Han pasado 110 días desde aquella fecha y los reclusos tratan de llevar su vida con naturalidad en medio de las pesadillas que asaltan sus pensamientos.
Algunos de ellos se concentran en las diversas actividades, otros simplemente se divagan en los juegos de azar, billar o futbolito dejando pasar las horas, el día, el ingreso de la noche y luego el día siguiente.
En la granja penal de la central localidad de Comayagua, antigua capital política de Honduras, hay 345 presos, después del incendio las autoridades no están aceptado el ingreso de más reclusos por falta de espacio y por reglas de seguridad.
Eran las 7:00 de la mañana cuando partimos hacia Comayagua. En Tegucigalpa, el clima estaba nublado acompañado de una leve brisa, sin embargo, en el camino el sol comenzó a calentar y al llegar al centro penitenciario, a 80 kilómetros de la capital, el calor era insoportable.
Transcurrieron dos horas cuando logramos entrar al reclusorio. Al inicio del recorrido las miradas expectantes y desconfiadas de los reclusos eran notorias. Al pasar el primer pasillo, unos 10 reclusos se encontraban en el área de la repostería elaborando pan y unos cuantos pasteles que tenían de encargo. El olor dulce se dispersaba por gran parte del centro penitenciario.
A unos cuantos pasos, uno de los policías penitenciarios tomaba en sus manos las llaves para abrir otro portón que comunicaba con el resto. En un área se observaban a un grupo de privados de libertad, lavando ropas, mientras otros están en sus bartolinas, en sus camas, esperando que llegue la hora del almuerzo. Una gran cantidad de ellos se divaga jugando naipe, billar, fútbol o simplemente escuchando música, sentados, en actitud contemplativa. También hay quienes se dedican a la elaboración de manualidades, redes de pescar, bufandas,hamacas y algunos trabajan la carpintería.
Los ecos de la desesperación Llegamos hasta el área de “La escuelita”, un espacio asignado para recibir clases, ahí se encontraba Luis Antonio Cárdenas Galeas, un hombre de 57 años de edad, que entró al reclusorio el 18 de diciembre de 2003 y cumple una condena de 19 años y medio, es originario de Tegucigalpa y es el encargado de la educación en el centro penitenciario. A Cárdenas Galeas los reclusos lo llaman “El profe”. Él desde hace siete años imparte clases elementales a los demás privados de libertad.
Su faena diaria, dijo, consiste en la enseñanza, en brindar la educación escolar. “Trabajo aquí desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde impartiendo clases, apoyado por los facilitadores que también son reclusos y con quienes desarrollo cuatro programas de educación”. Para el educador de la cárcel, su vida después del incendio de mediados de febrero, no es la misma: “Estoy tratando de recuperarme, solo me acuerdo de que los muchachos gritaban ¡don Luis eche agua!, ¡don Luis abra la puerta!, ¡profe, ayúdeme!, ¡auxilio!, todas esas voces siempre las recuerdo todas las noches, cada vez que cierro los ojos se me viene a la mente la imagen de los muchachos ardiendo en el fuego”, expresó con la voz entrecortada y sus ojos vidriosos a punto de derramar un par de lágrimas. Cárdenas Galeas comentó que ha recibido trato psicológico, pero “lo sucedido ese día no se podrá borrar tan a la ligera, creo que se necesita un buen tratamiento y que estén continuamente con nosotros para superar un poco lo vivido ese día”. Este maestro pertenecía al hogar número 6 en la cual había 107 reclusos de los cuales solo cinco sobrevivieron. “Con todos me llevaba muy bien, porque me querían bastante, yo les daba clases y hasta la fecha me hacen falta todos ellos…” afirma con un asomo de nostalgia. Luis Antonio Cárdenas Galeas relata que aquel fatídico día, él estaba llenando listas de matrícula en la escuela, cuando a eso de las 10:40 de la noche empezó a escuchar los gritos de lamento. “Se quejaban, ay, ay, ay…. y todo eso… luego unos disparos como avisando que algo estaba pasando y cuando miré por la ventana de la bodega, miré que estaba el fuego y dije para afuera y ya estaba encendida la bartolina número 6 y los muchachos pidiendo auxilio. Eso fue tremendo, lo que hice fue agarrar una cubeta y empecé a tirarles agua, pero parecía que cada vez que corría para ir a traer más agua se encendía más todo eso y cuando menos acordé se habían encendido todas las bartolinas desde la 6 a la 10 y era una locura” relata. “Lo que no se me va a olvidar nunca es este incendio, tío, profe, don Luis, me decían varios de mis amigos que se quemaron en el incendio”, comentó. Cárdenas Galeas dijo que espera muchas cosas de las autoridades, “si bien es cierto estamos privados de libertad, pero somos seres humanos, tenemos nuestros derechos, así como nuestros deberes y creo que tenemos un sistema penitenciario que tiene muchas deficiencias lo que ha generado muchos problemas, si fuera un sistema que tratara de… tal vez de ayudarnos o protegernos y todo eso, porque la verdad que si estamos privados de libertad es por un delito que hemos cometido y lo reconocemos y estamos pagando ese delito, pero tampoco porque estemos pagando un delito vamos a ser humillados o extorsionados y esto tiene que cambiar”, señaló. A raíz del incendio “El profe” fue trasladado a la celda número 10. |
Una potencial reedición de la tragedia Mientras la música y los gritos de algunos reclusos se escuchaban al fondo, José Antonio Meza Vásquez de 30 años y quien cumple una condena de 20 años, de los que lleva 13 recluido, dijo que su vida dentro de la granja, “ha sido trabajar, he estado en los proyectos y estuve tres años como coordinador de los privados de libertad”. Relató que se levanta temprano, se baña y se dispone a la elaboración de ganchillo, Al igual que Cárdenas Galeas, “Toño” como le llaman, dijo que después del incendio el ambiente es diferente, “económicamente nos va mal, antes si alguien tenía le ayudaba al otro y hoy estamos en crisis”. “La gente quedó con miedo incluso el Día de la Madre (El segundo domingo de mayo) solo dijeron fuego y todos empezaron a saltarse por el techo, llamando al llavero para que abriera la bartolina y solo fue que un ventilador hizo cortocircuito y salió humo, pero con la psicosis que pasa la gente, es muy difícil que esto se borre de las mentes de nosotros”, sostuvo. Añadió que en los últimos días les han prometido dejar sin llave las bartolinas como una forma de prevención, “pero lo hacen hasta ahora, ya cuando perdieron la vida muchas personas”. Meza Vásquez cuenta que cuando cae la noche él está pensando que eso volverá a pasar, “porque muchos aquí estamos traumados por lo que pasó ese día, el fuego y los gritos de nuestros hermanos no se nos van a borrar tan fácilmente”. “Yo pensé que ese día era el último día de todos los reclusos aquí dentro del penal, gracias al “Chaparro” que nos ayudó a salir , por eso estamos aquí para contar lo que vivimos ese día”, acotó. “Todos tenemos miedo que vuelva a pasar otro incendio y estamos a la expectativa y pendientes para que no vuelva a pasar, cuando cae la noche lo primero que se nos viene a la mente es que vuelva a pasar y vivir lo del 14 de febrero”, agregó. “Toño” hizo un llamado a las autoridades del estatal Instituto de Formación Profesional (Infop) para que lleguen a impartir cursos a los privados de libertad. Asimismo, dijo que espera que las autoridades mejoren las instalaciones, la alimentación, que den vida a fuentes de trabajo y programen capacitaciones. Ante la aprobación de la nueva Ley del Instituto Penitenciario dijo que espera que la justicia prevalezca en cada caso. “Aquí una persona que se robó una gallina está pagando la misma condena que alguien que cometió un asesinato y eso no puede ser, por eso es que pedimos que se aplique la ley y que cada delito lo estipule”, imploró. Meza Vásquez pertenece a la bartolina número 2 en la cual se concentran 41 personas más. |
Los policías penitenciarios también ocupan de ayuda psicológica En la granja de Comayagua no solo los internos requieren de ayuda psicológica, también los policías penitenciarios. Entre ellos se encuentra Juan Ángel López de 49 años de edad y con una experiencia de 21 años. “Después del incendio la gente ha quedado con el temor de dormir en las bartolinas, porque temen que vuelva a suceder lo mismo, pero no solo ellos, nosotros como policías también sentimos un poco de temor”, comentó. Agregó que “aquí, a los policías no ha venido ningún psicólogo a tratarnos, pero si a los reclusos, ellos necesitan bastante, lo que vivieron ese día fue fuerte”. |
CPTRT imparte capacitaciones En la cárcel de Comayagua, personal del Centro de Prevención, Tratamiento y Rehabilitación de Víctimas de la Tortura y sus Familias (CPTRT), brinda capacitaciones y realiza una labor de sensibilización en áreas vitales. Durante nuestra estancia en el recinto, un abogado, José Quiroz, brinda un taller a policías penitenciarios, los capacita en temas de derechos humanos.
Mientras, las esperanzas de los reclusos descansan en la recién aprobada Ley del Instituto Penitenciario, ente que buscará dar una solución a los problemas que presentan las cárceles en Honduras. |
Antecedentes El 29 de marzo de este año, un motín en el Centro Penal de San Pedro Sula, norte de Honduras, cobró la vida de 13 reclusos, semanas después en el mismo sitio otro privado de libertad perdió la vida y otra docena resultaron heridos a raíz de una riña originada en uno de los módulos. La noche del 14 de febrero un incendio consumió varios módulos de la granja penal de Comayagua, lo que dejó una mujer y 360 reos fallecidos. En 2003, unas 68 personas fallecieron en la cárcel de El Porvenir, La Ceiba, Atlántida. Mientras en 2004, se produjo la muerte de 107 reos en la granja penal de San Pedro Sula, hecho por el cual el Estado de Honduras aceptó su responsabilidad ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). El sistema penitenciario de Honduras es considerado una «bomba de tiempo», pues las 24 cárceles existentes en el país, que tienen capacidad para albergar a 8,000 personas, contienen a 13,000. |