia como pocos, por eso yo le decía con cariño: Habemus Papam y él me respondía: Mi santa bella bendita, entonces yo le decía: se va a enojar la Madre Teresa. Suficiente para que nos salieran las carcajadas. ¡Sos capaz de levantarme el ánimo y el espíritu aunque ande jodida!, le decía. Él sonreía y expresaba su frase inmortal: ¡ánimo y con más fe!
Fe que hoy le solicito—donde quiere que esté—para entender los designios de Dios que nos arrancó de tajo a un gran amigo, a un ser de luz, a un periodista de lujo y a un siervo del Señor que le amó como pocos laicos he conocido.
Nunca, ni en las crisis más fuertes de la Iglesia ni en los debates que cuestionaban el catolicismo, escuché o vi un gesto de Danilo renegando de su religión, la defendía a capa y espada porque él no miraba el pecado de los hombres como todo humano, él miraba la fe y la guía espiritual de un pastor como el Hijo de Dios o Dios mismo que trascendían lo banal.
Yo le decía que era un cura sin sotana, el hombre de la eterna sonrisa que con humildad, pero con un gozo infinito de fe e inspiración, contaba las experiencias en sus viajes para informar y comunicar la fe y las últimas transformaciones de la Iglesia. Era mi Habemus Papam.
Su partida me ha impactado y también me ha dolido. Apenas una semana hablé con él para pedirle, como siempre, un favor periodístico para una asignación laboral. Feliz me dijo: con gusto, mi santa bella bendita.
Hablamos de su reciente viaje a El Salvador, con motivo de los preparativos para la beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, este próximo sábado. Y me dijo que se alistaba para cubrir la beatificación porque tendrían una cobertura especial. Pero, Romero quiso tenerlo antes con él para ver y vivir juntos esa gran fiesta de fe y justicia.
Recuerdo que hablamos de monseñor Romero y del significado de su beatificación para la iglesia y nuestra Centroamérica, del gesto del Papa Francisco y que el cardenal Oscar Andrés Rodríguez estaría en la vigilia previo a la beatificación. Danilo estaba sencillamente feliz y yo también porque él amaba su trabajo y amaba sus creencias, sin dañar a nadie.
Le decía que me gustaba mirarlo en las transmisiones, que parecía pastor atrayendo rebaños y se moría de la risa. Por eso me cuesta creer que se fue llevándose consigo su eterna y hermosa sonrisa.
Justo el jueves de la semana pasada me envió con el material que le pedí el siguiente mensaje, con motivo del premio europeo de periodismo en derechos humanos que ganaron mis colegas de Los Reporteros de la unidad investigativa de TN5 estelar, de la Corporación Televicentro, que está bajo mi responsabilidad. Un mensaje que les comparto, porque sé, salió del alma:
“Felicidades por el premio es una muestra de que cuando se enarbola la bandera de la ética profesional y los enunciados que dieron inicio a esta profesión tan noble, el sol de la verdad resplandece evitando las sombras de la corrupción y lo que nos impide vivir como una sociedad justa, equitativa y dispuesta siempre al bien común… ÁNIMO Y CON MAS FE”
Pero en este momento mi querido Danilo, mi ánimo está muy bajo y mi fe resquebrajada por tu partida tan repentina, por este país que duele, por la impotencia de no poder cambiar las cosas y porque había dos fechas en las que siempre, por esas extrañas cosas, me tenías pendiente en tus pensamientos: mi cumpleaños y en el Día del Periodista, siempre me llamabas y siempre me escribías un mensaje. Y siempre valoré ese inmerecido detalle hacia mi persona.
En este trajinar del periodismo uno casi nunca se da el tiempo para uno, para la familia y para los amigos, no digamos para la salud. Y ese fue tu caso mi estimado. Dios quiso que la parca te sorprendiera a ti, a tus seres amados y a quienes, desde ya te extrañamos, tus amigos que cosechaste y cultivaste en el tiempo.
Se fue mi Habemus Papam, se fue un gran cronista de una generación periodística con una espertiz religiosa como pocos actualmente.
Es de esa nueva generación que la Iglesia formó y que él abrazó su formación con gozo. Ambos teníamos un amigo en común, que es otro experto en temas religiosos, el colega Víctor Hugo Álvarez, actual director del semanario católico FIDES y a quien también consulto cuando me toca hablar o hacer relacionado con la iglesia.
Consternado, Víctor Hugo me informó de la enfermedad de Danilo, ante una llamada que le hice para confirmar lo que me habían dicho mis compañeros de la Redacción. Mi solidaridad con los medios de prensa de la iglesia católica y su equipo de prensa.
Solidaridad que extiende también Proceso Digital, un medio que siempre consultaba a Danilo y cuya Redacción hoy le recuerda con cariño, destacando su don de gente, su vocación de servicio y su calidad humana y profesional. Danilo, dicen los chicos de Proceso, fue un periodista nato y alegre que irradiaba paz.
Era un asiduo lector de este medio y siempre decía que el periodista debía dar tránsito a la multimedia, como él lo estaba haciendo informando para la radio, reportando con imágenes y haciendo gala de sus habilidades tecnológicas.
Donde estés mi querido Habemus Papam, danos Ánimo y Fe a tus colegas y amigos que hoy te lloramos, te despedimos recordando tus anécdotas y sobre todo, tu eterna sonrisa. Dios contigo, hombre de fe, hombre de paz.