Nervios, tensión y drama, tres palabras con las que hasta el momento podríamos resumir los partidos de este mundial de Brasil 2014. Cada encuentro ha sido artífice de una explosión de sentimientos.
Los cuartos de final nos ofrecían jornadas mágicas donde la única garantía era buen fútbol, pues el nivel demostrado por las selecciones era alto, cuatro partidos en los que las escuadras ponían toda la carne en el asador para defender su sueño de alcanzar la gloria.
Sin duda, Alemania-Francia y Argentina-Bélgica fueron encuentros fantásticos, pero en esta ocasión quiero hacer referencia al papel realizado por Colombia y Costa Rica al enfrentarse a Brasil y Holanda, respectivamente.
Colombia se enfrentaba a la dueña de casa, con un estadio pintado completamente de amarillo, la intimidación brasileña era evidente pero la sed de victoria colombiana lo era mucho más. El esférico rodó en el estadio Castelao de Fortaleza y comenzaron los 90 minutos más intensos de esta fase.
Colombia se paraba bien ante su rival que a pesar de ser la eterna favorita en esta competición, no ha brillado como se esperaba, con James Rodríguez como protagonista del mejor gol hasta lo que va del mundial, según la FIFA, los cafeteros luchaban por su sexto partido.
Pero el ímpetu del visitante se vio mermado por el gol tempranero del capitán verdeamarella Thiago Silva, quien a los siete minutos ponía a ganar a su selección. David Luiz no se quiso quedar atrás y marcando un golazo de tiro libre desvanecía las esperanzas de triunfo colombiano.
En el fútbol nada está dicho y al minuto 80 el árbitro marcó un penalti a favor de Colombia, que fue muy bien ejecutado por James, quien curiosamente fue acompañado por un escarabajo (una esperanza) en su brazo derecho al momento del lanzamiento.
Culminó el encuentro y los hombres que habían jugado como campeones lloraban como niños por no lograr su objetivo, pero qué lindo es el fútbol, Dani Alves y David Luiz nos regalaron uno de los episodios más emotivos del mundial al consolar a James Rodríguez.
El abrazo de los cracks fue una muestra del verdadero significado de este deporte.
Nuestros hermanos costarricenses no fueron la excepción, pues se enfrentaron a la temible Holanda sin miedos, ni complejos, jugaron organizada y pacientemente logrando incomodar a la naranja mecánica y regalándonos un partidazo que se definió en penaltis.
Tanto Colombia como Costa Rica se quedaron con la ilusión de jugar las semifinales, pero ambas escuadras se ganaron el respeto, cariño y admiración de todos los que disfrutamos de este deporte.
Jugaron, gustaron, convencieron y triunfaron porque ser campeón no siempre implica tener un trofeo que te valide.
Ser campeón es jugar con el alma, enorgullecer a tu patria y convertirte en ejemplo para muchos, ser campeón es darlo todo y por ende no reprocharte nada, es crecer y no perder el suelo. Como bien lo dijo David Luiz «los mejores no siempre se llevan el trofeo».
Ese ha sido el caso de estas dos escuadras que le demostraron al mundo de que están hechas, que si bien es cierto no se llevan la presea se han convertido en leyendas y nos han hecho agradecerle a Dios la oportunidad de verlas jugar.