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Crimen y castigo

Por: Otto Martín Wolf

Hasta dónde el tamaño del castigo tiene verdadera relación con la magnitud del crimen?

O, visto de otra manera, hasta dónde el perjuicio de un asesinato va más allá del causado a la víctima y sus familiares?

No todos habían oído hablar de Berta Cáceres ni de su lucha y obra. Su muerte, trágica e inaceptable, no sólo ha llenado de dolor a su familia y amigos, pero ha lanzado lodo sobre toda Honduras.

No sólo somos ahora uno de los países más violentos del mundo por crímenes consecuencia del narcotráfico y otras actividades típicas de bandas organizadas, si no que el lugar donde se mata a quienes luchan por la vida.

Esa es la imagen de Honduras en el exterior, esa es la imagen de nuestra casa, nuestra madre, nuestra patria.

Cuando se capture a todos los responsables y después de un juicio público y justo se les condene de acuerdo a lo que indican nuestras leyes, esa pena, cobrará también el daño a la imagen del país, del país de nuestros hijos?

Mandarlos a prisión por cualquier cantidad de años será suficiente?

Todos los días se producen crímenes terribles cuya noticia da la vuelta al mundo en segundos, con fotos y filmados espeluznantes; un asesino disparando a sangre fría a un cliente dentro de un restaurante, dos vigilantes siendo ejecutados en un estacionamiento, costales con gente descuartizada, cabezas sin cuerpo y cuerpos sin cabeza por aquí y por allá, cada vez que sucede algo así también se produce un crimen sobre la imagen de Honduras.

De nuevo – entonces- la pregunta es: Hasta dónde el tamaño del castigo tiene relación con la magnitud del crimen?

Porque para cada masacre, asesinato o acto de corrupción, además del delito en sí, con penas establecidas en nuestras leyes, lamentablemente no existe un castigo que guarde proporción por el daño que se le causa a la imagen de nuestro país, que somos todos nosotros, incluyendo a nuestros hijos y nietos.

Y así como no se pueden revivir a los que caen diariamente por todas partes, tampoco se puede reparar el daño que, como un cáncer infernal, hace cada vez más grande la mancha en el rostro de Honduras.

Deberían de agregarse a las penas por los crímenes contra seres humanos, castigos adicionales por el perjuicio que causan a Honduras que, repito, somos todos nosotros.

Estoy claro en que eso no ayudaría de ninguna manera a reducir los crímenes, pero al menos tendríamos la satisfacción de ver sentencias que dijeran algo así: 1) Por el delito de asesinato tantos años y 2) Por el perjuicio a la imagen de Honduras tantos años más.

Así quizá en el exterior verían que todavía quedan en Honduras algunos que no son asesinos ni ladrones y que luchan con lo que pueden por cambiar el país.

Se darían cuenta de que existe un movimiento moral patriótico tratando de cambiar las cosas, no sólo capturando y condenando asesinos y ladrones por sus crímenes directos, pero también por los indirectos, los cometidos contra nuestra patria.

Quizá podríamos lograr que en otras partes sepan la verdadera razón por la cual fuimos bautizados Honduras y que no es por los precipicios en que nos está hundiendo nuestra falta de respeto por la vida.

Nos llamamos Honduras por nuestro clima tropical a veces violento, no por lo violento de nuestra gente.

Somos Honduras porque, a pesar de todo y precisamente por el hecho de haber honduras, también tenemos alturas.

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