Tegucigalpa/San Pedro Sula – Feligreses de las parroquias que llevan su nombre en Tegucigalpa y San Pedro Sula, celebran desde muy temprano el Día consagrado a la Virgen Nuestra Señora de Guadalupe.
Con una procesión, música y con una misa, la celebración comenzó muy temprano en la iglesia La Guadalupe de la capital hondureña, la que está localizada en el céntrico barrio del mismo nombre, a inmediaciones del bulevar Morazán.
La celebración también se realiza en otras parroquias como en las ciudades de Comayagua, centro del país y Choluteca en el sur de Honduras.
Lo mismo ocurrió en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de San Pedro Sula donde desde muy temprano le cantaron las tradicionales “Mañanitas”, a la imagen de la virgen.
El párroco de la iglesia, padre Luis Alfonso Amador Ríos, dijo sentirse contento al ver el templo llenísimo desde muy temprano para rendirle tributo a la madre, la emperatriz de América, Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de esa parroquia sampedrana.
Destacó que los files abarrotaron el templo para participar en la celebración que comenzó con una alborada a las 5:30 de la mañana con la participación de la comunidad mexicana residente en San Pedro Sula, presida por el propio cónsul de ese país.
Detalló que a las 12:00 del mediodía saldrá una procesión desde la iglesia catedral de San Pedro Sula hasta llegar a la parroquia donde se celebrará la Santa Eucaristía con los peregrinos a las 3:00 de la tarde y dos horas más tarde, a las 5:00 se hará el rezo del Santo Rosario y a las 7:00 de la noche llegará el obispo Ángel Garachana y otros sacerdotes para concelebrar una misa.
En ese sentido, el fervor mariano de niños y adultos recorre varias ciudades del país para celebrar el día consagrado a la Virgen de Guadalupe.
Los fieles congregados en las diferentes parroquias que llevan su nombre celebran este 12 de diciembre un aniversario más de la aparición de la Patrona de América al indígena Juan Diego en el cerro del Tepeyac, en territorio azteca, hace más de cinco siglos.
En su último viaje a México, el desaparecido papa Juan Pablo II, elevó a los altares de la Iglesia al beato Juan Diego, el sencillo poblador indígena a quien la madre de Jesús se le apareció en el cerro del Tepeyac, y se proclamó madre protectora del continente y su población indígena y mestiza.
En esa ocasión, el pontífice meditó que, entre otras razones, que con la aparición de María en el cerro del Tepeyac comenzó en todo el antiguo territorio azteca un movimiento excepcional de conversiones al Evangelio, con repercusiones en toda América Central y meridional, hasta el lejano archipiélago de Filipinas.
Por eso, el extinto Papa polaco llamó a la Virgen de Guadalupe “estrella de la evangelización” y “madre de la Iglesia en América Latina”.
Nuestra Señora de Guadalupe es una aparición mariana de la Iglesia Católica de origen mexicano, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, ubicada en las faldas del cerro del Tepeyac, en el norte de la Ciudad de México.
De acuerdo a la tradición oral mexicana, y según lo descrito por múltiples documentos históricos del Vaticano y otros encontrados alrededor del mundo en distintos archivos se cree que la Virgen María, se apareció en 1531 en cuatro ocasiones al indio San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, y una quinta ocasión a Juan Bernardino, tío de Juan Diego.
El relato guadalupano conocido como Nican mopohua narra que tras la primera aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego en la última aparición de la Virgen, y por orden de esta, llevó en su ayate unas flores que cortó en el Tepeyac. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos.