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Código rojo: la emergencia climática causada por los humanos exige una acción inmediata

Amy Goodman

Grandes incendios forestales están incinerando bosques en el oeste de Estados Unidos y en otras partes del mundo como Turquía, Grecia y Siberia, destruyendo millones de hectáreas, quemando pueblos enteros y cubriendo vastas regiones con columnas de humo que se extienden por miles de kilómetros. El término “megasequía” se utiliza actualmente para describir a las sequías que duran décadas, que resecan y desertifican el paisaje y provocan que los niveles de agua de los embalses, que antes rebosaban, estén ahora peligrosamente bajos y amenacen con dejar ciudades enteras sin agua. En Alemania y China, una serie de tormentas torrenciales vertieron recientemente el equivalente a un año de lluvia en cuestión de días, causando inundaciones que arrastraron a cientos de personas a la muerte y desplazaron a otras miles de sus hogares. Los huracanes y tifones están ocurriendo antes de lo previsto, con mayor frecuencia y fuerza, devastando países insulares y comunidades costeras.

“La influencia de la actividad humana en el sistema climático es ahora un hecho indiscutible” afirma el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, el IPCC, ganador del Premio Nobel de la Paz, en su sexto informe de evaluación sobre el cambio climático, recientemente publicado. Es su primera revisión importante de esta amenaza medioambiental desde 2013. El informe destaca además que “en 2019 las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono fueron las más altas en al menos dos millones de años”.

El secretario general de la ONU, António Guterres, describió al informe como un “código rojo para la humanidad”. El documento presentado consta de 4.000 páginas y ofrece una síntesis detallada de más de 14.000 artículos científicos, minuciosamente revisados por 234 expertos de 66 países. Los expertos contaron con la ayuda de más de 500 autores colaboradores y recibieron más de 78.000 comentarios editoriales antes de la publicación. El informe incluye la advertencia de que “a menos que haya reducciones inmediatas, rápidas y a gran escala en las emisiones de gases de efecto invernadero, la meta de limitar la temperatura global del planeta a cerca de 1,5 grados Celsius o incluso a 2 grados Celsius será imposible de alcanzar”.

Esas dos temperaturas definen lo que los científicos, los legisladores, los líderes mundiales y los activistas contra el cambio climático han identificado durante mucho tiempo como el estrecho margen para mantener el calentamiento global dentro de un rango seguro. Es decir, los límites de temperatura inferior y superior del calentamiento global causado por los humanos, que nosotros, como especie, podemos permitir que ocurra si queremos mantener un planeta habitable. Según este nuevo informe del IPCC, ya hemos aumentado la temperatura del planeta en aproximadamente 1,2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales. Si bien este nivel puede parecer pequeño, ya ha tenido impactos en el planeta.

El experto en clima Bob Kopp, uno de los autores del informe del IPCC, expresó en una entrevista con Democracy Now!: “No deberíamos pensar en esto como si hubiera una línea mágica en un grado y medio [Celsius] o en cualquier otro nivel por debajo del cual estamos a salvo y por encima del cual no lo estamos. Cualquier nivel de calentamiento […] aumenta los riesgos a los que nos enfrentamos”.

En 2015, casi todas las naciones del mundo firmaron el Acuerdo de París, el histórico tratado sobre el clima que afirmó el compromiso de cada país de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Más de cinco años después, aún no se han acordado las reglas en base a las cuales se implementará dicho acuerdo.

Estados Unidos —como el país más rico del mundo y uno de los mayores contaminantes históricos del planeta— tiene la responsabilidad de actuar, no solo para hacer su propia transición de los combustibles fósiles a fuentes de energía más limpias, sino para ayudar a financiar esa transición a nivel mundial.

Durante su campaña electoral, Joe Biden prometió tomar medidas ambiciosas para abordar la crisis del cambio climático, en marcado contraste con su predecesor, Donald Trump, que es un gran negacionista del cambio climático. Después de asumir el cargo, Biden bloqueó de inmediato la construcción del oleoducto Keystone XL, pero permitió que el oleoducto Dakota Access siguiera funcionando. En otra decepción para los activistas contra el cambio climático, Biden también se negó a detener la construcción del oleoducto Línea 3 de la empresa Enbridge en el estado de Minesota, en donde en los últimos meses miles de personas se han unido a las protestas lideradas por las comunidades indígenas para reclamar por la detención de la construcción del oleoducto y muchas han sido violentamente arrestadas. El presidente de Estados Unidos también ha instado a los países integrantes de la OPEP a aumentar la producción de petróleo para reducir los costos del combustible.

Sin embargo, Biden ha incluido elementos de un New Deal ecológico en su programa denominado “Reconstruir mejor”, estableciendo estándares nuevos y más altos para la eficiencia energética y la energía limpia. Asimismo, ha ampliado los incentivos para la generación de electricidad mediante fuentes de energía limpia y para la fabricación de vehículos eléctricos y el uso de energías limpias en la industria; y ha creado un Cuerpo Civil del Clima, un programa gubernamental que creará nuevos empleos destinados a combatir la crisis climática. El presidente de la Comisión de Presupuestos del Senado, el senador Bernie Sanders, acaba de presentar una propuesta presupuestaria de 3,5 billones de dólares para financiar estas iniciativas y otras en el mismo sentido. El líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, se ha comprometido a aprobar el proyecto de ley para mediados de septiembre utilizando el “procedimiento de reconciliación”, un proceso legislativo para la aprobación de presupuestos que solo requiere una mayoría simple y que evitaría el obstruccionismo republicano.

Mientras tanto, la ONU sigue adelante con los planes de realizar en noviembre de este año la COP26, la próxima cumbre mundial contra el cambio climático que fue cancelada en 2020 debido a la pandemia y que se llevará a cabo en la ciudad escocesa de Glasgow.

“La COP26 de Glasgow será quizás la cumbre climática más importante que habremos tenido hasta el momento”, dijo el científico bangladesí experto en clima Saleemul Huq a Democracy Now! “Es hora de que los países ricos hagan lo que acordaron hacer en París: mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 grados Celsius y proporcionar 100 mil millones de dólares al año a los países en desarrollo para que puedan abordar el cambio climático. Prometieron hacer todo eso, pero no cumplieron con su palabra”.

Los costos de hacer la transición hacia una sociedad libre de combustibles fósiles y con energías renovables serán enormes. Pero los costos de la inacción son infinitamente más altos, no solo en términos económicos, sino en sufrimientos, desplazamientos, destrucción y muertes. Los movimientos populares que luchan por la justicia climática, muchos liderados por jóvenes, están creciendo en todo el mundo. Esa es, en última instancia, la mayor esperanza de cambio que tenemos durante esta ventana crucial y cada vez más estrecha para salvar el planeta.

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